El éxito de audiencia en España de la segunda temporada de "La voz" me ha animado a dedicar una entrada al fenómeno de los "talent show". Como ya anticipio en el título, mi punto de vista va a ser esencialmente negativo, pues a mi modo de ver este programa, como la gran mayoría de los "talent show", supone un elocuente ejemplo de cómo desaprovechar prácticamente todas las posibilidades que ofrece este formato. Y por una vez no hablo a nivel de España solamente, sino por desgracia a nivel mundial.
Pero empecemos por lo positivo: el éxito de "La voz", como el de otros antecesores tipo "Operación triunfo", se cimenta en parte en la música. Y es que a pesar de la gran proliferación de canales gratuitos que ha supuesto la TDT, la posibilidad de escuchar algún tipo de música en horario de máxima audiencia es prácticamente inexistente. Más aún si nos referimos a música que, en todo o en parte, es interpretada en directo. Por alguna razón que se me escapa (aunque puedo suponer algunas: trivialización del ocio, fomento del analfabetismo cultural, adoctrinamiento marketiniano), los grandes responsables de las cadenas televisivas sitúan a la música muy por debajo del peso real que luego tienen las siete notas en los gustos y las manifestaciones culturales de la sociedad. Así que este tipo de talent show merecen, a pesar de que luego se les barnice con el toque sensiblero y en ocasiones hasta morboso de las reacciones humanas en situaciones no controladas, una oportunidad. En el caso particular de "La Voz", además, la premisa de partida es interesante, puesto que tras años y años de talent show en los que se buscaba al intérprete que entrara por los ojos antes que por los oídos, se obliga al jurado a estar de espaldas y fijarse exclusivamente en su interpretación.
Ahora bien, cuando empezamos a rascar en el componente musical descubrimos cómo se desperdicia la idea. "La voz" es la adaptación de "The voice", un programa estadounidense que ya ha completado cinco temporadas y que a su vez se basa en un programa holandés de título similar. En esas cinco ediciones el jurado ha estado esencialmente constituido por Adam Levine (ecléctico cantante y cerebro de los más comerciales que brillantes Maroon 5), Cee Lo Green (ahora interesante intérprete en solitario y anteriormente el vocalista de los talentosos Gnarls Barkley), Christina Aguilera (artista comercial de nulo legado artístico aunque incuestionables cualidades vocales) y Blake Shelton (un artista country y por tanto perteneciente a un género ya superado). Es decir, un jurado "de aprobado raspado" si se me permite la expresión, pero lo suficientemente ecléctico musicalmente hablando y con cierta comprensión no sólo de las cualidades vocales de un artista, sino de lo que supone crear una buena canción. Sin embargo en España el jurado de "La voz" carece por completo de electicismo (se centra en el pop aflamencado de consumo femenino de nivel cultural medio-bajo) y con artistas que esencialmente desconocen qué supone componer una canción: David Bisbal es simpático y tiene una notable amplitud vocal, pero tanto su propuesta musical como sus gustos son deficientes; Rosario apenas aporta su fuerza en el escenario, pero ha vivido 20 años en el mundillo musical a base de explotar el legado del que sabía crear canciones en su familia, su hermano Antonio; Malú tiene una estupenda voz, pero su cultura musical es aún inferior a la de Bisbal y Rosario; y el bueno de Antonio Orozco no tiene voz ni una propuesta musical interesante, pero al menos es el único que conoce lo que es crear una canción y tiene un mínimo de cultura musical.
Con semejante jurado es muy difícil juzgar a nadie, pero es que para convertir el programa en un desperdicio aún mayor, a los participantes no se les permite cantar temas propios. Cualquier persona que haya escuchado cualquier tipo de música alguna vez sabe que interpretarla es complicado y tiene su mérito, pero lo realmente complejo es enfrentarse a la partitura en blanco e imaginar una progresión armónica y una melodía principal capaces de causarnos algún tipo de emoción. Así que al centrarse sólo en la interpretación, el programa cierra la puerta a todos los creadores que, a pesar de la hostilidad de los medios de comunicación, siguen luchando en España y en todo el mundo por demostrar que la creatividad aún no se ha extinguido. Es cierto que en algunos países hay excepciones (los denominados "music competition"). Me viene ahora mismo a la memoria el caso de Of Monster and Men, la interesante y exitosa banda islandesa que han arrasado a nivel mundial después de ganar hace 3 años el equivalente islandés (pero en versión creativa, no interpretativa) a "La voz". Ya digo que esto son excepciones: en la mayoría de los países se busca al intérprete, no al artista.
Y para acabar de desperdiciar la idea, las canciones con las que deben participar tienen que ser éxitos conocidos a nivel nacional o internacional. Para entendernos, una mezcla entre Kiss FM y la Cadena Dial (sic). Es decir, no basta con ahuyentar a los creadores, sino que los intérpretes no deben mostrar su cultura musical y sorprendernos (pongo un ejemplo imposible, recreando un tema de Portishead y la formidable voz de Beth Gibbons), sino que deben ceñirse a unos pocos centenares de temas en su mayoría de calidad discutible, y en los que sí la tienen, gastados de tantas y tantas escuchas. Con lo cual ni siquiera se consigue que el público vaya ampliando su cultura musical y sea capaz de ir apreciando otros artistas y otros géneros por lo general mucho más brillantes. Nuevamente hay excepciones (me viene a la mente el "Operación triunfo" polaco, en el que uno de sus participantes interpretó "My girlfriend's boyfriend" de Her Space Holiday y consiguió así de rebote para el bueno de Matt Biondi el mayor éxito internacional de su carrera). Pero no en España.
Así que sin un jurado capacitado, sin un solo creador, y sin apenas canciones brillantes, ¿cuál es el resultado? Pues unos intérpretes de usar y tirar, con cuyas ilusiones se juega sabiendo de antemano que prácticamente en ningún caso llegarán a nada. Y es que la música de consumo masivo está saturada de intérpretes que no saben componer, no controlan sus carreras y están a merced de los medios de comunicación para no hundirse en el ostracismo (seguro que todos Vds. pueden pensar en muchos ejemplos). Con el desprestigio que tal circunstancia supone para la música contemporánea, y las conclusiones a nivel de listas de ventas que ya he comentado en alguna otra entrada de este mismo blog. Porque, ¿acaso alguno de Vds. se acuerda ya del ganador de la primera temporada de "La voz"? ¿Y de cuántos de estos ganadores de talent show nos acordaremos dentro de cinco años? Compárenlo con la repercusión que a nivel mundial ha tenido el fallecimiento esta semana de Lou Reed (que no participó en ninguno de estos concursos, que no era guapo y que apenas sabía cantar) y obtendrán una elocuente respuesta: sin creatividad, no hay música.
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