sábado, 5 de enero de 2019

Dubstar: "One" (2018)

Quizá el retorno más inesperado de este 2018 que nos acaba de dejar haya sido el de los ingleses Dubstar. Que fueron una de mis bandas favoritas durante la década de los noventa, cuando transcurrió la totalidad su carrera. Su dream pop con toques electrónicos y relativamente bailable los situaba en un exquisito punto medio entre Saint Etienne (más poppy y bailables) y One Dove / Dot Allison (más envolventes y experimentales). El por aquel entonces trío editó tres álbumes ("Disgraceful" (1995), "Goodbye" (1997) y "Make it better" (2000)) que gozaron de un merecido reconocimiento internacional a nivel de crítica y ventas, aunque en esos tres discos era claramente apreciable su evolución desde un sonido más comercial y electrónico a otro más personal y relativamente más acústico. Justo después de publicar su tercer disco, cuando su éxito y repercusión estaban en claro declive, Steve Hiller, teclista y compositor, abandonó la banda y poco después el ya dúo se separó (antes incluso de que se publicara su álbum de grandes éxitos). Sarah Blackwood, su vocalista y también compositora, pasó a formar parte de la banda de techno femenina Client, y en ella militó durante la década siguiente. Desde entonces nada se sabía de ella, ni tampoco del guitarrista y también compositor Chris Wilkie.

Hasta que hace unos meses Blackwood y Wilkie anunciaron que estaban trabajando en un nuevo álbum junto con el reputado productor Youth (que ha producido a de The Verve, The Orb, Dido y muchos más). Y así hace un par de meses que vio la luz este "One", un álbum de diez canciones compuestas por el ahora dúo, al que debo admitir que me enfrenté con ciertas dudas. Primero por ser el primer álbum sin Hiller en la composición, lo que era una dificultad creativa y podía alejar del sonido de la banda sus sintetizadores tan característicos y sus efectivas cajas de ritmos. Y segundo porque tras dieciocho años era difícil discernir si el retorno tenía realmente fines creativos, o era una mera excusa para poder salir de gira. Por no hablar de que no sabía en qué fase de su evolución musical se encuadrarían estas nuevas canciones.

Y la primera aproximación fue decepcionante: "Love comes late", tema que abre el disco además de su tercer sencillo, es bastante floja, un medio tiempo de instrumentación demasiado convencional, en una tonalidad tan grave que no favorece la interpretación vocal de Blackwood y con un estribillo de una única frase bastante ramplón. Pero he decir también que se trata del peor momento del álbum, y que el resto funciona con naturalidad sorprendente como la continuación de "Make it better", sin que se eche mucho de menos a Hiller. "Love gathers" ya sube claramente el listón: un tempo un poco más alto, con un precioso arpegio de guitarra al comienzo y en los intervalos instrumentales, unas estrofas brillantes y un estribillo un poco menos inspirado pero mucho más elaborado que en el primer corte, que nos envuelve y nos insufla optimismo a la vez, y que perfectamente podría haber sido publicada como sencillo. Es cierto que "Torched", nuevamente más acústica y lenta, baja otra vez un escalón, pero su luminoso estribillo (sección de cuerda incluida), el original cambio de tonalidad en la parte nueva, y su coda final son razones suficientes para no pulsar el forward. Y es que lo mejor está por llegar.

"Please stop leaving me alone" es Dubstar en estado puro, con sus evocadoras estrofras a partir de la guitarra acústica de Wilkie y la voz de Blackwood, que habrían encajado perfectamente en "Make it better", y cuyo largo intervalo instrumental, muy elaborado, termina de rematar el resultado. Aunque prefiero "I hold your heart", con ese comienzo con sección de viento que recuerda a los primeros tiempos de Swing Out Sister, y una estrofa muy bien desarrollada y mejor arreglada que da paso a un irresistible estribillo con la sorpresa del cambio de tonalidad. Aunque tal vez el sonido vuelva a ser demasiado convencional para sus señas de identidad. "Waltz nº 9" fue el sencillo que anticipó el álbum, y como su nombre indica está desarrollado sobre un inhabitual en la música contemporánea ritmo ternario. Ése es su mayor acierto, porque su sencillez pop anda un poco falta de gancho, y las estrofas vuelven a estar compuestas en unas notas demasiado bajas para la voz de Blackwood.

Tras estos seis primeros temas podría pensarse que "One" no ha merecido realmente los dieciocho años de espera, porque es cierto que combina momentos más inspirados (aunque sin llegar a un nivel estelar )con otros curiosos y correctos pero más anodinos. Sin embargo, y contra lo que suele ser habitual en la gran mayoría de discos, el tercio final del mismo encierra sus mejores momentos y potencia la impresión global. Empezando por "You were never in love", segundo sencillo y primer gran momento del álbum. Ahora sí con un sintetizador envolvente para llevar los acordes y un bajo electrónico, podría haber sido perfectamente un tema perdido de "Disgraceful": un medio tiempo en el que hasta la batería merece una atención especial con sus distintas cajas, con una estrofa que prepara el terreno para un inspirado estribillo (incluyendo una en desuso subida de un tono en sus repeticiones finales), aunque personalmente lo que más me gusta son los juegos que hacen con la partitura en la parte nueva. Aún más brillantes me parecen los casi seis minutos de "Locked inside", una maravilla desde su cinematográfico y ahora sí tecnológico comienzo, que da lugar a unas estrofas frías y cautivadoras a la vez, muy en la línea de "Goodbye". Y con la sorpresa del sampling de las contundentes y casi míticas baterías y percusión de "Shout", el clásico de Tears For Fears. Que da lugar a un meritorio estribillo, y que sin embargo palidece ante ese inesperado segundo estribillo, arrebatador con su imposible equilibrio entre el arpegio de guitarra y sus sintetizadores sincopados, sin duda la mejor forma de ilustrar su certera y a la vez asfixiante letra. "Why don't you kiss me", penúltimo corte y cuarto sencillo, es el tema más rápido del álbum y muy en la línea de "Disgraceful", con otra preciosa estrofa y un mejor si cabe estribillo, Wilkie particularmente inspirado con sus arabescos de guitarra, los suficientes sintetizadores para no echar de menos a Hiller, y la curiosidad de que la base rítmica en las estrofas recuerda muchísimo al de "Everybody wants to rule the world", el otro gran clásico de Tears For Fears. Y el álbum lo cierra otro gran momento, "Mantra", también su canción más larga. Que es cierto que se inspira en el "Hey Jude" de The Beatles en su apoteósica y efectiva coda final sobre acordes mayores, pero que también nos propone un comienzo que va añadiendo con naturalidad instrumentos, unas meritorias y larguísimas estrofas con toda la personalidad del dúo, y ese estribillo casi rockero con guitarra distorsionada y platos de batería en primer plano.

"One" es un álbum honesto, consistente, trabajado, muy bien producido, y con la calidad suficiente para no desmerecer en la discografía del grupo. Y que demuestra que el secreto del pop atemporal es el talento creativo y no tanto la edad de sus creadores. Personalmente habría agradecido algún guiño más a la pista de baile y algo más de riesgo en la instrumentación de algunas canciones, pero lo que tengo claro es que para cualquier fan de la banda que se reencuentre con ellos las expectativas van a verse cumplidas con creces. Y para aquellos que gusten del pop sofisticado para hacerles el día a día más llevadero, descubrirlos va a ser un pequeño placer. Lo que es decir mucho de estos dos casi cincuentones. ¿Habrá continuación para este "One"? ¿Tardará otros dieciocho años? Imposible saberlo. Pero de momento disfrutemos de ese fantástico tercio final, al que muy pocos artistas han conseguido igualar en este 2018 que nos acaba de dejar. Merece la pena.

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