Un año más, y como ya viene siendo habitual, he decidido dedicar una entrada al panorama musical español durante el pasado año 2014. Un panorama que en mi opinión sigue en encefalograma plano. Veamos por qué.
En el ámbito meramente comercial la situación sigue en estado comatoso: la música de artistas hispanoamericanos o que cantan en español ganan por abrumadora mayoría (37 de los 50 más vendidos) a los artistas que cantan en otros idiomas y anglosajones (que, nos guste o no, siempre aportarán un número mayor de propuestas interesantes). Y es que con unas ventas que siguen en mínimos históricos, las compañías de discos se han vuelto aún más conservadoras y los compradores más limitados en sus gustos, dando la impresión que sólo aquellos que tienen club de fans potentes entre las adolescentes son capaces de lograr que los aficionados se gasten unos euros en ellos.
Descorazonador es que el álbum más vendido haya sido "Terral" de Pablo Alborán, cantante que por cuarto año consecutivo es el más vendido en España con su estilo trasnochado, ñoño y sensiblero. Descorazonador es que en los 10 primeros álbumes del año no haya uno solo de un artista de fuera de España (la cerrazón al resto del mundo en el momento más globalizado de la historia de la humanidad es más que paradójico, casi escalofriante en un país que teóricamente pertenece al primer mundo). Descorazonador es que el primer álbum de un artista anglosajón sea el del grupo adolescente One Direction, pues lanza un claro mensaje de que respecto a lo que viene "de fuera" a lo que más interés prestamos es a las propuestas prefabricadas (el primer disco de un artista extranjero con una mínima reputación es el de Coldplay, en el puesto 17). Y descorazonador es que hay que irse al puesto 43 para encontrar el primer álbum correspondiente a una artista que haya debutado en el panorama musical internacional en 2014 (5 Seconds Of Summer, poco más que una boyband de tantas). A todo lo cual hay que sumar la escasa presencia de la música de actualidad en la televisión (a pesar del incremento de canales de la TDT) y su menguante presencia en las radios privadas, que a menudo dan prioridad al tema insignia de un artista antes que a su nuevo lanzamiento.
En la música alternativa la cosa no ha ido mucho mejor. Los madrileños Vetusta Morla son los primeros en la lista, en el puesto 33, aunque su rock forzadamente histriónico y escaso de inspiración no justifica a mi modo de ver siquiera ese puesto. Tampoco han abundado en exceso las nuevas entregas de artistas consagrados en este mundillo (Sr. Chinarro, Remate, Los Enemigos...), como no lo es que el tema más comentado en el mundillo sea el provocativo y de dudoso gusto "Me gusta que pegues", de Los Punsetes. Ni siquiera la música electrónica en general y disco en paricular ha ayudado en subir el listón, con el buque insigna John Talabot más centrado en pinchar en festivales diversos que en dar continuidad a su interesante pero ya lejano "Fin" (2012). Puestos a resaltar algún retorno, tal vez me quede con el del dúo vasco Single, que a pesar de varios años de silencio siguen con su mundo paralelo de pop bien facturado e ingenioso, aunque de inspiración variable. Y en el campo de las nuevas propuestas, la única que realmente ha llamado mi atención han sido los madrileños de The Hardcore Of Beauty, con un estilo inclasificable pero una calidad incuestionable en el EP que presentó hace unos meses "Brand new Moses".
Con lo que este año para mí los triunfadores absolutos han sido Sidonie. Como ya sucedió el año pasado con La Sonrisa de Julia, les lastra el hecho de ser demasiado alternativos para obtener un éxito comercial masivo, pero también demasiado mainstream para que el mundillo independiente los considere genuinos. Pero su álbum "Sierra y Canadá", que reseñé en este mismo blog, suponía una acertada vuelta de tuerca en su estilo, manteniendo su personalidad pero acercándolos mínimamente a la tecnología del siglo XXI. Además, el nivel medio compositivo era más que decente y contaba con sencillos dignos de perdurar: "Un día de mierda" y sobre todo "Sierra y Canadá", una emotiva historia de amor frustrado entre artefactos que puntualmente cobran vida. Que por su ingeniosa letra, su sensibilidad y sus armonías merece, desde mi punto de vista, el título de canción nacional del año. Lástima que haya pasado desapercibida para tantos y tantos potenciales melómanos.
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