El tercer álbum del trío canadiense ha sido para mí al menos una de las sorpresas de la temporada que acaba de terminar. Apenas los conocía de sus dos entregas anteriores, que me habían parecido interesantes instrumentalmente pero demasiado dispersas como composiciones pop. Pero con "Deep in the iris" han estructurado mejor sus creaciones y han contenido su tendencia a las veleidades experimentales. El resultado es un álbum relativamente corto (41 minutos y sólo 9 composiciones), con una personalidad muy acusada y un sonido muy actual pero pleno de inteligencia a la hora de crear e interpretar melodías de pop más accesibles para el gran público.
El trío gira en torno a la acusada personalidad de Raphaelle Standell-Preston, guitarrista, pianista, cantante y encargada de las mezclas en directo. Con unas excelentes cualidades vocales y un estilo que oscila entre la Björk menos histriónica y la Tori Amos más cálida. Que sin embargo no obliga a que sus temas se sostengan exclusivamente sobre su parte vocal, puesto que la combinación de instrumentos clásicos y sintetizadores de última generación tiene casi el mismo peso. Todo lo cual se pone de manifiesto en "Letting go", el tema que abre el disco y curiosamente uno de los menos inspirados. Aunque sí refleja con bastante precisión el pop a medio camino entre lo arty y lo experimental y de temática amorosa que sostendrá el álbum. Le sigue "Taste", tercer sencillo y una muestra mucho más inspirada de lo que el trío puede ofrecer: una bonita progresión armónica, sobre la que construyen una melodía dulce y muy elaborada sobre el arrepentimiento a la hora de abandonar una relación sentimental. Que se remata con un minuto y medio envolvente, sin percusión, para cerrar el tema de manera original. Tras él, "Blondie" recuerda al principio a la Björk más traviesa de "Venus as a boy", aunque la banda es capaz de evolucionar el tema hasta convertirlo en una especie de drum&bass del siglo XXI con el contraste entre su percusión acelerada y su lenta melodía. Si bien lo más interesante es la progresión armónica que introducen desde la parte nueva hasta el final, en una coda con predominio absoluto de la percusión más estridente.
"Happy When" es otra introspectiva y complicada de cantar melodía, arropada por una instrumentación electrónica y sin embargo curiosamente orgánica, con unos originales redobles de batería y un lento arpegio de guitarra para rematar un tema brillante pero difícil de disfrutar, y al que quizá le sobre algo de minutaje. "Miniskirt" es, además del primer sencillo, la joya absoluta del álbum: dos temas en uno, el primero una preciosa balada de estilo indie a lo Tori Amos, con una meritoria melodía y sintetizadores que van creciendo envonviéndola, que a los dos minutos y para sorpresa del oyente se transforma en el segundo tema, con otra estructura totalmente diferente, una batería excelente, y mucho más rápido, que recuerda a los mejores temas bailables de Lamb. Ambos con una instrumentación fascinante, que consigue cohesionarlos en uno solo, y con una de las mejores letras de estos últimos años sobre el sentimiento de posesión de algunos hombres respecto a las mujeres, y cómo las hacen sentir. Sin duda, una de las joyas del año que acaba de terminar.
Tras este temazo casi cualquier canción palidecería, y eso es lo le sucede a "Getting Tired", otro original y complejo medio tiempo, con una batería y un piano muy originales y una atmósfera envolvente que no desentona en el nivel medio del álbum. "Sore Eyes", el séptimo corte, es para mi gusto uno de los más conseguidos, ya que por un lado adopta un ritmo binario rápido, más sencillo y bailable que el del resto del álbum, y por otra propone en su mayor parte una mayor desnudez instrumental como mecanismo para maximizar su carga emocional, muy en la línea de los buenos momentos de The XX. Aunque lo que realmente hace brillar el tema es la excelente progresión armónica del estribillo. "Bunny rose", el segundo sencillo del álbum, es otro de sus momentos álgidos: unas armonías delicadas y elegantes para envolver una letra que reflexiona qué hay de malo en la soltería si no se ha dado con la persona adecuada. Y con una estupenda coda final instrumental de casi un minuto, con el arpegio de guitarra envuelto entre capas de sintetizadores. Así, casi como quien no quiere la cosa, surge en nuestro reproductor "Warm Like Summer", el último corte, cuyo título describe certeramente lo que nos sugiere este tema. Que sin ser el más brillante sí que constituye una manera reposada y elegante de cerrar el álbum y salir de la particular ambientación creada por los canadienses, con otra original batería y teclados juguetones en torno a la voz sugerente de Raphaelle .
A pesar de unos sencillos muy bien elegidos que deberían servir para alinear las expectativas del oyente, cuando lleguemos al final de "Deep in the iris" es probable que nuestra sensación sea que no hemos sido capaces de sacarle todo lo bueno que encierra. Aunque si le vamos dando sucesivas oportunidades y conseguimos abrir nuestra mente a otras maneras de estructurar e interpretar pop del siglo XXI, seguro que cada nueva escucha nos reportará una mayor satisfacción. Porque bajo su envoltorio de álbum conceptual contiene mucho talento, y eso es algo siempre digno de reconocimiento y elogio.
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