El líder de The Killers parece sin terminar de encontrar su camino desde que su banda toco el cielo con aquel formidable "Day and age" (2008). Justo entonces, cuando The Killers estaban en lo más alto, Flowers interrumpió la andadura del grupo para publicar su debut en solitario, ese "Flamingo" (2010) que intercalaba algún momento brillante en un material bastante disperso y de irregular inspiración. Tras ese inoportuno interludio The Killers intentaron recuperar la inercia del éxito creativo y comercial, pero su "Battle born" de 2012 resultó ser de lejos su peor disco hasta la fecha, como ya reflejé en este mismo blog. Y no sólo dejó la puerta abierta a múltiples especulaciones sobre el futuro de la banda, sino que puso más difícil a Brandon recuperar su carrera en solitario. Tal vez por eso Flowers haya tardado casi tres años en darle continuidad al proyecto. Aunque desgraciadamente este "The desired effect", vuelve a quedarse a medio camino, sin definir del todo su estilo ni dar con la tecla que sitúe al grueso de sus temas en la senda de la calidad.
Sólo así puede entenderse que tras todo este tiempo el álbum contenga sólo diez temas y dure menos de cuarenta minutos. Es decir, lo mínimo para poder hablar de un retorno como tal. Ni siquiera la habitual edición deluxe aumenta en esta ocasión en demasía la oferta: únicamente dos temas adicionales. Con lo que el margen para temas menos afortunados es mínimo. Y sin embargo, a pesar de su corta extensión es difícil definir el estilo del álbum, que intenta arrimarse a muchos géneros diferentes con la voz de Brandon y el eclecticisimo de Ariel Rechtshaid a la producción como únicos elementos en común. Por intentar encontrar un denominador común a su contenido, lo calificaré de "ochentero", pues la mayoría de sus temas nos retrotraen a esa década de contrastes entre grandes canciones y grandes fiascos.
El comienzo del álbum es razonablemente alentador: "Dreams come true" no es una gran canción, pero el derroche de su sección de viento, su fastuosidad típica de Las Vegas y algna frase inesperada ("I don't waste my time, on "Where do I park the car?") hacen concebir la esperanza de un contenido brillante. El segundo corte fue también el primer sencillo, una elección en mi opinión muy acertada porque "Can't deny my love" es el tema más logrado del álbum. Un tema que sin poder catalogarse como synth-pop me recuerda en su poderoso estribillo a los primeros Pet Shop Boys, de los que Flowers es un admirador confeso (debe de ser por ese teclado orchestra hit que lo adorna), aunque con algún fraseo rápido muy en la línea de lo que en los últimos tiempos han hecho las Haim. El tercer corte y cuarto sencillo, "I can change" es, aunque su angelical comienzo no lo anticipe, una recreación un tanto embarullada del maravilloso "Smalltown boy" de los Bronski Beat. Eso sí, con una melodía diferente y una progresión armónica que a veces coincide con la de la original y a veces la cambia en una variante más agresiva. Pero claro, Flowers no es tan buen cantante como Somerville, ni el resultado es tan limpio, ni por supuesto la letra es tan brillante, por lo que el tema entretiene pero queda lejos de mejorar el original.
"Still want you" fue el cuestionable segundo sencillo, un tema relativamente lento y aun así bastante corto, con la ambientación hawaiana como mejor reclamo. "Between me and you" es la primera balada del disco, y podría encajar dentro del repertorio de lentos de The Killers, que nunca fueron su punto fuerte. Aunque debo reconocer la producción de Rechtshaid extrae todo lo que es posible extraer del tema. "Lonely town", el siguiente corte y tercer sencillo, sube razonablemente el nivel, con ese sonido a base de sintetizadores ochenteros y unas estrofas elegantes que tras casi dos minutos desembocan en un inesperado estribillo con toques gospel muy efectivo. Lo que sucede es que el álbum vuelve a decaer con "Diggi' up the heart", que me recuerda poderosamente a los devaneos electrónicos del pasteloso Billy Joel en la segunda mitad de los ochenta. "Never get you right" es de un nivel parecido, otro tema más bien lento bien producido pero sin ninguna parte que la saque de lo anodino. El penúltimo corte, "Untangled love" es, a pesar de su lento comienzo, el "tema más Killers" del disco, rápido, directo y hasta guitarrero, el estribillo está construido en dos partes con progresiones armónicas diferentes, la segunda de las cuales, a modo de coda, resulta interesante, y la parte nueva sí que recuerda a los habituales giros de la banda de Las Vegas.
Y así, en treinta y cuatro irregulares minutos, nos plantamos en el tema que cierra el disco, "The Way It's Always Been", que pretende ocupar el lugar del típico tema sentimental, más bien lento y menos ornamentado que suele cerrar tantos y tantos álbumes. No es tampoco un mal tema, pero Rechtshaid está en esta oportunidad poco inspirado, por lo que al resultado le falta un poco de apoteosis para lograr lo que pretende (de hecho la versión en directo de la que adjunto el enlace, con solo una guitarra acústica en toda su extensión normal, y dos minutos de coda adicionales con todos los músicos, saca mucho más partido a la composición y a la voz de Flowers).
En resumen, un par de grandes canciones bien escogidas como sencillos, y otros dos o tres temas a los que les falta un peldaño para llegar a ese nivel. Un balance similar al de su álbum de debut y demasiado escaso para dar un espaldarazo claro a su carrera en solitario, a pesar de que en el Reino Unido el álbum ha vuelto a llegar al número uno en listas. Así que habrá que ver cuál es el siguiente movimiento de Flowers. Porque no lo tiene fácil.
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