sábado, 1 de febrero de 2014

A propósito de los Grammys 2014

No soy muy dado a comentar los innumerables premios que se conceden en el panorama musical a nivel internacional. En general los premios tienen unas motivaciones crematísticas que se suelen anteponer a la calidad artística, la cual es siempre el faro por el que se guía este humilde blog. Aunque de entre todos ellos es evidente que los premios Grammys son los más relevantes, tanto por entregarse en los EEUU como por el componente de espectáculo televisivo y de celebridades que aporta. Así que en esta entrada voy a aportar unas cuantas reflexiones a propósito de los artistas premiados.

Sin espacio para la sorpresa, los grandes triunfadores (nada menos que 5 Grammys) han sido los franceses Daft Punk. A lo largo de sus veinte años de carrera mi opinión sobre el dúo de música electrónica ha ido variando, pero creo que el mejor juicio que se les puede hacer es que son capaces de lo mejor y lo peor. Así, si sus primeros sencillos me contagiaron con su energía disco pero me hicieron cuestionar su talento dada su extrema simplicidad ("Da Funk", "Around the world"), su segundo álbum eliminó esas dudas gracias a temas tan redondos como "One more time" (el único tema disco sin bombo ni caja durante 2 minutos que jamás ha triunfado) o "Harder, better, faster, stronger" (el mejor solo de autotune/vocoder que jamás he escuchado). Pero desde entonces, en trece años sólo han publicado dos álbumes de estudio, claramente menores: el estridente y falto de inspiración "Human after all" en 2005 y, hace unos meses, "Random Access Memories", el álbum que les ha convertido de manera sorprendente e injustificada en ídolos del pop mundial.

Sorprendente porque proponer en el año 2013 el funky disco que bordaban Chic (y en menor medida Shalamar) hace casi 35 años me parece de una falta de talento alarmante. No tengo nada en contra de Chic; de hecho varios de sus sencillos (desde el histórico "Good times" sobre el que se creó el primer hip-hop hasta el injustamente olvidado "Your love" de su último álbum de estudio) me siguen pareciendo maravillas del género, en las que el talento de Bernard Edwards al bajo y la inconfundible guitarra funky de Neil Rogers son claramente apreciables. Y la labor de Edwards y Rodgers como compositores (Diana Ross, Sister Sledge, Deborah Harry...) y especialmente como productores (Edwards produjo a ABC, Robert Palmer, Rod Stewart... y Rogers a una lista larguísima de artistas, con David Bowie, Mick Jagger, Duran Duran, Madonna e incluso los Olé-Olé de Marta Sánchez a la cabeza) ha entrado por méritos propios en la historia de la música contemporánea.

Pero lo que han hecho Daft Punk en este 2013 es revisar ese legado sin aportarle absolutamente nada (y eso que a unos artistas electrónicos lo mínimo que se les debería suponer es la capacidad de enriquecer sus creaciones con detalle contemporáneos). No sólo eso, han recurrido al propio Rogers como si de una reunión de Chic se tratara. Y encima con unas composiciones simplonas ("Get lucky" está construida sobre una única progresión armónica de cuatro acordes, con partes apenas diferenciadas a causa de unos arreglos mediocres, "Lose Yourself to Dance" amaga con ser mejor pero se queda en otro tema irrelevante, y en "Instant Crush" repiten con una composición muy simple, abusando tanto del autotune que apenas es posible reconocer la voz del pobre Julian Casablancas). Por eso me parece absolutamente injustificado el arrollador éxito internacional, y lo que es peor, el reconocimiento de buena parte de la crítica, culminado en estos cinco Grammys. Es una evidencia del absoluto desconcierto de la industria musical norteamericana, que encumbra a unos burdos recreadores de un género que vivió su época dorada hace muchas décadas. Y encima 100% americano, aunque Daft Punk sean franceses.

Ahora bien, no todos los premiados son tan discutibles como Daft Punk. Por ejemplo, reflejando la crisis aboluta que sufre el rock a nivel mundial, el Grammy a la mejor canción de rock del año ha sido para "Cut me some slack", la colaboración de Paul McCartney con los miembros que restan de Nirvana. Recuerdo la cantidad de críticas que me generó incluirla en la lista de las mejores canciones de 2012. Ahora me alegra ver que los miembros de la academia han compartido mi opinión. Porque sí, es cierto que es una segunda parte de "Helter Skelter", del "White album" de The Beatles. Pero no es menos cierto que esa canción ha influido de manera determinante a una gran parte del rock posterior, entre ella a Dave Grohl y sus secuaces. Por lo que ver al bueno de McCartney desprender esa energía con 70 años y respaldado por una banda tan solvente es de lo mejor que nos ha deparado el rock en los últimos tiempos.

Otra ganadora indiscutible de la noche fue la neozelandesa Lorde. Con un tema ("Royals") que no es el que yo seleccioné en mi lista de mejores canciones de 2013 ("Team", que me parece bastante superior). Pero al fin y al cabo es un reconocimiento para una adolescente que por una vez no es un producto prefabricado y ultra-provocativo, sino una creadora a contracorriente, con un sonido contemporáneo y una puesta en escena anti-marketiniana. Y varios de los artistas ensalzados en este mismo blog han tenido también protagonismo destacado (Imagine Dragons y su equilibrio entre comercialidad y creatividad, Disclosure, la colaboración de Florence and The Machine con Calvin Harris...). Lo que refleja que, a pesar de la abundancia en la gala de artistas de talento más que discutible (no sólo Daft Punk, sino también Bruno Mars, Taylor Swift, Lana del Rey, Jay-Z, Robin Thicke, Rihanna, Eminem...), los Grammys aún son dignos de cierta atención por parte del panorama musical.

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