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lunes, 12 de diciembre de 2011

Ejemplo práctico de la fórmula: "Born in the U.S.A." (Bruce Springteen) y Bomba (King Africa)

Como muestra de validez de la fórmula que proponía en mi anterior entrada les propongo dos canciones que, tal vez para su sorpresa, son bastante similares dentro de su gran simpleza. Puede que parezca una provocación comparar uno de los temas más famosos de Bruce Springteen con otro de los temas bandera de King Africa. No pretendo poner a ambos artistas al mismo nivel: ninguno de ellos son santo de mi devoción por cuestiones como las que voy a tratar en esta entrada, pero es innegable que la trayectoria del de New Jersey es más dilatada en el tiempo que la del de Buenos Aires. La comparación se limita, pues a "Born in the U.S.A." frente a "Bomba". Para mí son dos malas canciones (bastante malas, si se me permite el adverbio). Pasemos a analizarlas según la misma:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Born in the U.S.A.:
Acordes: 0.25 puntos. Durante toda la canción la única progresión armónica la forman dos únicos acordes mayores, intercambiados inalterablemente en periodos de 8 compases: SI mayor - MI mayor. Acordes, para más simplicidad aún, mayores. Lo que es más, de uno al otro hay exactamente 3 tonos, en lo que constituye una clara apropiación del primero de los dos tramos de que consta la progresión armónica fundamental del blues y una gran parte del rock&roll de los años 50 y 60. Más simple imposible, y más carente de originalidad, también: si Vd. tiene acceso a un piano o a una guitarra pero no los ha tocado jamás, pídale a alguien que le explique cómo colocar las manos en cada uno de los dos acordes, y podrá tocar sin problemas este tema. No puntúo como 0 porque eso me lo reservo para composiciones monocordes, aquí al menos hay dos.

Melodía principal: 0.5 puntos. A poco que escuchen la canción, se darán cuenta que las frases de la estrofa, del estribillo son muy muy similares. En efecto, prácticamente todas las frases de la melodía acaban con la secuencia: sol# - fa# - re# - do# - si. De hecho, la melodía del teclado que llena las partes no vocales es prácticamente la misma que la del estribillo e igual en un 80% a la de la estrofa. Nada de buscar otras notas, de invertir su orden o alterar su duración. Ni una sola parte nueva. Tocar esta melodía en un instrumento de cuerda se hace pesado por reiteración.

Instrumentación y arreglos: 0.5 puntos. La instrumentación es convencional para un tema de "rock adulto", el teclado apenas hace otra cosa que replicar la melodía del estribullo, salvo unos pequeños adornos en los 15 segundos finales, la guitarra acústica se limita a llevar los acordes, el ritmo binario no es enriquecido en ningún momento... Aunque poco original, lo más llamativo es la idea de dejar sólo la voz de Springteen, la batería y el repetitivo teclado, cerca del final.

Interpretación vocal: 0.75 puntos. A pesar de la enorme pobreza de su creación, Bruce Springteen transmite energía y rabia. Canta con convencimiento, y lleva la canción a un nivel de credibilidad inesperado. Sin duda, el mejor aspecto de este tema.

Letra: 0.5 puntos. Las estrofas están aceptablemente trabajadas, y la canción tiene indudablemente un mensaje. Aunque las rimas no siempre aparecen, y algunas frases llevan tantas sílabas que le cuesta encajarlas en el compás correspondiente. Además dice "in the U.S.A..." nada menos que 16 veces.

Virtuosismo: 0 puntos. La famosa "E Street Band" no justifica dicha fama. No hay absolutamente ninguna interpretación musical que destacar.

Duración: 0 puntos. Cuatro minutos y medio para repetir esencialmente la misma melodía en estrofa, estribillos y partes instrumentales y sobre dos únicos acordes resulta excesiva. De hecho, amaga con terminar, pero no, vuelve a prolongarse más de medio minuto, saturando al oyente.

TOTAL: 2.5 puntos. Claramente suspenso.

Bomba:
Acordes: 0.25 puntos. Durante toda la canción la única progresión armónica la forman dos únicos acordes mayores, intercambiados inalterablemente en periodos de 8 compases ¿les suena?: FA# mayor - DO# mayor. Acordes, para más simplicidad aún, mayores. Lo que es más, de uno al otro hay exactamente 3 tonos (esta vez invertidos), en lo que sigue pareciendo algo más que una mera inspiración en el primero de los dos tramos de que consta la progresión armónica fundamental del blues y una gran parte del rock&roll de los años 50 y 60. Más simple imposible, y más carente de originalidad, también. Al menos esta vez son acordes bemoles, algo menos frecuentes. No puntúo como 0 porque eso me lo reservo para composiciones monocordes, aquí al menos hay dos.

Melodía principal: 0.25 puntos. A poco que escuchen la canción, se darán cuenta de que hay muchas partes habladas (o gritadas, más bien). Lo que es más interesante, la totalidad de las partes cantadas se componen únicamente de ¡dos notas! (fa# - sol#), intercambiadas según obliga la progresión armónica. Por difícil que parezca, aún más pobre que Born in the U.S.A.. Nada de buscar otras notas, de invertir su orden o alterar su duración. Ni una sola parte nueva. Tocar esta melodía paupérrima en un instrumento de cuerda es desesperante.

Instrumentación y arreglos: 0.75 puntos. La instrumentación es convencional para un tema de "fiesta latina", pero al menos se incorpora una originalidad consistente en introducir en ocasiones dos compases sin acordes para delimitar las distintas partes, lo que contribuye a aligerar la monotonía de la progresión armónica. Además, podemos escuchar unos teclados simulando una sección de viento en el estribillo, para enriquecerlo un poco.... Aunque poco original, lo más llamativo es la idea de dejar sólo la voz de King Africa, la batería y la percusión, cerca del final (¿les suena también esta idea?).

Interpretación vocal: 0.75 puntos. A pesar de la enorme pobreza de su creación, King Africa transmite hilaridad y excitación. Canta o grita con convencimiento, y lleva la canción a un nivel de expresividad inesperado. Cualquier otro intérprete no sería capaz de ocultar la enorme simpleza de la composición. Sin duda, el mejor aspecto de este tema.

Letra: 0.25 puntos. Aunque sea totalmente festiva, la letra tiene indudablemente una finalidad: guiar a quien la escucha a que realice una serie de pasos de baile. Las rimas no siempre aparecen, el coro canta la palabra "bomba" nada menos que 20 veces... Además, la letra es exactamente la misma en la segunda parte del tema que en la primera.

Virtuosismo: 0 puntos. La famosa "E Street Band" no justifica dicha fama. No hay absolutamente ninguna interpretación musical que destacar.

Duración: 0.25 puntos. Tres minutos y veinte segundos para una mini melodía en estrofa, estribillos y sobre dos únicos acordes resulta excesiva, aunque al menos son 70 segundos menos que "Born in the U.S.A.". De hecho, avisa de que va a terminar cuando aún quedan casi 30 segundos, lo que contribuye a disminuir la sensación de pesadez por reiteración.

TOTAL: 2.5 puntos. Claramente suspenso. Y de manera significativa, exactamente la misma valoración que la anterior.

Es sólo un ejemplo de lo que la fórmula puede dar de sí. Evidentemente se centra sólo en la música: la imagen, la presentación, la "autenticidad" del artista, la influencia de los medios de comunicación, contexto en el que se escuchan, pueden afectar a nuestra percepción subjetiva de uno y otro tema en un momento dado. Pero objetivamente creo que mi valoración es completamente acertada. Así que les animo a poner en práctica esta sencilla fórmula con cualquier otra canción que les apetezca.

martes, 6 de diciembre de 2011

Fórmula matemática para la canción vocal contemporánea



Ya he dedicado con anterioridad alguna entrada relativa al concepto "buena canción". Y es que dada la cantidad de propuestas musicales que nos bombardean diariamente, es poco menos que una obsesión tratar de separar el grano de la paja, y lo que es más importante, intentar enseñar a cada potencial melómano unos criterios para poder realizar esa tarea por sí mismo. Por eso, y aprovechando que en el fondo la música se basa totalmente en las ciencias matemáticas (escala pentatónica, compases de igual duración, beats per minute, etc.) me parece útil definir una fórmula matemática de referencia, para poder evaluar cualquier canción que tenga una parte vocal de 0 a 10 (si no hubiera parte vocal, la evaluación se haría de 0 a 8 y se ponderaría correspondientemente).

Así, después de haber escuchado muchos miles de composiciones y haberle dedicado un tiempo considerable a reflexionar sobre este asunto, la fórmula propuesta, ordenada por los pesos descendentes de sus distintos componentes, es la siguiente:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Como pueden comprobar, según dicha fórmula la máxima puntuación sería 10 puntos. Pasemos a revisar mínimamente cada componente y el porqué de su peso:

Acordes: en mi opinión el elemento más importante. Entendiendo por acorde el conjunto de dos o más notas diferentes que suenan simultáneamente (o en sucesión) constituyendo una unidad armónica, la selección de una o preferiblemente varias secuencias de acordes (la llamada progresión armónica) causa automáticamente en el oyente un impacto emocional incuestionable. Con una buena progresión armónica es difícil tener una mala canción, por eso los 3 puntos. Lamentablemente los acordes son finitos y la mayoría de los artistas se limita a una parte pequeña de ellos: díadas (quintas) y tríadas (mayores o menores), lo que limita las posibilidades creativas. Sólo así se explica la prácticamente infinita cantidad de temas que recurren al manido DO-FA-SOL con los tres acordes mayores (o MI-LA-SI, si lo prefieren) y que constituyen el cuerpo de prácticamente todos los temas de blues. Componer una buena y original progresión armónica es muy complicado, pero aun hoy existen privilegiados para los que parece algo fácil.

Melodía principal: no son infrecuentes las canciones en las que una progresión armónica emocionante se ve en cierta medida arruianada por una melodía pobre, de muy pocas notas, repetitiva en exceso... Y es que son infinitas las posibilidades de crear melodías diferentes sobre los mismos acordes, de ahí la riqueza de la música. Por supuesto que las posibilidades vocales del intérprete pueden restringir la riqueza de la melodía (no está al alcance de todos el recurso típico de interpretar la misma nota una octava más alta), pero más que el rango de frecuencias cubierto lo que confiera magia a la melodía es su armonía, su evolución natural, su lógica matemática incluso... algo así como si probáramos a silbarla, sin ningún otro acompañamiento, y nos siguiera resultando reconocible y disfrutable.

Instrumentación y arreglos: la inmensa mayoría de temas de cualquier estilo de música contemporánea se componen con guitarra o piano, porque son instrumentos que permiten ejecutar con comodidad la progresión armónica en la que se esté trabajando. Ahora bien, una vez creada la canción (con sus acordes y su melodía principal), lo que se espera es que, bien su creador, bien sus intérpretes, bien el productor y los ingenieros en el estudio de grabación, la enriquezcan para sacarle el máximo partido, y no se limiten a darla por terminada en esa fase inicial. Hoy en día las posibilidades son innumerables: no sólo por la cantidad y calidad de los diferentes instrumentos acústicos, eléctricos y electrónicos existentes, sino porque las nuevas tecnologías permiten hacer miles de probaturas hasta obtener el sonido deseado. Usando un símil de otro arte, la pintura: ¿para qué limitarnos a un bonito boceto en carboncillo cuando podemos jugar con los pinceles y los colores para obtener un cuadro sobrecogedor?

Interpretación vocal: es muy frecuente encontrar a melómanos que sobreestiman la importancia de la interpretación vocal, como si por sí sola pudiera sostener una canción. Desgraciadamente pienso que no es así. Obviamente es un añadido que, en su estilo, un cantante adapte (y no exhiba) sus cualidades vocales a la melodía principal en cuestión, aumentando su capacidad de emoción. Pensemos, por ejemplo, en Chris Cornell para el rock duro, o en Martha Walsh para el dance soul. Pero abundan los grandes intérpretes que fracasan a la hora de entregar grandes canciones (desde Celine Dion a Christina Aguilera). Y no sólo eso, no son infrecuentes quienes pretenden exhibir sus cualidades por encima de la propia composición (Antony, de Antony and the Johnsons, por poner un ejemplo), reduciendo el impacto de la misma y a menudo irritando al oyente con sus trémolos, gorgoritos o recorridos de notas por las escalas al margen de la melodía principal.

Letra: seguro que todos ustedes han escuchado que un artista es "muy bueno" porque escribe unas letras "muy buenas". Desde Bob Dylan a Joaquín Sabina. Discrepo totalmente de esa visión: la música es música (ritmo, acordes, notas, interacción de instrumentos) y la letra es solamente un complemento. El hábitat natural de la palabra (la poesía, si se permite la extrapolación) es el papel. Indudablemente nos gusta que las canciones nos sugieran situaciones emocionantes, o nos relaten historias con las que nos identificamos. Pero es difícil que un buen compositor sea también un buen letrista, y lo realmente importante es que la música nos llegue. Así que si las frases de la letra no riman, o se repiten en demasía, o incluso si ni siquiera las comprendemos porque no dominamos el idioma, podemos convivir con esa situación y seguir disfrutando casi igualmente de la canción.

Virtuosismo: cada vez menos, pero también hay quien sobrevalora este elemento. Por supuesto es una delicia escuchar a Jimi Hendrix tocando a la vez riffs excepcionales y los acordes de Voodoo Chile, pero es la canción en sí (acordes, melodía e instrumentación) la que sostiene dicha exhibición. Y si no, prueben a escuchar algunas de las composiciones del álbum Band of Gipsies del propio Hendrix, lo vacías que suenan por mucho virtuosismo que le aplique. Los solos de bajo de Prince, de guitarra de Mark Knopfler o de piano de Tori Amos nos emocionan porque llevan a la máxima expresividad sus creaciones. Pero piénsese en la cantidad de músicos virtuosos (desde Joe Satriani a Kenny G) que apabullan al oyente con su dominio del instrumento, pero no consiguen emocionarlo, porque el virtuosismo no deja de ser un pequeño añadido.

Duración: cada vez más, las composiciones que se publican en los últimos años abusan de una única progresión armónica de tres o cuatro acordes, repetida sin piedad durante cuatro, cinco o seis minutos. Esa repetición exagerada oculta, en mi opinión, las limitaciones creativas del compositor para enriquecer esa progresión con otros acordes, otras tonalidades, otros giros que aumenten el impacto emocional de su creador. Lo mismo aplica para los estribillos repetidos ocho o nueve veces, o para los temas de música dance que pasan la mitad o más de su duración repitiendo sin piedad la misma base rítmica, sin apenas cambios ni enriquecimientos. Hay que saber explotar al máximo la composición, sí, pero sin saturar por reiteración. Y es que, como dice el refrán, lo bueno, si breve...

Eso es todo. Espero que mi fórmula y las reflexiones que la han acompañado les sirvan para valorar mejor las canciones que escuchen a partir de ahora.

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