La relativamente reciente victoria del magnate Donald Trump en las elecciones a la presidencia de los E.E.U.U. ha otorgado una magnitud desconocidad a un fenómeno que siempre ha estado presente en la música contemporánea: el alineamiento de un buen número de artistas a favor (o en este caso en contra) de una opción política. Hasta un extremo tal que me ha parecido oportuno escribir una reseña al respecto. Por supuesto, no pretendo entrar a juzgar al magnate (bastante bombardeo hemos sufrido ya en las últimas semanas por parte de los medios de comunicación), ni posicionar políticamente a este humilde blog (cuyo contenido es exclusivamente la música, no la política). Pero sí reflexionar sobre estos artistas que adoptan una posicion tan beligerante.
Hace unos años ya reflexioné sobre un tema tangencial al de esta entrada, al tratar de los músicos "concienciados", cuestionándome si dicha actitud era elogiable o simplemente ventajista. Ahora pretendo ahondar en las supuestas ventajas que obtienen dichos artistas por posicionarse. Puesto que está claro que si la posición que defienden explícitamente alcanza o mantiene el poder, podrán beneficiarse de una mayor difusión en los medios de comunicación afines, facilidades para el acceso a determinados recintos, excepciones para organizar macroeventos, mayor relevancia en los premios musicales, e incluso potenciales subvenciones. En definitiva, podrán aumentar (de manera lícita) el dinero que generarán por el ejercicio de su actividad artística. Ahora bien, lo que deberían plantearse es si esa relevancia e ingresos adicionales compensarán los inconvenientes que generará la posición contraria si es que triunfa.
Porque enemistarse con los centros de poder puede ser extremadamente peligroso: aunque las discográficas hayan perdido buena parte de su posición dominante, un artista "señalado" puede dejar de ser interesante para ellas; también puede dejar de ser atractivo para las radiofórmulas, que preferirán contenidos más neutros y accesibles; también para determinados promotores musicales u organizadores de conciertos, si la presencia del artista puede generar tensión o altercados; incluso si el tono de beligerancia ha sido elevado, puede que el artista quede vetado en las plataformas de streaming. En definitiva, su carrera musical puede quedar en entredicho.
Y lo que es peor aún: puede que seguidores habituales de ese intérprete o banda se alejen a la vista de ese posicionamiento férreo. Porque probablemente una parte considerable de sus seguidores sí comulguen (o al menos no se opongan) a la posición que haya resultado vencedora. Y no vean en ese intérprete un gurú omniscente que también resulta ser un experto en sociología, filosofía, ciencias políticas, etc. Menos aún si encima utiliza como argumentario tópicos manidos y superficiales como "falta de democracia", "marginación consciente", etc. Por lo que si el intérprete en cuestión genera rechazo en sus seguidores, corre serio riesgo de perderlos, y ya le sería difícil recuperarlos aunque musicalmente siguiera dando en el clavo.
De hecho, si lo pensamos fríamente veremos que estos artistas que se posicionan tan nítidamente a nivel político pecan de una soberbia desmedida: porque piensan que sus incuestionables cualidades musicales van acompañadas de una autoridad similar en otros ámbitos. Casi como si fueran superhombres. En realidad, bastante difícil es ya destacar en una parcela de las artes o las ciencias como para convertirse en una autoridad en varias de ellas. Pero también porque valiéndose de su posición privilegiada como personajes públicos pueden posicionarse públicamente, esperando influir a los potenciales votantes de la opción que defienden. Aunque en realidad a nadie con un mínimo de grado de madurez le va a interesarse lo que, por ejemplo, piense Madonna sobre Donald Trump, por mucho que sea seguidor de la Ciccione.
En definitiva, en mi opinión a lo que a todo artista debería aspirar es a la mayor difusión y perdurabilidad de su obra. Por lo que cuanto más aséptica la haga respecto a otros ámbitos de la sociedad, y más genéricos sean los sentimientos que exprese, mayor audiencia logrará a lo largo del espacio y del tiempo, y por tanto mayores beneficios a todos los niveles. Dejemos la música para los músicos, y la política para los políticos.
Muy de acuerdo :-)
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