El primer álbum que me ha animado a reseñar de este 2017 que está tardando en arrancar en cuanto a novedades musicales es el debut en formato álbum de los estadounidenses Tiny Deaths. Lo que constituye una notable casualidad, porque uno de los últimos álbumes que reseñé en 2016 en este humilde blog fue el de los también estadounidenses Tiny Fireflies. Pero es que además de compartir país, opera prima y la primera palabra de su nombre artístico, ambas bandas son también dúos chica/chico, ella voz solista y él guitarrista principal. Incluso a nivel artístico ambas bandas tienen una propuesta cercana, con el pop evocador como referencia, si bien Tiny Fireflies proponen un envoltorio más sintético y sofisticado, mientras que Tiny Deaths nos cautivan con su mayor desnudez instrumental y su mayor presencia de instrumentos reales. Como ven, un gran número de coincidencias que ponen de manifiesto que al margen de la vanalidad mayoritaria en la música estadounidense para las masas que se factura estos últimos años, están surgiendo en distintos puntos del país (Minneapolis en esta oportunidad, Chicago en el caso de Tiny Fireflies) bandas que se resisten a plegarse a esa vanalidad y nos devuelven la ilusión por la magia de la mejor música pop.
Tiny Deaths lo constituyen Claire de Lune, una vocalista de voz cautivadora que no necesita forzar para trasladarnos a su pequeño mundo personal, y Grant Cutler, un compositor de gran sensibilidad. Proviniendo de una ciudad tan fría como Minneapolis sorprende la calidez de su música, ideal para refugiarse tras una jornada diaria llena de sobresaltos. Y que además va acompañada de una gran calidad, logrando unas armonías prácticamente perfectas con el número justo de instrumentos. Aunque "Elegies" también adolece de algún defecto. El más obvio es su duración: apenas veintiocho minutos en sólo ocho temas, el debut más corto que recuerdo en muchos años. Con el agravante de que cuatro de esos temas ya habían visto la luz en el EP "Night flowers", publicado hace justo un año. Aunque también debo señalar que no todos esos temas rayan a la misma altura, ya que hay al menos tres que son claramente más flojos. Pero claro, con canciones tan brillantes como las tres con las que se abre, se les disculpa casi cualquier cosa.
Porque "Wrong", su primer corte y tercer sencillo, cautiva desde la primera escucha con su comienzo directo, su bajo distorsionado y su arpegio de guitarra que recuerda a Chris Walla de Death Cab For Cutie, y nos devuelve la fe en el pop intemporal (a pesar de su progresión armónica relativamente simple). Porque "The gardener", segundo corte y segundo sencillo, a pesar de su simplicidad aparente (un ritmo binario sencillo, un bajo slap y la voz de de Lune) es incluso superior gracias a su extrema elegancia, a su certera calidez y sobre todo a su estribillo más definido. Y porque "Ever", el primer sencillo, es todavía más brillante, con su instrumentación a medio camino entre eléctrica y electrónica, la atmósfera que generan los coros de voces superpuestas, ese maravilloso estribillo ("We didn't have a prayer...") y los nuevos instrumentos y las alteraciones con que enriquecen la segunda estrofa, evidenciando hasta qué punto han trabajado la composición.
El resto del álbum lógicamente no mantiene el mismo nivel. "Summer" es una balada presidida por un Hammond actualizado, con un estribillo correcto pero que decae demasiado en sus estrofas espartanas y anodinas. "The tide" es claramente superior, y sin llegar al nivel de los primeros tres cortes sí explora con sensibilidad una melodía difícil y un ritmo sincopado, aunque no termine de crecer en su segunda mitad. "Away" es probablemente el tema más flojo del disco, con unas estrofas fatigosas a causa de su melodía repetitiva y su monótona guitarra, si bien los intervalos dedicados al estribillo nos confirman que podría haber sido una buena canción con unas estrofas más inspiradas. "Backwards" sorprende por su sintetizador preeminente y su programación electrónica, con una atmósfera muy similar a la de "Elias", de School of Seven Bells, otra banda chica/chico que reseñé en este mismo blog hace casi un año. Pero el tema se queda en poco más que eso, quizá porque estrofas y estribillos carecen de inspiración. Afortunadamente, y quizá sabedores del bajón del álbum en su tramo central, colocan al final del mismo "The singularity", el cuarto gran momento del mismo: otra balada de percusión programada muy sencilla, espartana, pero con una preciosa progresión armónica y los mejores arpegios de guitarra del álbum, además de su letra más sentimental (ese "maybe in another lifetime..." se clava como un puñal).
Para haber sido un gran disco, "Elegies" necesitaría haber incluido al menos un par más de buenos momentos. Se ve que a de Lune y a Cutler les cuesta componer canciones, porque han tardado tres años (desde que publicaron su primer EP) en grabar solamente ocho. Pero claro, si cuatro de ellas son tan fantásticas, quizá la explicación reside en que son tan autocríticos con ellos mismos que apenas escriben canciones que pasen el corte. Así que quedémonos con sus grandes momentos, y esperemos que tengan repercusión suficiente como para que se animen a darles continuidad, aunque tarden otros tres años. Talento les sobra.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 26 de febrero de 2017
martes, 14 de febrero de 2017
Sobre los artistas que se alinean a favor o en contra de una opción política
La relativamente reciente victoria del magnate Donald Trump en las elecciones a la presidencia de los E.E.U.U. ha otorgado una magnitud desconocidad a un fenómeno que siempre ha estado presente en la música contemporánea: el alineamiento de un buen número de artistas a favor (o en este caso en contra) de una opción política. Hasta un extremo tal que me ha parecido oportuno escribir una reseña al respecto. Por supuesto, no pretendo entrar a juzgar al magnate (bastante bombardeo hemos sufrido ya en las últimas semanas por parte de los medios de comunicación), ni posicionar políticamente a este humilde blog (cuyo contenido es exclusivamente la música, no la política). Pero sí reflexionar sobre estos artistas que adoptan una posicion tan beligerante.
Hace unos años ya reflexioné sobre un tema tangencial al de esta entrada, al tratar de los músicos "concienciados", cuestionándome si dicha actitud era elogiable o simplemente ventajista. Ahora pretendo ahondar en las supuestas ventajas que obtienen dichos artistas por posicionarse. Puesto que está claro que si la posición que defienden explícitamente alcanza o mantiene el poder, podrán beneficiarse de una mayor difusión en los medios de comunicación afines, facilidades para el acceso a determinados recintos, excepciones para organizar macroeventos, mayor relevancia en los premios musicales, e incluso potenciales subvenciones. En definitiva, podrán aumentar (de manera lícita) el dinero que generarán por el ejercicio de su actividad artística. Ahora bien, lo que deberían plantearse es si esa relevancia e ingresos adicionales compensarán los inconvenientes que generará la posición contraria si es que triunfa.
Porque enemistarse con los centros de poder puede ser extremadamente peligroso: aunque las discográficas hayan perdido buena parte de su posición dominante, un artista "señalado" puede dejar de ser interesante para ellas; también puede dejar de ser atractivo para las radiofórmulas, que preferirán contenidos más neutros y accesibles; también para determinados promotores musicales u organizadores de conciertos, si la presencia del artista puede generar tensión o altercados; incluso si el tono de beligerancia ha sido elevado, puede que el artista quede vetado en las plataformas de streaming. En definitiva, su carrera musical puede quedar en entredicho.
Y lo que es peor aún: puede que seguidores habituales de ese intérprete o banda se alejen a la vista de ese posicionamiento férreo. Porque probablemente una parte considerable de sus seguidores sí comulguen (o al menos no se opongan) a la posición que haya resultado vencedora. Y no vean en ese intérprete un gurú omniscente que también resulta ser un experto en sociología, filosofía, ciencias políticas, etc. Menos aún si encima utiliza como argumentario tópicos manidos y superficiales como "falta de democracia", "marginación consciente", etc. Por lo que si el intérprete en cuestión genera rechazo en sus seguidores, corre serio riesgo de perderlos, y ya le sería difícil recuperarlos aunque musicalmente siguiera dando en el clavo.
De hecho, si lo pensamos fríamente veremos que estos artistas que se posicionan tan nítidamente a nivel político pecan de una soberbia desmedida: porque piensan que sus incuestionables cualidades musicales van acompañadas de una autoridad similar en otros ámbitos. Casi como si fueran superhombres. En realidad, bastante difícil es ya destacar en una parcela de las artes o las ciencias como para convertirse en una autoridad en varias de ellas. Pero también porque valiéndose de su posición privilegiada como personajes públicos pueden posicionarse públicamente, esperando influir a los potenciales votantes de la opción que defienden. Aunque en realidad a nadie con un mínimo de grado de madurez le va a interesarse lo que, por ejemplo, piense Madonna sobre Donald Trump, por mucho que sea seguidor de la Ciccione.
En definitiva, en mi opinión a lo que a todo artista debería aspirar es a la mayor difusión y perdurabilidad de su obra. Por lo que cuanto más aséptica la haga respecto a otros ámbitos de la sociedad, y más genéricos sean los sentimientos que exprese, mayor audiencia logrará a lo largo del espacio y del tiempo, y por tanto mayores beneficios a todos los niveles. Dejemos la música para los músicos, y la política para los políticos.
Hace unos años ya reflexioné sobre un tema tangencial al de esta entrada, al tratar de los músicos "concienciados", cuestionándome si dicha actitud era elogiable o simplemente ventajista. Ahora pretendo ahondar en las supuestas ventajas que obtienen dichos artistas por posicionarse. Puesto que está claro que si la posición que defienden explícitamente alcanza o mantiene el poder, podrán beneficiarse de una mayor difusión en los medios de comunicación afines, facilidades para el acceso a determinados recintos, excepciones para organizar macroeventos, mayor relevancia en los premios musicales, e incluso potenciales subvenciones. En definitiva, podrán aumentar (de manera lícita) el dinero que generarán por el ejercicio de su actividad artística. Ahora bien, lo que deberían plantearse es si esa relevancia e ingresos adicionales compensarán los inconvenientes que generará la posición contraria si es que triunfa.
Porque enemistarse con los centros de poder puede ser extremadamente peligroso: aunque las discográficas hayan perdido buena parte de su posición dominante, un artista "señalado" puede dejar de ser interesante para ellas; también puede dejar de ser atractivo para las radiofórmulas, que preferirán contenidos más neutros y accesibles; también para determinados promotores musicales u organizadores de conciertos, si la presencia del artista puede generar tensión o altercados; incluso si el tono de beligerancia ha sido elevado, puede que el artista quede vetado en las plataformas de streaming. En definitiva, su carrera musical puede quedar en entredicho.
Y lo que es peor aún: puede que seguidores habituales de ese intérprete o banda se alejen a la vista de ese posicionamiento férreo. Porque probablemente una parte considerable de sus seguidores sí comulguen (o al menos no se opongan) a la posición que haya resultado vencedora. Y no vean en ese intérprete un gurú omniscente que también resulta ser un experto en sociología, filosofía, ciencias políticas, etc. Menos aún si encima utiliza como argumentario tópicos manidos y superficiales como "falta de democracia", "marginación consciente", etc. Por lo que si el intérprete en cuestión genera rechazo en sus seguidores, corre serio riesgo de perderlos, y ya le sería difícil recuperarlos aunque musicalmente siguiera dando en el clavo.
De hecho, si lo pensamos fríamente veremos que estos artistas que se posicionan tan nítidamente a nivel político pecan de una soberbia desmedida: porque piensan que sus incuestionables cualidades musicales van acompañadas de una autoridad similar en otros ámbitos. Casi como si fueran superhombres. En realidad, bastante difícil es ya destacar en una parcela de las artes o las ciencias como para convertirse en una autoridad en varias de ellas. Pero también porque valiéndose de su posición privilegiada como personajes públicos pueden posicionarse públicamente, esperando influir a los potenciales votantes de la opción que defienden. Aunque en realidad a nadie con un mínimo de grado de madurez le va a interesarse lo que, por ejemplo, piense Madonna sobre Donald Trump, por mucho que sea seguidor de la Ciccione.
En definitiva, en mi opinión a lo que a todo artista debería aspirar es a la mayor difusión y perdurabilidad de su obra. Por lo que cuanto más aséptica la haga respecto a otros ámbitos de la sociedad, y más genéricos sean los sentimientos que exprese, mayor audiencia logrará a lo largo del espacio y del tiempo, y por tanto mayores beneficios a todos los niveles. Dejemos la música para los músicos, y la política para los políticos.
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