lunes, 14 de agosto de 2017

Little Cub: "Still life" (2017)

Hubo un tiempo en que las Islas Británicas marcaban la pauta en cuanto a la evolución de la música pop, y prácticamente todos los años surgía una banda cuya repercusión y trayectoria perduraba a lo largo de los años. Sin embargo, con la llegada del siglo XXI la cantidad y sobre todo la calidad de las nuevas propuestas ensalzadas de manera desmesurada por el Melody Maker pegó un bajón que continúa hasta nuestros días (baste pensar en bandas que apuntaban muy alto en los últimos dos decenios pero no han llegado a ese nivel, desde The Artic Monkeys hasta Foals). De hecho, en lo que va de década sólo salvaría de la quema a los personalísimos Alt-J (a pesar de la notable decepción de su reciente "Relaxer"). Por eso es reconfortante toparse con una nueva banda británica que en mi opinión por fin responde a la expectación generada: el trío londinense Little Cub. Formado por Dominic Gore, cantante y letrista, y los multi-instrumentistas Duncan Tootill y Ady Acolatse, son una formación sorprendentemente madura, capaz de instrumentar y producir con elegancia y personalidad todas sus composiciones.

Me da la impresión de que la crítica especializada ha errado el tiro en cuanto al estilo y las referencias de la banda. Ante todo, porque hablan de Little Cub como una banda de música electrónica (!!), sin darse cuenta de en el año 2017 la inmensa mayoría de los álbumes que se publican se sustentan como es natural en las nuevas tecnologías. Y hablan de New Order como una referencia continua, algo que siendo un admirador de los mancunianos no termino de ver. Para mí, Little Cub es una banda de pop sofisticado, pero pop en sentido tradicional, con guitarras, bajo y batería. Otra cosa es que su capacidad instrumental haga que prácticamente todo cambie a lo largo del desarrollo de una composición, y al bajo slap le sustituya en un momento dado un bajo sintetizado, por ejemplo. Pero la ausencia de instrumentos reales, el minutaje excesivo, los bombos sobredimensionados, el auto-tune más juguetón, y todo lo que solemos asociar a la electrónica, está ausente de "Still life". Y en cuanto a las referencias, para mí la más evidente es los alemanes The Notwist (y no sólo por la similitud vocal entre Markus Acher, su cantante, y Dominic Gore), sino porque aunque no reniegan de los instrumentos electrónicos, emplean mayoritariamente instrumentos reales. Y muestran lo mejor de sí mismos en composiciones delicadas, melancólicas, con la sensibilidad a flor de piel y orfebrerías instrumentales que conviene disfrutar con nuestros mejores auriculares.

"Still life" no es un álbum largo (11 temas, 42 minutos), y como buen debut ha sido el fruto de muchos sencillos publicados en los últimos doce meses (hasta un total de cinco). Por lo que es difícil que si esos sencillos nos han llamado la atención quedemos defraudados con el resultado. Aunque es necesario reconocer que el grupo instrumenta mejor que compone, y compone mejor las progresiones armónicas que las melodías. No es el caso de "Too much love", tema de apertura, tercer sencillo publicado y uno de los mejores momentos del álbum: que empieza como un medio tiempo envolvente sobre elaborados arpegios de guitarra, y continúa con su extensa confesión hasta que, hacia la mitad, cambia de tonalidad y acerca el tema a las pistas de baile más indie superponiendo intetizadores, reforzando los platillos, y proponiendo uno de los mejores estribillos del álbum. Le sigue "My nature", segundo sencillo, quizá un poquitín inferior a la anterior pero muy interesante con su atmósfera inquietante y sus sintetizadores que van subiendo de volumen, creando una especie de trip-hop contemporáneo cada vez más intenso que a veces se transforma en un tema pop con bajo y batería reales, y que sorprende con un cambio de tonalidad pasados dos minutos que hace las veces de estribillo.

"Breathing space" es el último sencillo hasta la fecha, y quizá el menos interesante: un arpegio de sintetizador durante las estrofas que acaba resultando un poco cansino, un estribillo sin mucho gancho, y los intervalos instrumentales sobre el mismo acorde como pasajes más relevantes. "Mulberry" baja el tempo y sube la inspiración en una balada muy en la línea de The Notwist, con instrumentos que parecen no querer romper el silencio y ese precioso "Deep grooves that could hide all manner of things" que da paso a las dos guitarras eléctricas que se entrecruzan sin pisarse durante el excelente minuto final. Aunque quizá el mejor tema del álbum sea "Death Of A Football Manager", la historia del suicido del ex-futbolista y entrenador galés Gary Spee, relatada sobre una original batería, recurriendo nuevamente a los sintetizadores envolventes y a una pesimismo que pone los pelos de punta en su excelente estribillo ("only an act of love"), y manteniendo el listón hasta el final gracias a sus preciosas guitarras.

"Hypnotise" fue el cuarto sencillo, y aunque queda lejos de los mejores momentos del álbum por su melodía un tanto repetitiva, no desentona con esa especie de redoble de tambor que vertebra todo el tema y ese tramo final con los loops reproducidos al revés y sus sintetizadores acuosos. "Closing time" es quizá el tema más experimental dentro de un disco que se aleja siempre de los arreglos convencionales, con sólo la voz doblada y el bajo y la batería durante las estrofas, amen de unos espartanos intervalos instrumentales que se acercan a la indietrónica más bailable en su tramo final. "October" es el segundo tema lento, un tema correcto con lejanos guiños ochenteros y sin mayores sorpresas. "Loveless" fue el primer sencillo de su carrera, y sigue siendo una de sus mejores canciones: a pesar de su batería real de ritmo originalmente sincopado, quizá sea el tema más "electrónico" del disco a gracias su bajo sintetizado y a los múltiples teclados que la adornan, aunque lo mejor sea la cautivadora progresión armónica de su sencillo y eficaz estribillo, que recrean en el tramo final subiendo la intensidad en un elegante crescendo.

"Snow" es el tercer y último tema lento, más etéreo que los anteriores y con menos tirón, quizá por la ausencia de percusión, un estribillo más flojo que las estrofas, y una mayor convencionalidad a la hora de instrumentar. Y "Television" cierra este meritorio álbum con un panorama gélido que va cogiendo fuerza mientras que las voces de Dominic se siguen superponiendo y distorsionando, hasta llegar a un pasaje instrumental excelente con todos los instrumentos brillando en armonía. Porque al final eso es lo que permanece de estas once canciones: la capacidad del trío para armonizar los cambios continuos de instrumentación dentro de una misma canción. Se les podrá reprochar cierta homogeneidad en sus composiciones, cierta monotonía en las interpretaciones vocales de Dominic, o la dificultad que tendrán a la hora de interpretar los temas en directo. Pero si no estamos hablando del mejor álbum que va a ver la luz en mi humilde opinión en este 2017 por talento, personalidad y creatividad, poco le va a faltar. Así que a ver si tienen algo más de repercusión popular, porque se lo merecen.

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