viernes, 20 de marzo de 2015

Imagine Dragons: Smoke + mirrors (2015)

El segundo álbum de Imagine Dragons es sin duda uno de los álbumes más esperados de este 2015. Su debut de 2012 ("Night visions"), a medio camino entre la música comercial y la alternativa, fue ganando gradualmente adeptos con su mezcla de estilos hasta llegar a un público muy amplio. De hecho, la reseña que escribí sobre el mismo es una de las entradas más leídas de este humilde blog. Así que a la hora de valorar este "Smoke + mirrors" me parece útil poner en perspectiva lo que ya reseñé entonces. Reconocía su "esfuerzo loable por crear verdaderas canciones y lograr que suenen contemporáneas", pero también dejaba entrever que necesitaban "un sonido algo más definido y personal". Casi tres años después, su respuesta (el siempre trascendental segundo álbum) no sólo ha mantenido ese esfuerzo (diecisiete canciones nada menos), sino que en vez de definir su estilo han optado por hacer de la amplitud estilística su seña de identidad, manteniendo para ello al británico Alex Da Kid en la producción.

Lo que es más evidente, han intentado encontrar entre esa variedad estilística el éxito masivo. Incluso revisitando los temas bandera de su álbum de debut bajo un nuevo prisma. Y lo cierto es que formalmente lo han hecho bien, y el álbum es un carrusel de temas claremente diferenciados. Aunque desgraciadamente no todos los estilos a los que se arriman tienen el mismo interés creativo, ni los muestra igualmente resolutivos en su aproximación. Con el agravante de una preocupante falta de creatividad a la hora de rematar con estribillos meritorios la mayor parte de sus temas.

De hecho, los sencillos que han presentado el álbum hasta ahora han fracasado comercialmente como composiciones individuales. "Shots", el tema que abre el disco y tercer sencillo, es de los tres presentados el más decente, con sus bonitos teclados en trémolo resaltando unas convincentes estrofas, aunque el estribillo coral no bien enlazado echa en parte por tierra el resultado. "Gold" es el segundo corte y segundo sencillo, aparte del obvio intento por recrear "Radioactive". Pero el problema es que la atmósfera está más conseguida que la melodía: una producción intrigante y meritoria, con samples aquí y allá, queda arruinada por un irritante silbidito y una intensidad impostada que naufraga especialmente en el estribillo. "Smoke+mirrors", tercer corte y tema que da título al álbum, promete más calidad con otro interesante comienzo y otra acertada melodía en unas estrofas más intimistas, pero el tema desemboca en un envolvente estribillo que mezcla el falsete a lo Coldplay con fraseos que son casi gritos, en un cóctel mal digerido.

"I'm so sorry", intenta acercarse al rock americano más histrónico que inspirado (pongamos por ejemplo Aerosmith), y aunque el riff de guitarra que sostiene el comienzo y las estrofas es original e interesante, nuevamente el puente les muestra falsamente rabiosos, el estribillo es poco más que una sucesión de chillidos sobre una percusión reptante, y el desahogo final para demostrar qué duros saben ser no viene a cuento. "I bet my life", el descarado intento por repetir "On top of the world" y primer sencillo, es un tema tan luminoso y vitalista como pretenden, y la lograda progresión armónica de las estrofas está perfectamente resaltada por una melodía certera, pero una vez más el estribillo resulta simple y hueco, y en este caso los arreglos no son demasiado acertados (hasta el punto de que últimamente, en sus actuaciones en vivo, le han dado un toque más folk). "Polaroid", sexto corte, es un tema menor, con mucho peso de la parte vocal y la instrumentación electrónica para intenar darle un barniz de pop contemporáneo al tema con el que mantenerlo a flote. "Friction", séptimo corte, los acerca al nu metal de por ejemplo Korn, en el tema más monocorde y violento del álbum, en un estilo que se nota claramente que no es el suyo pero al que los aires egipcios de las guitarras le favorecen y le dotan de personalidad.

"It comes back to you" podría pasar perfectamente por un tema de los Snow Patrol, a medio camino entre el pop y el rock e igual de intrascendente que la mayoría de los temas de la banda británica. "Dream", noveno corte, es una balada que intenta recrear claramente el "Bleeding out" de su primer álbum: una bonita melodía y una acertada producción, con una omnipresente percusión y la sección de cuerda y el piano de contrapunto, hacen que esa uno de los temas más redondos del disco, aunque personalmente creo que le falta un punto de emoción en el estribillo. "Trouble", décimo corte, juega la baza de los arreglos acústicos con toques folk, aunque nuevamente se queda sólo en correcto, cuando no anodino. "Summer" empieza con un cristalino arpegio de guitarra, marca de la casa y en la línea de "Amsterdam", pero otra vez el tema adquiere un aire a sus paisanos The Killers en horas bajas, y los falsetes distantes del estribillo hacen el resto. "Hopeless opus" tiene, como su nombre indica, vocación de himno, pero a pesar de una producción muy conseguida, su endeblez a lo "Give peace a chance" y un solo que podría haber firmado Brian May en sus tiempos má previsibles la convierten en otro momento cuestionable. Y el disco lo cierra en su edición estándar "The fall", con su comienzo luminoso, sus discretas estrofas, un estribillo por una vez a tono con el tema y por encima de todo un meritorio crescendo de casi tres minutos, obviamente con la intención de cerrar el disco de la manera más apoteósica posible.

Curiosamente (y de veras que no lo hago por ir a contracorriente), este disco variopinto y poco inspirado da lugar a sus mejores momentos en la edición Deluxe. Son cuatro nuevos temas en los que parece que los de Las Vegas se quitan las máscaras, se relajan y empiezan por fin a rendir al mismo nivel que lo habían hecho en sus meritorias entregas para varias bandas sonoras de los últimos tiempos. Empezando con el, para mí, mejor tema de lejos del álbum: "Thief". Una guitarra desconcertante al comienzo da lugar a una pieza de rock con los arpegios líquidos, la energía y las sensacionales melodías de los mejores Feeder. Una auténtica maravilla, sin necesidad de una producción que camufle defectos (incluso el solo de guitarra se sale de los convencionalismos). "The unknown", claramente inferior aunque superior al nivel medio del álbum, recurre a la percusión programada más elaborada del mismo, y aunque las estrofas vuelven a tener un deje impostado, el puente al estribillo entona el tema y el estribillo, ahora sí, es intimista y sensible, y desemboca en un minuto final muy disfrutable. "Second chances" es, en mi opinión, el segundo mejor tema del álbum, unas armonías preciosas, con una producción que se limita a dejar hacer a los instrumentos convencionales sin alterarlos, todos ellos ejecutados a un gran nivel (especialmente el violoncello), la letra más convincente del disco y un tramo instrumental al final realmente maravilloso. Y el último corte nuevo de la edición Deluxe es la acústica, introspectiva y también inspirada "Release", apenas dos minutos en los que Dan Reynolds canta con una naturalidad apabullante un tema sin apenas instrumentar pero tan certero que no lo necesita. Y que resulta una forma mucho mejor de cerar el disco que "The fall".

Es decir, si revisamos todos los temas reseñados, encontramos sólo cuatro o cinco realmente meritorios, y sólo uno o como mucho dos entre los trece que conforman la edición estándar. El resto, aunque los lleve a transitar múltiples terrenos, siempre se queda a medio camino, de manera que sólo el melómano con cierta predisposición es capaz de aguantar los casi sesenta y cinco minutos del álbum. Casi me alegro del fracaso comercial de los sencillos, pues les debería mostrar a ellos (y probablemente a su discográfica), que salvo para los productos musicales prefabricados es más fácil triunfar siendo uno mismo que jugando a ser otra cosa. Porque a pesar de esta decepción en toda regla, Imagine Dragons demuestran que saben componer temas excelentes. Ojalá las tensas correas del negocio musical se lo sigan permitiendo.

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