domingo, 29 de enero de 2017

Sinestar - "Evolve" (2016)

Las revisiones anuales que diversas publicaciones y blogs especializados realizan de lo más interesante publicado a nivel musical en el año que acaba de terminar son una buena oportunidad de descubrir álbumes que habían pasado desapercibidos. Eso es lo que me ha sucedido con "Evolve", el segundo álbum de los para mí hasta ahora desconocidos Sinestar: un cuarteto de Bristol, Reino Unido, que, musicalmente hablando, proponen una llamativa mezcla entre Depeche Mode, And One y Erasure, con añadidos del eurobeat y del trance que coparon las listas de ventas en los noventa. Lo que provoca que este "Evolve" combine momentos en mi opinión interesantes y muy adecuados para actuaciones en directo con otros ramplones y casi casi prescindibles. Aunque como el álbum es bastante largo (catorce temas) hay argumentos suficientes para reseñarlo en este humilde blog.

Sinestar lo forman Iain Brownlie (voz, guitarra), Mark Trueman (sintetizadores), James Skuse (bajo) y Matt Mohangee (batería). Aunque el rol de los dos últimos es bastante discreto, puesto que en muchos temas se nota claramente que la percusión está creada con cajas, bombos y platillos programados, y la línea de bajo es generalmente sintetizada. Salvo que sean ellos quienes programen batería y bajo en todas esas composiciones, claro. Así que el grueso de su sonido recae en Brownlie (un vocalista de registro amplio pero con tendencia a enfatizar en exceso sus interpretaciones, un poco en la línea de Matt Belamy de Muse) y Mark Trueman (un teclista competente que siempre enriquece las canciones con arpegios y detalles certeros).

El álbum se abre con "Ready, set, go and die", una buena muestra del estilo predominante del álbum: tempo alto, bombo en primer plano orientado a la pista de baile, bajo sintetizado, una melodía elaborada, un teclado completando con acierto estrofa y estribillo... y un cierto sabor al eurobeat más previsible, sobre el cual la voz tendente al histrionismo Brownlie no termina de encajar, dos factores que restan puntos no sólo a éste sino a buena parte de los temas. En la misma línea sigue "The Madness Of Control", que bebe más claramente del eurobeat (¿recuerdan a Haddaway?), y se queda en mi opinión un escalón por debajo de su predecesora. "The Same Way" fue el sencillo que anticipó el álbum en 2015, y aun moviéndose en los mismos parámetros que las anteriores, me parece uno de los momentos más inspirados del álbum: un toque de oscuridad a lo Depeche Mode, que encaja mejor con la base contundente sobre la que se construye el tema, y que permite a Brownlie forzar menos la voz en las meritorias estrofas.

"Stop the clocks" es el primero de los temas claramente deudores de Vince Clarke y Andy Bell: un medio tiempo luminoso, de sintetizadores juguetones y estribillo pop correcto pero al que le falta magia. Más inspirado es el siguiente corte, quizá lo más brillante que "ha publicado Erasure" en el último lustro: "Heart to the fire" tiene ese comienzo puramente sintético tan habitual en el dúo que da pie a un precioso sintetizador que ensalza brillantemente los intervalos instrumentales, y que da pie a una inspirada melodía de puro pop atemporal. Con un estribillo de notas un poco menos forzadas sería un temazo incontestable. "Fortune faded", siguiente corte y segundo sencillo, vuelve a acelerar los bpms y a arrimarse en esta ocasión al techno alemán, a medio camino entre And One y Sash!, dando como resultado un tema machacón y para mi gusto bastante ramplón. "Running home" es un tema de instrumentación menos electrónica (ahora sí se escucha claramente una batería) y vocación más poppy, como lo refrenda la colaboración vocal de la para mí desconocida Hannah Brownlie, imagino que hermana de Iain. Aunque esto causa que el resultado sea un tanto anodino. "Falling" sea quizá junto "Heart to the fire" el mejor momento de todo el álbum: una progresión armónica tenebrosa e intensa sobre la que Brownlie no necesita forzar la voz, refrendada por un bajo sintetizado tan obsesivo como eficaz, y con pequeños toques de guitarra en los intervalos instrumentales que le sientan muy bien.

"Avoiding the silence" tiene un toque de electrónica escandinava en sus estrofas, aunque en el estribillo casi parece una versión de los olvidados Culture Beat, volviendo a quedarse a medio camino entre lo meritorio y lo ramplón. Le sigue "Time expired", el tema que más recuerda a Depeche Mode, más lento que el anterior, menos orientado instrumentalmente a la pista de baile, y nuevamente con unas estrofas más inspiradas que el estribillo. "The mirror song" juega a ser la canción más diferente del disco: también arranca como una composición inspirada en Erasure, hasta llegar a un estribillo en falsete propio del Andy Bell más sensiblero, pero hacia la mitad cambia de tonalidad y entran una batería "de verdad" y una guitarra distorsionada de fondo, que remata un pequeño rap con el que Brownlie se atreve para explotar al máximo el tema. Con lo que sin resultar brillante sí que aporta originalidad.

"Chemical romance" se acerca al Hi-NRG de principios de los ochenta con sus bases sintéticas y su melodía sencilla y un tanto obsesiva, en un estribillo sabiamente realzado por el cambio en la progresión armónica. "My perspective" regresa a la senda más transitada de "Evolve", a medio camino entre el synthpop y el eurobeat, nuevamente con los teclados de Trueman como mejor baza de un tema simplemente correcto. Y "Sentinel" es una forma no excesivamente brillante de cerrar este extenso álbum, con el segundo tema menos electrónico del mismo, ritmo cadencioso y una atmósfera ominosa, cuya mejor baza es el intervalo instrumental sobre el que finalmente Brownlie entona "We're trying...".

Si uno le concede varias oportunidades a "Evolve" y se abstrae de ciertas referencias casposas y de algunos momentos ramplones, en seguida empezarán a florecer virtudes suficientes como para no eliminarlo de nuestra discoteca particular. Lo que no tengo claro es qué evolución seguirá la banda: porque por propuesta este álbum debería haber tenido una difusión mucha mayor de la que en realidad ha alcanzado. Pero supongamos que esa escasa repercusión no cercena la banda, que el cuarteto aprende a separar mejor lo bueno de lo malo de su propuesta, y que Brownlie logra adaptar su voz al estilo de cada tema. Si todo ello sucede, estaremos ante una banda con un futuro muy prometedor. Pero no aventuremos el futuro y quedémonos de momento con lo más meritorio de su presente.

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