Lo de Mating Ritual probablemente no tenga equivalente en el panorama musical contemporáneo: en tan sólo cinco años de carrera este "Songs For the Morning and Evening Times" es nada menos que su quinto disco. Sí, han leído bien. Y no hablamos de EPs, álbumes de versiones o temas en directo, sino de otras doce nuevas canciones que, como ya es costumbre, vieron la luz a finales del pasado verano. Un derroche de creatividad que sin embargo no lastra la calidad de sus temas. Y es que los hermanos Lawhon poseen un instinto innato para, inspirándose en lo mejor del pop y el rock de los últimos cuarenta años, encontrar con mucha frecuencia progresiones armónicas y melodías que los diferencian del encefalograma plano de la mayoría de artistas de nuestro tiempo.
Una creatividad que discurre en paralelo a la indiferencia de público y crítica con su propuesta. Y es que vivimos tiempos en que ya nadie quiere pertenecer a bandas, y prácticamente todos los artistas con tirón comercial son solistas, eso sí, más o menos dependientes en su propuesta del equipo de productores y compositores de turno. Además, Mating Ritual no vienen respaldados por una estética atractiva, ni por una propuesta claramente encasillable en un género concreto, sólo pueden recurrir a sus canciones. Y eso no es garantía siquiera de los indudablemente merecidos parabienes de una crítica demasiado obsesionada por no quedarse al margen de las nuevas y mediocres tendencias musicales contemporáneas. Menos mal que el dúo pasa de todo ello y sigue creando y publicando como si nada.
El álbum lo abre "Old disco", un tema rápido e intenso, de ritmo fuertemente marcado por la batería y sobre todo las dos guitarras eléctricas de acompañamiento, de estrofas sugerentes y certero estribillo, que encierra toda la euforia que su letra pretende transmitir ("'cause we're the last ones left at the old disco, and it's burning down!"), y que tras el interludio de la parte nueva subyuga con las alteraciones de su repetición final y el breve pero cautivador solo de guitarra. "Nah" baja el tempo y el estilo, en una melodía que encierra tanto decepción como su propia letra, y que no es sino una sarcástica a la vez que popera forma de mostrar descontento con la sociedad actual ("fucking nah!"), correcta pero sin brillantez. "Feel real" baja aún más el tempo y nos propone una balada con la singular personalidad de los californianos: una melancólica progresión armónica, una elaborada melodía en las estrofas que en el estribillo se limita a un par de palabras repetidas, un sencillo pero evocador arpegio de guitarra, y el necesario cambio de acordes antes de las repeticiones finales del estribillo. "Pineapple" es uno de mis temas favoritos del álbum: un medio tiempo dedicado a la "dama piña", melancolía en acordes menores, con partes claramente diferenciadas y un estribillo evocador imposible de no tararear tras unas cuantas repeticiones, sobre todo gracias a aquel "pa ra ra rá" que precede a su repetición final.
"Voodoo No. 2" tal vez sea el primer tema menor del disco. No por su bajo tempo, ni por la voz en falsete de Ryan Lawhon, sino por su parsimonia y su melodía un tanto monótona y repetida en exceso. Pero el álbum remonta enseguida con "Covered in love", que tanto recuerda a los comienzos del techno-pop a principios de los ochenta: tempo alto, un cristalino teclado de Taylor que tanto llena los intervalos instrumentales y acompaña las estrofas, una tarareable melodía que se aprovecha del cambio de acordes en el estribillo, una parte nueva que funciona también como coda de su repetición final... sólo los arpegios de guitarra eléctrica me parece que desentonan un tanto del conjunto, demasiado estridentes para una producción tan equilibrada. "Tell me you don't love me", que fue el sencillo de adelanto hace unos meses, vuelve a bajar los bpms y nos propone una balada de corte clásico, quizá un poco más melosa de lo habitual en la banda, por lo que lo mejor es su letra, sincera y abatida a partes iguales. "I'm not crazy" tal vez sea mi tema favorito del álbum: una secuencia de cuatro acordes explotadísima en montones de canciones (desde el "Torn" de Natalie Imbruglia al "Be with you" de The Cranberries), que aquí los Lawhon no se molestan en disimular que se inspira en U2 (las primeras frases de las estrofas son parecidísimas a la de su "With or without you", otra más con esos mismos acordes), pero le dan un tono jocoso con la interpretación ingenua de una voz femenina que no he podido identificar. Aunque lo mejor es la parada tras el segundo estribillo, y cómo a partir de ahí los instrumentos van entrando poco a poco sobre una melodía rápida y perfectamente interpretada por Ryan.
El último tercio del álbum se inicia con otro trallazo como "I Don't Like Anybody But Me": una juguetona caja de ritmos, un bajo sintetizado que marca otra certera progresión armónica, otra melodía tan límpida que parece una versión de un clásico, y una contundencia rítmica a partir de la segunda estrofa que la hace apta para desmelenarnos en nuestro salón. Reseñar, además, lo bien que van añadiendo instrumentos conforme avanza el minutaje (desde un teclado étereo hasta unas maracas...), así como la disfrutable ingenuidad de su parte nueva, preludio de toda la artillería de su minuto final. "Alone" es una nueva balada, de caja contundente y teclados envolventes al más puro estilo de los ochenta, que el dúo usa para articular otra inspirada progresión armónica, y una melodía más adecuada en las estrofas que en el estribillo, donde peca de chirriante. "It's Open If I Fuckin' Say It's Open" es una breve broma, como su letra se encarga de dejar bien a las claras, que sin embargo resulta disfrutable por su contundencia ochentera y esa instrumentación que a mí me recuerda a A Flock of Seagulls. Y el disco lo cierra "Magic Johnson", un extraño homenaje al que parece ser uno de los ídolos de los californianos. También lenta, con una instrumentación más electrónica de lo habitual (salvo el saxofón que completa el conjunto), su letra es por una parte tributo y por otra desengaño ("Our heroes don't love us, our heroes don't care"). Quizá la misma mezcla de sentimientos que predominen en el dúo tras todos estos años de luchar sin descanso contra corriente.
Y es que después de cinco reseñas en cinco años me queda poco por decir de la banda. Todos sus álbumes sin excepción son recomendables, y todos podrían ser bien recibidos por un público mayoritario si tuvieran la difusión adecuada. "Songs For The Morning and Evening Times" no es una excepción. Tal vez le falte un temazo de cabecera para redondear sus actuaciones, y tal vez le sobren un par de momentos lentos. Pero para haber sido concebido y grabado en escasos doce meses, pandemia de por medio, es una vez más una muestra de que estamos en mi humilde opinión ante uno de los grupos de más talento de la actualidad. Lo que me temo es que a estas alturas los Lawhon estén cercanos a dejar de batallar y se disuelvan más pronto que tarde, o simplemente abandonen el panorama musical. Sería una auténtica pena, la verdad, así que mejor no lo pensemos y limitémonos a disfrutar de su entrega de 2021.
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