En la siguiente entrada voy a intentar dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿es válida la música creada por DJs? Una pregunta que, a pesar de los años transcurridos desde que los DJs abandonaron su mera faceta de seleccionadores de temas para adentrarse en la mera composición (hará cosa de tres decenios), sigue estando en el aire. No tanto en el terreno comercial, en el que DJs como los reflejados en la foto (Avicii, David Guetta, Tiesto, Calvin Harris, etc.) copan desde hace más de una década las listas de ventas (especialmente las de sencillos), sino en el terreno de la crítica especializada, buena parte de la cual aún les niega incluso el derecho a reflexionar sobre sus creaciones.
A ello contribuye de manera decisiva la capacidad de los DJs para interpretar en directo sus composiciones. Para la mayor parte de la crítica directo equivale a autenticidad. Esto es indudable para por ejemplo el jazz, pero en la música pop contemporánea ya no está tan claro. Porque incluso la mayor parte de las bandas de rock (que podrían ser las que más respetan actualmente el concepto del directo), no dudan en mejorar su sonido recurriendo a pistas pregrabadas, tales como coros adicionales, percusiones programadas, secciones orquestales demasiado caras para trasladarlas en una gira... Esta técnica de las pistas adicionales es llevada por los artistas de tendencias más electrónicas a un segundo estadio, en el que apenas hay uno o dos músicos tocando en directo delante del público (aunque la parte vocal sí suele ser respetada por el cantante de turno). En este sentido los DJs compositores van un paso más allá, y en su inmensa mayoría se limitan a reproducir sus composiciones en formato digital, sin más creatividad que una subida o bajada espóradica de alguna franja de frecuencias en su mesa de mezclas (por ejemplo para resaltar los bajos), o a lo sumo un enlace original con su siguiente tema. Demasiado poco para la crítica. Y menos aún si esa ausencia interpretativa queda sustituida por continuos saltos y frases que inciten al público o la pose de "fijaos qué trascendental y complejo es lo que estoy haciendo delante de todos vosotros", aunque sea una mera pantomima.
Ahora bien, otra parte de los analistas musicales (en la que humildemente me incluyo), asumen que, siendo relevante la interpretación en directo a la hora de lograr una mejor conexión con sus seguidores y favorecerle su reputación a cualquier artista, lo esencial de todo solista o banda es las canciones que componga (o le compongan). A modo de ejemplo basta decir que The Beatles, posiblemente la banda más unánimemente reconocida por su calidad en el panorama de la música contemporánea, prácticamente renunciaron a la interpretación en directo para la creación de lo más granado de su discografía. Porque aunque es meritorio y digno de elogio dominar un instrumento y exhibir ese talanto en lo alto de un escenario, para mí lo es más enfrentarse al pentagrama vacío o al silencio del estudio de grabación y seleccionar unas notas que provoquen posteriormente la emoción en millones de personas.
Y ahí es donde creo que esa parte mayoritaria de la crítica se equivoca. Porque dando por sentido que muchos de los DJs de éxito no serían capaces de tocar decentemente ningún instrumento, sí que saben lo que supone crear una canción a partir de la nada. Cierto es que con elementos que facilitan mucho su trabajo y que les abstraen de unos conocimientos musicales profundos (con el Pro-tools y los diversos auto-tunes a la cabeza de una lista muy larga), pero que por sí solos no son capaces de generar los temas con los que ellos amasan sus fortunas. Y que además también requieren unas habilidades no tanto musicales en el sentido tradicional, pero sí de programación, acústica y electrónica en general que aunque no me atreva a calificar como virtuosismo tampoco deben ser despreciados.
Aparte de por su incapacidad para interpretar en directo y por sus endebles conocimientos musicales, la tercera razón por la que mayoritariamente la música de los DJs de éxito es despreciada es por la vertiente lúdica de sus temas. Que es incuestionable: ritmos rápidos y simples (muchas veces copiados de otros DJs o repetidos n veces a lo largo de su discografía), progresiones armónicas sencillas o incluso inexistentes, reducido número de partes que se repiten durante muchos minutos, letras vanales o incluso hilarantes, sonidos histriónicos... Pero que no quita para que sea eficaz en su ámbito: la pista de baile (o por extensión el salón de casa). No debemos desdeñar que históricamente una de las funciones básicas de la música ha sido acompañar en los momentos de alegría al ser humano, favoreciéndole su desinhibición y eventual comunión con su prójimo, y no hay nada de malo en ello. Tan respetable es, por ejemplo, un complejo y cadencioso tema de quince minutos de Pink Floyd paladeado en silencio con nuestros auriculares favoritos, como un trallazo de David Guetta a las cuatro de la madrugada en compañía de los amigos. Todo es música.
Así que aunque por su simplicidad creativa y su reiteración estilística la música creada por DJs seguirá sin tener mención especial en este humilde blog, sí que nos posicionaremos siempre en una posición de respeto hacia sus creadores. Al fin y al cabo, como decía la islandesa Björk, cuando voy a una discoteca no me interesa el mensaje de la música que el DJ esté pinchando, pues seré yo quien ponga las palabras "flirteando" con la clientela o "desfasando" con los amigos. Lo que interesa es que anime a seguir con la fiesta. Y de eso saben mucho los DJs.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 20 de septiembre de 2015
miércoles, 2 de septiembre de 2015
MS MR: "How does it feel" (2015)
El dúo neoyorkino formado por la personalísima Lizzy Plapinger (vocalista) y el teclista y producor Max Hershenow ha publicado hace pocas semanas "How does it feel", el segundo disco de su carrera. Un disco que llega dos años después del recomendable "Secondhand rapture", con el que ganaron el favor mayoritario de la crítica y que por caer demasiado tarde en mis manos no reseñé en este blog. Un periodo no demasiado largo si lo comparamos con el que otros artistas emplean en concluir el temido segundo álbum. Lo que parece una decisión consciente (y acertada) para seguir abriéndose camino en el complejo panorama del pop alternativo contemporáneo antes de que pase su momento.
Este segundo disco les muestra más versátiles y capaces de llegar a un público más amplio que el limitado a los sonidos electrónicos. Pero desde mi punto de vista adolece de una producción demasiado mate, que les resta energía. No es que sea partidario de los temas de volumen maximizado artificialmente que predominan actualmente en la lista de ventas, pues a mi modo de ver ese uso abusivo del volumen resta sensibilidad a las composiciones. Pero "How does it feel" se va al otro extremo: a pesar de estar grabado en un estudio de prestigio (el Electric Ladyland que creó Jimi Hendrix en 1968), la mayoría de las canciones adolecen de un sonido poco pulido, dificultando incluso la distinción de los instrumentos que las interpretan. Algo particularmente fácil de observar cuando escuchamos esos mismos temas en directo, con un sonido más penetrante y cautivador (especialmente ciertos sintetizadores). Otro detalle que le resta puntos es que absolutamente todas las composiciones tienen constreñida la parte instrumental. Es comprensible que los temas los sostenga la enérgica voz de Plapinger y sus letras tan personales, pero muchos de ellos darían más de sí si se reservaran unos cuantos compases para el lucimiento de los instrumentos que la arropan. Porque tal cual está planteado ahora el resultado parece más propio de una estrella de pop adolescente que debe cantar de principio a fin.
Centrándonos en las composiciones, el disco baja en mi opinión un peldaño respecto a su predecesor pero mantiene razonablemente el tipo. Se abre con la obsesiva "Painted", primer sencillo con unos logrados cambios de ritmo y eficaz en unas intensas estrofas sostenidas por el bajo eléctrico, pero al que no le sienta del todo bien el piano electrónico directamente inspirado en el euro-dance de los 90. Prosigue con "Criminals", también el segundo sencillo, un tema más atmosférico en las estrofas, con un estribillo más envolvente y un puente que recuerda a las Haim, pero al que posiblemente le falte algo de gancho para convertirse en una composición bandera de la banda. "No guilt in pleasure", tercer tema, es uno de los que mejor evidencia esa producción mate a la que aludía antes, con el teclado de Hershenow relegado a un segundo plano que le resta intensidad a su fenomenal estribillo. Aun así, la sugestiva letra, la excelente interpretación de Plapinger, la ingeniosa percusión y un muy elaborado puente la convierten en uno de los mejores momentos del álbum.
La cadenciosa "Wrong victory" cumple el expediente, especialmente en un estribillo con un original cambio de tonalidad al final, pero no entusiasma. "Tripolar", el quinto corte, es el tema que apuesta por un sonido menos electrónico (bajo, batería, guitarra y piano son reales), lo que le confiere personalidad, pero es el segundo tema seguido de ritmo más bien lento, lo que puede hacer asomar la sombra del aburrimiento. Afortunadamente "How does it feel", la canción que da título al disco, viene al rescate, con su ritmo más vivo, sus violines electrónicos sincopados y sus estrofas cargadas de tensión. Aunque siendo MS MR un grupo de estribillos, éste resulta sensual pero demasiado estridente a la hora de machacar una y otra vez la frase del título.
"Tunnels" es el primero de los dos temas que recuerdan poderosamente a los míticos Yazoo de principios de los ochenta: ese tapiz electrónico sencillo que creaba Vince Clarke, esa voz grave a lo Allison Moyet y esa melancolía poderosamente emotiva. Aquí además la batería es muy original en las estrofas, y el doble estribillo termina por redondear el resultado. Si bien mi tema favorito del álbum es "Leave me alone", otro homenaje accidental a Yazoo (recuerda poderosamente a "Anyone"): la mejor progresión armónica del álbum, una austeridad instrumental por momentos temerosa de romper el silencio, una letra impactante, y un estribillo sobrecogedor. El siguiente tema, "Reckless" retoma las referencias del euro-dance en los teclados, aunque huye del ritmo binario simplón y juega su baza en un estribillo que incita al baile.
"Cruel", antepenúltimo corte, nos propone un pop reposado de aromas ligeramente brasileños en las estrofas a lo Swing Out Sister, si bien su punto fuerte es su meritorio estribillo. "Pieces", sin llegar a ser un temazo, sube el nivel con una intimista y desgarradora estrofa realzada por una sección de cuerda y un ritmo original, que remata otro acertado estribillo. Y "All the things lost" juega a ser el clásico baladón sostenido por voz y piano con el que cerrar el álbum. Se trata de una bonita composición sobre una interesante y bien arreglada progresión armónica, pero para mi gusto le falta un estribillo con texto (no sólo sonidos) y valentía para hacerlo crecer como hicieron los británicos London Grammar con el relativamente similar "Nightcall", y no limitarse a acabarlo tras apenas tres minutos.
Sus cualidades como músicos y compositores, su excelente presencia y capacidad para llenar el escenario, su creatividad en cada composición (todas ellas con puentes claramente diferenciados de las estrofas y los estribillos, y muy elaborados)... son muchas las virtudes que poseen. Les falta centrar un poco más su estilo (que puede oscilar en demasía para el gran público), potenciar los temas más rápidos frente a los temas más lentos (a veces demasiado convencionales), dar más espacio a la instrumentación, y encontrar un productor que saque brillo a su sonido. Aun así no hay ningún tema realmente flojo, la mayoría cuenta con estribillos eficaces y hay al menos tres cortes de mucho nivel. Razones suficientes para incorporar el álbum a nuestra discoteca particular y para confiar en que puedan seguir creciendo.
Este segundo disco les muestra más versátiles y capaces de llegar a un público más amplio que el limitado a los sonidos electrónicos. Pero desde mi punto de vista adolece de una producción demasiado mate, que les resta energía. No es que sea partidario de los temas de volumen maximizado artificialmente que predominan actualmente en la lista de ventas, pues a mi modo de ver ese uso abusivo del volumen resta sensibilidad a las composiciones. Pero "How does it feel" se va al otro extremo: a pesar de estar grabado en un estudio de prestigio (el Electric Ladyland que creó Jimi Hendrix en 1968), la mayoría de las canciones adolecen de un sonido poco pulido, dificultando incluso la distinción de los instrumentos que las interpretan. Algo particularmente fácil de observar cuando escuchamos esos mismos temas en directo, con un sonido más penetrante y cautivador (especialmente ciertos sintetizadores). Otro detalle que le resta puntos es que absolutamente todas las composiciones tienen constreñida la parte instrumental. Es comprensible que los temas los sostenga la enérgica voz de Plapinger y sus letras tan personales, pero muchos de ellos darían más de sí si se reservaran unos cuantos compases para el lucimiento de los instrumentos que la arropan. Porque tal cual está planteado ahora el resultado parece más propio de una estrella de pop adolescente que debe cantar de principio a fin.
Centrándonos en las composiciones, el disco baja en mi opinión un peldaño respecto a su predecesor pero mantiene razonablemente el tipo. Se abre con la obsesiva "Painted", primer sencillo con unos logrados cambios de ritmo y eficaz en unas intensas estrofas sostenidas por el bajo eléctrico, pero al que no le sienta del todo bien el piano electrónico directamente inspirado en el euro-dance de los 90. Prosigue con "Criminals", también el segundo sencillo, un tema más atmosférico en las estrofas, con un estribillo más envolvente y un puente que recuerda a las Haim, pero al que posiblemente le falte algo de gancho para convertirse en una composición bandera de la banda. "No guilt in pleasure", tercer tema, es uno de los que mejor evidencia esa producción mate a la que aludía antes, con el teclado de Hershenow relegado a un segundo plano que le resta intensidad a su fenomenal estribillo. Aun así, la sugestiva letra, la excelente interpretación de Plapinger, la ingeniosa percusión y un muy elaborado puente la convierten en uno de los mejores momentos del álbum.
La cadenciosa "Wrong victory" cumple el expediente, especialmente en un estribillo con un original cambio de tonalidad al final, pero no entusiasma. "Tripolar", el quinto corte, es el tema que apuesta por un sonido menos electrónico (bajo, batería, guitarra y piano son reales), lo que le confiere personalidad, pero es el segundo tema seguido de ritmo más bien lento, lo que puede hacer asomar la sombra del aburrimiento. Afortunadamente "How does it feel", la canción que da título al disco, viene al rescate, con su ritmo más vivo, sus violines electrónicos sincopados y sus estrofas cargadas de tensión. Aunque siendo MS MR un grupo de estribillos, éste resulta sensual pero demasiado estridente a la hora de machacar una y otra vez la frase del título.
"Tunnels" es el primero de los dos temas que recuerdan poderosamente a los míticos Yazoo de principios de los ochenta: ese tapiz electrónico sencillo que creaba Vince Clarke, esa voz grave a lo Allison Moyet y esa melancolía poderosamente emotiva. Aquí además la batería es muy original en las estrofas, y el doble estribillo termina por redondear el resultado. Si bien mi tema favorito del álbum es "Leave me alone", otro homenaje accidental a Yazoo (recuerda poderosamente a "Anyone"): la mejor progresión armónica del álbum, una austeridad instrumental por momentos temerosa de romper el silencio, una letra impactante, y un estribillo sobrecogedor. El siguiente tema, "Reckless" retoma las referencias del euro-dance en los teclados, aunque huye del ritmo binario simplón y juega su baza en un estribillo que incita al baile.
"Cruel", antepenúltimo corte, nos propone un pop reposado de aromas ligeramente brasileños en las estrofas a lo Swing Out Sister, si bien su punto fuerte es su meritorio estribillo. "Pieces", sin llegar a ser un temazo, sube el nivel con una intimista y desgarradora estrofa realzada por una sección de cuerda y un ritmo original, que remata otro acertado estribillo. Y "All the things lost" juega a ser el clásico baladón sostenido por voz y piano con el que cerrar el álbum. Se trata de una bonita composición sobre una interesante y bien arreglada progresión armónica, pero para mi gusto le falta un estribillo con texto (no sólo sonidos) y valentía para hacerlo crecer como hicieron los británicos London Grammar con el relativamente similar "Nightcall", y no limitarse a acabarlo tras apenas tres minutos.
Sus cualidades como músicos y compositores, su excelente presencia y capacidad para llenar el escenario, su creatividad en cada composición (todas ellas con puentes claramente diferenciados de las estrofas y los estribillos, y muy elaborados)... son muchas las virtudes que poseen. Les falta centrar un poco más su estilo (que puede oscilar en demasía para el gran público), potenciar los temas más rápidos frente a los temas más lentos (a veces demasiado convencionales), dar más espacio a la instrumentación, y encontrar un productor que saque brillo a su sonido. Aun así no hay ningún tema realmente flojo, la mayoría cuenta con estribillos eficaces y hay al menos tres cortes de mucho nivel. Razones suficientes para incorporar el álbum a nuestra discoteca particular y para confiar en que puedan seguir creciendo.
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