Adentrándonos en la segunda mitad del mes de abril aún sigo reseñando álbumes que vieron la luz en 2018, y que por unas circunstancias u otras no he descubierto hasta hace apenas unos meses. Voy a hablarles hoy de "I Told You I'd Tell Them Our Story", el tercer álbum de la danesa Lydmor, que vio la luz a finales del pasado mes de septiembre. Hacía tiempo que no reseñaba en este blog un álbum procedente de Escandinavia, que como saben muchos aficionados a la música vanguardista es un territorio particularmente propicio, con Suecia claramente a la cabeza. Esta vez sin embargo no se trata de un artista sueco, sino de una solista danesa, que desgraciadamente aún sigue siendo marginal a nivel internacional. Y digo desgraciadamente porque, sin llegar a ser mi disco favorito de 2018, sí que lo considero uno de sus grandes momentos.
Muchas cosas sorprenden favorablemente en este álbum. Quizá la más inesperada sea la calidad de los textos. Sin ser el inglés su idioma nativo, la danesa lo emplea con una solvencia tremenda, usando términos y construyendo frases netamente más elaboradas y evocadoras que la inmensa mayoría de artistas anglosajones. Semejante nivel de sorpresa genera la producción: nada de usar la tecnología para evocar al pasado como otras muchas bandas nórdicas; la instrumentación es de plena actualidad, abierta a las últimas modas y tendencias sin sucumbir a ellas, y el sonido es limpio, cristalino, intachable. Una tercera sorpresa es la capacidad para hacer evolucionar las composiciones: eso de que tras el primer estribillo ya hemos escuchado el noventa por ciento de la canción no aplica aquí; más vale tener los oídos abiertos y escuchar con atención hasta el final para no dejar de descubrir giros, guiños, cambios, detalles que enriquecen cada composición.
Todo ello se aprecia en el tema que abre el álbum: "The mansion", un medio tiempo luminoso y no especialmente inspirado a nivel compositivo, pero con una excelente instrumentación (con mención especial para la percusión), que tras casi tres minutos cambia la progresión armónica sobre la misma melodía, llevando así el tema a terrenos más oscuros; y que medio minuto más tarde se convierte en un llenapistas al doblar sin previo aviso el bombo. Igual de original pero mucho más brillante es "Money towers", primer sencillo del álbum, y que formó parte de mi lista de mejores canciones de 2018. Para mí el mejor tema de synth-pop del año pasado: contemporáneo a más no poder en su sonido (no falta ni el dembow típico del reguetón ni el tramo instrumental de reminiscencias étnicas tras cada estribillo), con una gelidez nórdica elegantísima y una letra devastadora que encaja estupendamente con la atmósfera de la canción. El siguiente corte, "Killing time", fue también el siguiente sencillo en ver la luz: otro medio tiempo elegante, con una estrofa bonita y elaborada y un estribillo minimalista en el que cobran protagonismo las voces post-procesadas y los sintetizadores reproducidos al revés. "Claudia", siguiente corte, fue a su vez el tercer sencillo del disco. Casi una balada por su tempo (que no por su estilo), su gelidez cortante se multiplica cuando a partir del segundo estribillo entra un bajo distorsionado y un extenso pasaje declamado en el que la mujer protagonista que vende sus servicios se revela ante el sometimiento del dinero; a partir de ahí el tema es crudo, casi desabrido y profundamente impactante gracias a su sobredimensionado sintetizador del tramo final.
"Dim" vuelve a los medios tiempos sobre una original programación, sincopada y minimalista a partes iguales, proponiendo una estrofa y un estribillo muy elaborados, más propios de un cabaret a altas horas de la madrugada, que juega con el melómano con aquello del "fo-fo-follow you..." que tanto parece otra palabra mucho más fuerte. Tras el breve interludio que supone "Shuidan Lu" llega mi segundo momento favorito del álbum, "Soft islands". Ahora sí es una auténtica balada, que empieza sin tregua con la voz de Lydmor y un teclado para llevar los acordes, pero que cuando llega el primer estribillo ya se ha enriquecido con múltiples voces, una percusión tan extraña como certera y un par de sintetizadores que complementan sin hacerse notar. Y durante otros cuatro minutos el tema no deja de crecer: un arpegio de piano, el bombo, una letra que cautiva hasta el desasosiego con su dolorosa y repetitiva "water's too close to the ceiling", y que la danesa usa con maestría para convertir la balada en un aceleradísimo tema que mezcla a partes iguales trance en sus chirriantes sintetizadores y drum&bass en su imposible ritmo. Después de semejante exhibición el contrapunto lo pone "Nostalgia", el tema más convencional del álbum. No por la original instrumentación con la que nos atrapa desde el comienzo, sino por tratarse de un medio tiempo de pop dulce, algo así como si Nelly Furtado hubiera sido capaz de actualizarse hasta el año 2018, incluyendo el certero teclado que orla los ecos de Lydmor en su tramo final. "Queen of the night" es el segundo y último interludio, que da paso al tercio final del álbum.
Un tercio que no desmerece del resto del disco y que se abre con "UOME", en mi opinión el tercer mejor momento del disco. Arrimándose de nuevo a la pista de baile con el dembow y un sintetizador en trémolo protagonista tras cada estribillo como en "Money towers", es un tema más cálido y tarareable, que vuelve a cautivar por su formidable instrumentación y que contiene la doble sorpresa de una guitarra y una excelente segunda voz en los estribillos, antes de desnudar el tema y añadir un nuevo teclado a lo Rüfüs du Sol para su tramo final. "Trembling" baja solamente un poquito el nivel: otro medio tiempo más, con una melodía de notas muy altas en el estribillo sobre un jugetón synclavier que se adhiere sin remedio a nuestro cerebro, y al que sólo le lastra un poco su estrofa un tanto anodina, que Lydmor sabiamente esconde tras el primer estribillo y que rehúsa repetir, proponiéndonos en su lugar un sintetizador a lo chill-wave que repite las notas del synclavier. Y el cierre lo pone "Shanghai roar", para mi gusto el cuarto mejor momento del disco: una balada con una melodía preciosa (sobre todo en las estrofas), en la que el bajo sintetizado que entra en la tercera estrofa y el sintetizador que repite la voz post-procesada de la danesa ponen los elementos de originalidad, y el largo intervalo cuasi instrumental la emoción.
"I Told You I'd Tell Them Our Story" no es un álbum largo (cuarenta y dos minutos y sólo diez temas completos), por lo que no hay espacio para el aburrimiento... igual que empieza se va, dejándonos eso sí con ganas de más. Sólo le falta algún tema más accesible para el gran público, que pudiera hacer de gancho. Y es una pena, porque bien publicitado este álbum sin duda habría sido uno de los discos de cabecera de muchos críticos y de público asiduo a festivales de música independiente. Lo bueno es que a la danesa no parece afectarle la escasa repercusión de sus trabajos. Así que espero que dentro de otros dos o tres años Lydmor le dé continuidad a este disco. Y que sea capaz de alcanzar un nivel de inspiración similar. Será un gran disco.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
lunes, 22 de abril de 2019
domingo, 7 de abril de 2019
¿De verdad es el reguetón el nuevo pop?
A lo mejor a los seguidores de este humilde blog la pregunta les parece de respuesta obvia, o incluso fuera de lugar. Pero en los últimos tiempos he escuchado cada vez más voces que defienden el reguetón como el nuevo pop mundial. Tal cual. Y no sólo artistas directamente vinculados al género, sino otros que sólo se han acercado a él esporádicamente, o en forma de colaboraciones. Lo que es más: ya he leído varias veces en prensa musical especializada a críticos que defienden el reguetón como un género que combina expresión popular con calidad. Como si negarse a abrazarlo fuera tener la misma actitud que tuvieron nuestros bisabuelos en los años cincuenta cuando se escandalizaban con el auge del rock&roll. Así que creo que la pregunta es procedente. Y esta entrada es mi respuesta.
Históricamente el reguetón surgió como un género relativamente marginal en Centroamérica (particularmente en Panamá), como una mezcla de los jamaicanos reggae y dancehall. Y conforme se fue expandiendo por el Caribe primero y por Hispanoamérica después fue incorporando cada vez más elementos del para mí denostado hip-hop, hasta el punto de que en la actualidad la mayoría de sus intérpretes declaman más que cantan, si acaso dejando un estribillo cantado para hacer la canción menos monótona.
El primer problema es precisamente ése: la monotonía. Al renunciar a progresiones armónicas medianamente elaboradas (o al carecer de talento para crearlas en la mayoría de sus artistas), la dificultad de rellenar cuatro minutos sin que suceda prácticamente nada es muy grande. Y para combatir este inconveniente lo que se suele hacer es, sobre una base musical recurrente, que a menudo repite una y otra vez el mismo compás sin piedad, añadir unas "estrofas" declamadas, sin apenas melodía (cosa lógica, al no haber progresión armónica desarrollada que permita escribir una auténtica partitura), y cuya única baza para evitar el lógico hastío es epatar con unas frases más o menos impactantes.
Porque el segundo problema del reguetón son las letras. Sorprende que en un mundo occidental tan concienciado actualmente en denunciar la posición histórica en segundo plano de la mujer, y que apuesta por continuas movilizaciones y medidas sociales para corregirla (ese feminismo que, bien entendido, es tan reivindicable), el reguetón destaque justo por lo contrario. En su inmensa mayoría las letras del reguetón son machistas, irrespetuosas, zafias, soeces... Escuchen si no a Daddy Yankee, a Don Omar, a J Balvin, o a Maluma. Asusta escuchar a nuestros chavales de seis u ocho años declamar esas letras sin entender realmente toda la carga simbólica reprobable que contienen. Y sorprende también que el feminismo exacerbado que en algunos países está proliferando no arremeta sin piedad contra el género como una de sus primeras prioridades.
Más aún cuando esas letras infames vienen acompañadas de un tercer problema: la imagen. Conscientes de que la propuesta musical es en el mejor de los casos endeble, los artistas de reguetón intentar contrarrestarla siempre que pueden con unos vídeos tan fastuosos como frívolos. En los que nuevamente la mujer aparece como un objeto de consumo, siempre enfocada con planos más sexuales que sensuales, con especial predilección por sus atributos más característicos. Y en los que además el panorama lo completa un lujo desenfrenado, una ostentación irreverente que contrasta con la entre regular y mala situación económica de prácticamente todos los países en los que se crea reguetón. Aquello de "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces" viene al pelo en este caso, en los que el reguetón emprende una defensa de valores en las antípodas de las sociedades contemporáneas.
Por lo que intentar presentar a este género escaso de musicalidad, machista y frívolo como el nuevo pop se me antoja un despropósito. Siguiendo el paralelismo con los años cincuenta, el rock&roll tuvo un impacto social igual o mayor que el del reguetón, musicalmente era menos limitado y culturalmente menos irrespetuoso con los valores sociales. Pero incluso asumiendo cierto paralelismo, en unos cuantos años el rock&roll enriqueció el mi-la-si de tantas y tantas canciones, añadió otros instrumentos a la guitarra eléctrica, el bajo y la batería con el que había comenzado y propuso unas letras más ricas en matices y estados de ánimo. En otras palabras, se convirtió en ese pop que relució como ningún otro género en los años sesenta. Mientras que el reguetón, a pesar de los años que lleva expandiéndose por emisoras comerciales y garitos de escaso gusto, se ha mantenido firme en su propuesta, sin asomo de un crecimiento musical que lo pueda dignificar.
¿Significa eso que todo lo que ha surgido del reguetón es despreciable musical y culturalemente? No, creo que hay al menos ha aportado dos elementos positivos. El primero es el dembow, el famosísimo ritmo que vertebra todas las canciones del género. Un ritmo que repetido hasta la saciedad hastía, pero que usado con mesura es útil y por ello se ha expandido hasta otros géneros musicales mucho más interesantes, proponiendo así una percusión alternativa al quizá demasiado trillado "cuatro por cuatro". Pongo aquí como ejemplo una de las canciones que propuse en mi lista de mejores canciones del año pasado: "Money towers", de Lydmor. Aun con su parafernalia electrónica de gran riqueza y su emocionante frialdad, si nos fijamos veremos que su percusión es simplemente una versión tamizada del famoso dembow. Y el segundo elemento es la relevancia que gracias al género ha adquirido el español en lugares donde tradicionalmente era un obstáculo musicalmente hablando, como los países anglosajones o el este asiático. No cabe duda de que nuestro idioma es la mayor riqueza cultural que podemos seguir aportando al planeta a pesar de nuestra nula relevancia internacional, y el reguetón ha actuado aquí como inesperado vehículo patrocinador.
Ha habido épocas a lo largo de la historia de la música en las que popularidad y calidad han ido de la mano, mientras que en otras los entendidos musicales se rasgaban las vestiduras ante los gustos de la "plebe". Y no sólo con la música; en otros artes como la pintura o la escultura hoy veneramos a artistas que fueron rechazados por sus contemporáneos, mientras que los favoritos de aquel entonces descansan hoy en el más absoluto de los olvidos. En mi opinión con la música popular contemporánea estamos en uno de esos periodos en los que desgraciadamente popularidad y calidad no van de la mano. No hay nada insoslayable en ello; de hecho ésa es la razón principal que me animó hace muchos años a iniciar este humilde blog. Pero pretender que algo (el reguetón en este caso) es bueno (como el pop) simplemente porque cada vez gusta a un número mayor de gente es un argumento insostenible. Así que no, no busquen Vds. el nuevo pop en el reguetón; inténtelo en cambio en propuestas minoritarias, en webs especializadas, o en festivales alternativos. Tendrán mucho más éxito.
Históricamente el reguetón surgió como un género relativamente marginal en Centroamérica (particularmente en Panamá), como una mezcla de los jamaicanos reggae y dancehall. Y conforme se fue expandiendo por el Caribe primero y por Hispanoamérica después fue incorporando cada vez más elementos del para mí denostado hip-hop, hasta el punto de que en la actualidad la mayoría de sus intérpretes declaman más que cantan, si acaso dejando un estribillo cantado para hacer la canción menos monótona.
El primer problema es precisamente ése: la monotonía. Al renunciar a progresiones armónicas medianamente elaboradas (o al carecer de talento para crearlas en la mayoría de sus artistas), la dificultad de rellenar cuatro minutos sin que suceda prácticamente nada es muy grande. Y para combatir este inconveniente lo que se suele hacer es, sobre una base musical recurrente, que a menudo repite una y otra vez el mismo compás sin piedad, añadir unas "estrofas" declamadas, sin apenas melodía (cosa lógica, al no haber progresión armónica desarrollada que permita escribir una auténtica partitura), y cuya única baza para evitar el lógico hastío es epatar con unas frases más o menos impactantes.
Porque el segundo problema del reguetón son las letras. Sorprende que en un mundo occidental tan concienciado actualmente en denunciar la posición histórica en segundo plano de la mujer, y que apuesta por continuas movilizaciones y medidas sociales para corregirla (ese feminismo que, bien entendido, es tan reivindicable), el reguetón destaque justo por lo contrario. En su inmensa mayoría las letras del reguetón son machistas, irrespetuosas, zafias, soeces... Escuchen si no a Daddy Yankee, a Don Omar, a J Balvin, o a Maluma. Asusta escuchar a nuestros chavales de seis u ocho años declamar esas letras sin entender realmente toda la carga simbólica reprobable que contienen. Y sorprende también que el feminismo exacerbado que en algunos países está proliferando no arremeta sin piedad contra el género como una de sus primeras prioridades.
Más aún cuando esas letras infames vienen acompañadas de un tercer problema: la imagen. Conscientes de que la propuesta musical es en el mejor de los casos endeble, los artistas de reguetón intentar contrarrestarla siempre que pueden con unos vídeos tan fastuosos como frívolos. En los que nuevamente la mujer aparece como un objeto de consumo, siempre enfocada con planos más sexuales que sensuales, con especial predilección por sus atributos más característicos. Y en los que además el panorama lo completa un lujo desenfrenado, una ostentación irreverente que contrasta con la entre regular y mala situación económica de prácticamente todos los países en los que se crea reguetón. Aquello de "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces" viene al pelo en este caso, en los que el reguetón emprende una defensa de valores en las antípodas de las sociedades contemporáneas.
Por lo que intentar presentar a este género escaso de musicalidad, machista y frívolo como el nuevo pop se me antoja un despropósito. Siguiendo el paralelismo con los años cincuenta, el rock&roll tuvo un impacto social igual o mayor que el del reguetón, musicalmente era menos limitado y culturalmente menos irrespetuoso con los valores sociales. Pero incluso asumiendo cierto paralelismo, en unos cuantos años el rock&roll enriqueció el mi-la-si de tantas y tantas canciones, añadió otros instrumentos a la guitarra eléctrica, el bajo y la batería con el que había comenzado y propuso unas letras más ricas en matices y estados de ánimo. En otras palabras, se convirtió en ese pop que relució como ningún otro género en los años sesenta. Mientras que el reguetón, a pesar de los años que lleva expandiéndose por emisoras comerciales y garitos de escaso gusto, se ha mantenido firme en su propuesta, sin asomo de un crecimiento musical que lo pueda dignificar.
¿Significa eso que todo lo que ha surgido del reguetón es despreciable musical y culturalemente? No, creo que hay al menos ha aportado dos elementos positivos. El primero es el dembow, el famosísimo ritmo que vertebra todas las canciones del género. Un ritmo que repetido hasta la saciedad hastía, pero que usado con mesura es útil y por ello se ha expandido hasta otros géneros musicales mucho más interesantes, proponiendo así una percusión alternativa al quizá demasiado trillado "cuatro por cuatro". Pongo aquí como ejemplo una de las canciones que propuse en mi lista de mejores canciones del año pasado: "Money towers", de Lydmor. Aun con su parafernalia electrónica de gran riqueza y su emocionante frialdad, si nos fijamos veremos que su percusión es simplemente una versión tamizada del famoso dembow. Y el segundo elemento es la relevancia que gracias al género ha adquirido el español en lugares donde tradicionalmente era un obstáculo musicalmente hablando, como los países anglosajones o el este asiático. No cabe duda de que nuestro idioma es la mayor riqueza cultural que podemos seguir aportando al planeta a pesar de nuestra nula relevancia internacional, y el reguetón ha actuado aquí como inesperado vehículo patrocinador.
Ha habido épocas a lo largo de la historia de la música en las que popularidad y calidad han ido de la mano, mientras que en otras los entendidos musicales se rasgaban las vestiduras ante los gustos de la "plebe". Y no sólo con la música; en otros artes como la pintura o la escultura hoy veneramos a artistas que fueron rechazados por sus contemporáneos, mientras que los favoritos de aquel entonces descansan hoy en el más absoluto de los olvidos. En mi opinión con la música popular contemporánea estamos en uno de esos periodos en los que desgraciadamente popularidad y calidad no van de la mano. No hay nada insoslayable en ello; de hecho ésa es la razón principal que me animó hace muchos años a iniciar este humilde blog. Pero pretender que algo (el reguetón en este caso) es bueno (como el pop) simplemente porque cada vez gusta a un número mayor de gente es un argumento insostenible. Así que no, no busquen Vds. el nuevo pop en el reguetón; inténtelo en cambio en propuestas minoritarias, en webs especializadas, o en festivales alternativos. Tendrán mucho más éxito.
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