Este 2017 se presentaba hace unos meses como uno de los potencialmente más fructíferos de las últimas temporadas musicales, dado que varios de los artistas que tradicionalmente he reseñado en este humilde blog publicaban sus nuevos y esperados trabajos. Sin embargo, al final en mis últimas entradas he hablado casi en exclusiva de álbumes de debut. La razón es obvia: con honrosas excepciones, la mayoría de esos retornos no han respondido a las expectativas, y por ello he decidido no dedicarles entradas individuales. Hasta que hace unos días, al echar la vista atrás aprovechando el periodo vacacional, me he dado cuenta de que son tantos que quizá mereciera agruparlos en una entrada, que al menos refleje que el blog no se ha olvidado de ellos, y que aún espera que puedan remontar el vuelo.
Quizá la mayor decepción hayan sido los británicos Alt-J. Después de dos álbumes con gran personalidad y muchos momentos destacables ("An awesome way", de 2012 y "This is all yours", de 2014), su "Relaxer" de hace unos pocos meses ha bajado muchísimo el nivel. Aún mantienen su personalidad acusada, con los originales juegos instrumentales y corales respaldando los recorridos vocales por la escala pentatónica de Joe Newman, pero la inspiración se les ha evaporado. Algo ya evidente desde el mayor tiempo que han tardado en publicar este tercer álbum respecto a sus dos predecesores, y su mucho menor contenido ("Relaxer" dura veinticinco minutos menos que "This is all yours", y contiene seis temas menos...). Y que se confirma por la irregularidad de los cuatro sencillos extraídos (la lenta y bastante aburrida "3WW" y la cadenciosa y reiterativa "Adeline" distan mucho de "In Cold Blood", quizá el tema que mejor enlaza con los discos anteriores, y "Deadcrush", el tema más interesante por su intensidad de principio a fin). Y que se reafirma cuando se descubre que uno de sus ocho cortes es una muy desafortunada versión de "House of the Rising Sun", que popularizaron The Animals. Todos sabemos que el trío británico puede dar mucho más de sí.
Otra decepción ha sido el retorno del trío californiano Haim. "Something to tell you" también mantiene el estilo de pop colorista, con referencias a los sesenta y los ochenta y las melodías de muchas notas por verso que las caracteriza, pero de nuevo faltan canciones que lo sostengan. Los sencillos extraídos ("Want You Back" y "Little of Your Love") podrían figurar a lo sumo como temas para completar un Extended Play de su "Days are gone" de 2013, pero no se acercan al nivel de "The wire" o "Falling", por poner un par de ejemplos de sus mejores momentos. No sólo eso: la mayoría de los cortes son extrañamente cortos, y sólo a base de repetir con ligeras variaciones los estribillos consiguen llegar a la duración mínima esperable. Tan poca sustancia hay en el álbum que hay que esperar al penúltimo corte ("Right now", una balada que no desentona en su peculiar estilo), para encontrar el único momento realmente descatable.
En menor medida, también ha supuesto una decepción "World be gone", el decimoséptimo álbum de estudio de Erasure. Es cierto que tras más de treinta años de carrera nadie espera otra entrega que se acerque al nivel de "The circus", "Chorus" o "The innocents", pero por ejemplo su anterior entrega ("The Violet Flame", 2014) no desmerecía con el grueso de su carrera y contenía dos o tres buenos momentos. Pero este "World be gone" baja sensiblemente el nivel. Y es que bajo la apariencia de un álbum de madurez, apoyado en textos supuestamente más críticos con la realidad de nuestros días, bajan el tempo de casi todos los temas y enlazan balada con balada, dejando los dos únicos temas medianamente hedonistas y bailables ("Love you to the sky" y "Just a little love", por cierto los dos momentos más dignos) para abrir y cerrar el álbum. Entre medias, más de media hora de pop lento y anodino, cuando no directamente aburrido.
Otra decepción más ha sido el regreso de la estadounidense Michelle Branch, tras nada menos que ¡catorce! años de silencio. La cantautora debutó a comienzos de siglo con dos álbumes de pop rock contundente ("The spirit room", 2001, y "Hotel paper", 2003), muy del gusto del público americano de la época, y la suficiente inspiración en sus mejores momentos para augurarle una larga carrera. Pero se ve que no daba con la tecla con la que continuarlas, y su tercera entrega se ha ido alargando año tras año hasta que por fin en 2017 ha visto la luz este "Hopeless romantic", que se aparta de sus dos primeras entregas con un sonido menos distorsionado y una propuesta más reposada. Y que a pesar de un primer sencillo (de idéntico título) meritorio gracias a su efectiva progresión armónica, no justifica la espera por la escasa personalidad del conjunto. No sorprende que haya tardado tanto en encontrar discográfica para publicarlo.
Aunque me he fijado en estos cuatro ejemplos, ha habido más regresos que no han respondido a las expectativas: Kasabian, Aphex Twin... incluso Imagine Dragons, Portugal. The Man, o Saint Etienne han publicado discos que, sin ser realmente decepcionantes en comparación con el nivel medio de sus carreras, tampoco se han acercado a sus mejores momentos. Y es que parece que el panorama musical en este 2017, con tan pocas ventas físicas, tantos "dinosaurios" rentabilizando canciones de hace varias décadas en giras inacabables, y tanto streaming, no resulta lo suficientemente motivador para que artistas ya consagrados se esfuercen por dar lo mejor de sí mismos. A ver qué sucede con otros artistas fijos de este blog (The Killers, Cut Copy, Liam Gallagher) que publicarán sus nuevas entregas en próximos meses. Me espero cualquier cosa.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
jueves, 24 de agosto de 2017
lunes, 14 de agosto de 2017
Little Cub: "Still life" (2017)
Hubo un tiempo en que las Islas Británicas marcaban la pauta en cuanto a la evolución de la música pop, y prácticamente todos los años surgía una banda cuya repercusión y trayectoria perduraba a lo largo de los años. Sin embargo, con la llegada del siglo XXI la cantidad y sobre todo la calidad de las nuevas propuestas ensalzadas de manera desmesurada por el Melody Maker pegó un bajón que continúa hasta nuestros días (baste pensar en bandas que apuntaban muy alto en los últimos dos decenios pero no han llegado a ese nivel, desde The Artic Monkeys hasta Foals). De hecho, en lo que va de década sólo salvaría de la quema a los personalísimos Alt-J (a pesar de la notable decepción de su reciente "Relaxer"). Por eso es reconfortante toparse con una nueva banda británica que en mi opinión por fin responde a la expectación generada: el trío londinense Little Cub. Formado por Dominic Gore, cantante y letrista, y los multi-instrumentistas Duncan Tootill y Ady Acolatse, son una formación sorprendentemente madura, capaz de instrumentar y producir con elegancia y personalidad todas sus composiciones.
Me da la impresión de que la crítica especializada ha errado el tiro en cuanto al estilo y las referencias de la banda. Ante todo, porque hablan de Little Cub como una banda de música electrónica (!!), sin darse cuenta de en el año 2017 la inmensa mayoría de los álbumes que se publican se sustentan como es natural en las nuevas tecnologías. Y hablan de New Order como una referencia continua, algo que siendo un admirador de los mancunianos no termino de ver. Para mí, Little Cub es una banda de pop sofisticado, pero pop en sentido tradicional, con guitarras, bajo y batería. Otra cosa es que su capacidad instrumental haga que prácticamente todo cambie a lo largo del desarrollo de una composición, y al bajo slap le sustituya en un momento dado un bajo sintetizado, por ejemplo. Pero la ausencia de instrumentos reales, el minutaje excesivo, los bombos sobredimensionados, el auto-tune más juguetón, y todo lo que solemos asociar a la electrónica, está ausente de "Still life". Y en cuanto a las referencias, para mí la más evidente es los alemanes The Notwist (y no sólo por la similitud vocal entre Markus Acher, su cantante, y Dominic Gore), sino porque aunque no reniegan de los instrumentos electrónicos, emplean mayoritariamente instrumentos reales. Y muestran lo mejor de sí mismos en composiciones delicadas, melancólicas, con la sensibilidad a flor de piel y orfebrerías instrumentales que conviene disfrutar con nuestros mejores auriculares.
"Still life" no es un álbum largo (11 temas, 42 minutos), y como buen debut ha sido el fruto de muchos sencillos publicados en los últimos doce meses (hasta un total de cinco). Por lo que es difícil que si esos sencillos nos han llamado la atención quedemos defraudados con el resultado. Aunque es necesario reconocer que el grupo instrumenta mejor que compone, y compone mejor las progresiones armónicas que las melodías. No es el caso de "Too much love", tema de apertura, tercer sencillo publicado y uno de los mejores momentos del álbum: que empieza como un medio tiempo envolvente sobre elaborados arpegios de guitarra, y continúa con su extensa confesión hasta que, hacia la mitad, cambia de tonalidad y acerca el tema a las pistas de baile más indie superponiendo intetizadores, reforzando los platillos, y proponiendo uno de los mejores estribillos del álbum. Le sigue "My nature", segundo sencillo, quizá un poquitín inferior a la anterior pero muy interesante con su atmósfera inquietante y sus sintetizadores que van subiendo de volumen, creando una especie de trip-hop contemporáneo cada vez más intenso que a veces se transforma en un tema pop con bajo y batería reales, y que sorprende con un cambio de tonalidad pasados dos minutos que hace las veces de estribillo.
"Breathing space" es el último sencillo hasta la fecha, y quizá el menos interesante: un arpegio de sintetizador durante las estrofas que acaba resultando un poco cansino, un estribillo sin mucho gancho, y los intervalos instrumentales sobre el mismo acorde como pasajes más relevantes. "Mulberry" baja el tempo y sube la inspiración en una balada muy en la línea de The Notwist, con instrumentos que parecen no querer romper el silencio y ese precioso "Deep grooves that could hide all manner of things" que da paso a las dos guitarras eléctricas que se entrecruzan sin pisarse durante el excelente minuto final. Aunque quizá el mejor tema del álbum sea "Death Of A Football Manager", la historia del suicido del ex-futbolista y entrenador galés Gary Spee, relatada sobre una original batería, recurriendo nuevamente a los sintetizadores envolventes y a una pesimismo que pone los pelos de punta en su excelente estribillo ("only an act of love"), y manteniendo el listón hasta el final gracias a sus preciosas guitarras.
"Hypnotise" fue el cuarto sencillo, y aunque queda lejos de los mejores momentos del álbum por su melodía un tanto repetitiva, no desentona con esa especie de redoble de tambor que vertebra todo el tema y ese tramo final con los loops reproducidos al revés y sus sintetizadores acuosos. "Closing time" es quizá el tema más experimental dentro de un disco que se aleja siempre de los arreglos convencionales, con sólo la voz doblada y el bajo y la batería durante las estrofas, amen de unos espartanos intervalos instrumentales que se acercan a la indietrónica más bailable en su tramo final. "October" es el segundo tema lento, un tema correcto con lejanos guiños ochenteros y sin mayores sorpresas. "Loveless" fue el primer sencillo de su carrera, y sigue siendo una de sus mejores canciones: a pesar de su batería real de ritmo originalmente sincopado, quizá sea el tema más "electrónico" del disco a gracias su bajo sintetizado y a los múltiples teclados que la adornan, aunque lo mejor sea la cautivadora progresión armónica de su sencillo y eficaz estribillo, que recrean en el tramo final subiendo la intensidad en un elegante crescendo.
"Snow" es el tercer y último tema lento, más etéreo que los anteriores y con menos tirón, quizá por la ausencia de percusión, un estribillo más flojo que las estrofas, y una mayor convencionalidad a la hora de instrumentar. Y "Television" cierra este meritorio álbum con un panorama gélido que va cogiendo fuerza mientras que las voces de Dominic se siguen superponiendo y distorsionando, hasta llegar a un pasaje instrumental excelente con todos los instrumentos brillando en armonía. Porque al final eso es lo que permanece de estas once canciones: la capacidad del trío para armonizar los cambios continuos de instrumentación dentro de una misma canción. Se les podrá reprochar cierta homogeneidad en sus composiciones, cierta monotonía en las interpretaciones vocales de Dominic, o la dificultad que tendrán a la hora de interpretar los temas en directo. Pero si no estamos hablando del mejor álbum que va a ver la luz en mi humilde opinión en este 2017 por talento, personalidad y creatividad, poco le va a faltar. Así que a ver si tienen algo más de repercusión popular, porque se lo merecen.
Me da la impresión de que la crítica especializada ha errado el tiro en cuanto al estilo y las referencias de la banda. Ante todo, porque hablan de Little Cub como una banda de música electrónica (!!), sin darse cuenta de en el año 2017 la inmensa mayoría de los álbumes que se publican se sustentan como es natural en las nuevas tecnologías. Y hablan de New Order como una referencia continua, algo que siendo un admirador de los mancunianos no termino de ver. Para mí, Little Cub es una banda de pop sofisticado, pero pop en sentido tradicional, con guitarras, bajo y batería. Otra cosa es que su capacidad instrumental haga que prácticamente todo cambie a lo largo del desarrollo de una composición, y al bajo slap le sustituya en un momento dado un bajo sintetizado, por ejemplo. Pero la ausencia de instrumentos reales, el minutaje excesivo, los bombos sobredimensionados, el auto-tune más juguetón, y todo lo que solemos asociar a la electrónica, está ausente de "Still life". Y en cuanto a las referencias, para mí la más evidente es los alemanes The Notwist (y no sólo por la similitud vocal entre Markus Acher, su cantante, y Dominic Gore), sino porque aunque no reniegan de los instrumentos electrónicos, emplean mayoritariamente instrumentos reales. Y muestran lo mejor de sí mismos en composiciones delicadas, melancólicas, con la sensibilidad a flor de piel y orfebrerías instrumentales que conviene disfrutar con nuestros mejores auriculares.
"Still life" no es un álbum largo (11 temas, 42 minutos), y como buen debut ha sido el fruto de muchos sencillos publicados en los últimos doce meses (hasta un total de cinco). Por lo que es difícil que si esos sencillos nos han llamado la atención quedemos defraudados con el resultado. Aunque es necesario reconocer que el grupo instrumenta mejor que compone, y compone mejor las progresiones armónicas que las melodías. No es el caso de "Too much love", tema de apertura, tercer sencillo publicado y uno de los mejores momentos del álbum: que empieza como un medio tiempo envolvente sobre elaborados arpegios de guitarra, y continúa con su extensa confesión hasta que, hacia la mitad, cambia de tonalidad y acerca el tema a las pistas de baile más indie superponiendo intetizadores, reforzando los platillos, y proponiendo uno de los mejores estribillos del álbum. Le sigue "My nature", segundo sencillo, quizá un poquitín inferior a la anterior pero muy interesante con su atmósfera inquietante y sus sintetizadores que van subiendo de volumen, creando una especie de trip-hop contemporáneo cada vez más intenso que a veces se transforma en un tema pop con bajo y batería reales, y que sorprende con un cambio de tonalidad pasados dos minutos que hace las veces de estribillo.
"Breathing space" es el último sencillo hasta la fecha, y quizá el menos interesante: un arpegio de sintetizador durante las estrofas que acaba resultando un poco cansino, un estribillo sin mucho gancho, y los intervalos instrumentales sobre el mismo acorde como pasajes más relevantes. "Mulberry" baja el tempo y sube la inspiración en una balada muy en la línea de The Notwist, con instrumentos que parecen no querer romper el silencio y ese precioso "Deep grooves that could hide all manner of things" que da paso a las dos guitarras eléctricas que se entrecruzan sin pisarse durante el excelente minuto final. Aunque quizá el mejor tema del álbum sea "Death Of A Football Manager", la historia del suicido del ex-futbolista y entrenador galés Gary Spee, relatada sobre una original batería, recurriendo nuevamente a los sintetizadores envolventes y a una pesimismo que pone los pelos de punta en su excelente estribillo ("only an act of love"), y manteniendo el listón hasta el final gracias a sus preciosas guitarras.
"Hypnotise" fue el cuarto sencillo, y aunque queda lejos de los mejores momentos del álbum por su melodía un tanto repetitiva, no desentona con esa especie de redoble de tambor que vertebra todo el tema y ese tramo final con los loops reproducidos al revés y sus sintetizadores acuosos. "Closing time" es quizá el tema más experimental dentro de un disco que se aleja siempre de los arreglos convencionales, con sólo la voz doblada y el bajo y la batería durante las estrofas, amen de unos espartanos intervalos instrumentales que se acercan a la indietrónica más bailable en su tramo final. "October" es el segundo tema lento, un tema correcto con lejanos guiños ochenteros y sin mayores sorpresas. "Loveless" fue el primer sencillo de su carrera, y sigue siendo una de sus mejores canciones: a pesar de su batería real de ritmo originalmente sincopado, quizá sea el tema más "electrónico" del disco a gracias su bajo sintetizado y a los múltiples teclados que la adornan, aunque lo mejor sea la cautivadora progresión armónica de su sencillo y eficaz estribillo, que recrean en el tramo final subiendo la intensidad en un elegante crescendo.
"Snow" es el tercer y último tema lento, más etéreo que los anteriores y con menos tirón, quizá por la ausencia de percusión, un estribillo más flojo que las estrofas, y una mayor convencionalidad a la hora de instrumentar. Y "Television" cierra este meritorio álbum con un panorama gélido que va cogiendo fuerza mientras que las voces de Dominic se siguen superponiendo y distorsionando, hasta llegar a un pasaje instrumental excelente con todos los instrumentos brillando en armonía. Porque al final eso es lo que permanece de estas once canciones: la capacidad del trío para armonizar los cambios continuos de instrumentación dentro de una misma canción. Se les podrá reprochar cierta homogeneidad en sus composiciones, cierta monotonía en las interpretaciones vocales de Dominic, o la dificultad que tendrán a la hora de interpretar los temas en directo. Pero si no estamos hablando del mejor álbum que va a ver la luz en mi humilde opinión en este 2017 por talento, personalidad y creatividad, poco le va a faltar. Así que a ver si tienen algo más de repercusión popular, porque se lo merecen.
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