Quien siga con cierta regularidad este blog conocerá mi debilidad por los galeses Feeder, para mí sin duda una de las mejores bandas de rock en lo que llevamos de siglo. Cuando reseñé su último álbum ("Generation Freakshow") ya dejaba caer que esperaba que les quedaran siguiendo ganas de componer creaciones tras tantos años de carrera con una repercusión inferior a su creatividad y talento. Esa intuición quedó confirmada cuando hace unos meses el líder, cantante y compositor de la banda, Grant Nicholas, anunciaba que aparcaba temporalmente Feeder para iniciar su carrera en solitario. Una medida esperable en un creador cercano ya a cumplir 50 años. Así, hace casi dos meses vio la luz este "Yorktown Heights", un disco en el que no renuncia a su personalidad creativa, pero que sí que lo acerca a aguas poco transitadas por Feeder.
En el panorama musical es frecuente que los artistas que abandonan bandas con solera para iniciar carreras en solitario se vuelvan acomodaticios, menos motivados y por tanto entreguen obras mucho menos interesantes (Sting, Mark Knopfler, Roger Waters, Noel Gallagher... la lista sería prácticamente interminable). Obras que ocultan su menor calidad bajo la inquietante etiqueta de álbum "de madurez". Que en realidad se refiere a discos con temas más lentos (y más temas lentos), escaso riesgo, menor electricidad y electrónica, letras más serias, tonos vocales menos graves... Incluso a patinazos en toda regla, por intentar abarcar géneros que no dominan tanto como aquellos en los que ganaron prestigio. Por tanto, y a pesar de ser Nicholas el creador absoluto de Feeder, afronté con ciertas dudas las primeras escuchas de su debut en solitario. Dudas, hasta cierto punto, justificadas.
Porque efectivamente el álbum podría encajar en la etiqueta "de madurez": un disco que sin llegar a ser unplugged sí que se apoya mucho más en guitarras acústicas que cualquiera de los de Feeder, con muchos más temas lentos, con unas letras introspectivas y que destila una cierta desazón sobre la vida a estas alturas. Parámetros todos ellos que lo alejan de varias de las virtudes de su banda. A ellos hay que añadirle uno más: la edición más accesible del álbum está conformado por nada menos que 15 temas. Lo que aunque muestra la capacidad creativa de Nicholas también exige al melómano cierto esfuerzo: cuando los parámetros por los que transitan las 15 canciones están conscientemente constreñidos, la posibilidad de variación entre ellos es menor, y 15 temas son sin duda demasiados. No obstante, las dudas son sólo justificadas en parte, porque el álbum es digerible de principio a fin y tiene varios momentos recomendables.
Para aclararle las expectativas al potencial oyente, el álbum se abre con el tema que lo ha dado a conocer. "Soul mates" parte de un arpegio de guitarra acústica y sobre él Nicholas propone una melodía introspectiva con una voz menos forzada de lo habitual (una constante en todo el álbum) y propone un viaje a dúo con el oyente por las nuevas sendas de la madurez. Es un tema con un toque folk, con reminiscencias sesenteras, correcto y agradable pero que deja con la un tanto preocupante sensación de "¿así va a ser todo?". Así que aunque el segundo corte ("Hitori", posiblemente un guiño al bajista de Feeder, Taka Hirose, de origen japonés) podría pasar por un medio tiempo descartado por la banda, interpretado con menos electricidad y una producción más simplista, su nivel solamente correcto merma definitivamente las esperanzas de sus seguidores.
De manera que lo mejor es no juzgar el álbum como un todo, sino intentar separar los momentos correctos de los brillantes. Por esa razón podemos obviar la lenta y ligeramente folk "Tall trees", y fijarnos solamente en el estribillo de "Robots", uno de los temas con más fuerza del álbum. Así llegamos al quinto corte y primero realmente de nivel: "Vampires" se basa en una guitarra acústica doblada que ejecuta una excelente progresión armónica con diversas partes perfectamente armonizadas, y una melodía que sin estar a la altura de los mejores momentos de Nicholas, cumple. Aunque para convertirse en un clásico de su repertorio tal vez le falte crecer un poco conforme avanza; en ese sentido es un tanto plana. La cortita y muy cercana al Paul McCartney más acústico "Good fortune lies ahead" deja paso a la solamente correcta y rocosa "Joan of Arc", que Nicholas ejecuta en uno de los tonos más graves que nunca ha utilizado. "Hope" tiene un estribillo que es puro Feeder, y una parte nueva recomendable, pero el resto del tema no raya a la misma altura. Así que el segundo momento digno de elogio es "Isolation", una balada rockera con una de las letras más tristes e introspectivas del disco, que podría haber firmado Noel Gallagher, muy directa y para variar con unas guitarras eléctricas que refuerzan su contendencia en el estribillo.
"Broken resolutions" es uno de los momentos más psicodélicos del disco, con el vibratto de su mellotron como elemento más destacable, aunque el resto del tema no llama la atención. Afortunadamente "Time stood still" es, además del segundo sencillo, el tercer momento recomendable del disco: Nicholas vuelve a los terrenos que mejor domina con una melodía luminosa en las estrofas, un puente perfecto, y un estribillo irresistible, realzado por unos reconocibles coros, un punteo de guitarra muy original y una batería elaborada. "Father to son" vuelve a la senda más adulta y por tanto menos inspirada, aunque posiblemente sea el tema mejor producido del disco gracias a la variedad y originalidad de sus detalles. "Counting steps" podría pasar desapercibida a pesar de su voz doblada y su certera letra, pues su estribillo cuestionable y su homogeneidad le restan atractivo... hasta que Nicholas nos sorprende con una coda emocionante, que da sentido a los tres minutos anteriores. "Silent in space" es el quinto y último tema que recomiendo: podría pasar por una composición de la época de "Comfort in sound", gracias a su excelente progresión armónica en las estrofas, que crea una melodía elegante y perfectamente armonizada con el estribillo más bonito del disco. La acertada producción, liderada por los puntos de la acerada guitarra eléctrica, y una letra muy acertada con referencias al espacio exterior hacen el resto.
El álbum se cierra volviendo a su senda principal con "Safe in place", una canción muy intimista cuya melodía sigue el fraseo de la guitarra en las estrofas, y deviene un estribillo correcto sin más. Lo que confirma que lo mejor de este disco nos lo entrega Nicholas cuando opta por ser abiertamente el mismo y contiene su afán de arrimarse a otros ámbitos en los que se desenvuelve con correción pero sin magia. Con una mejor selección de temas (15 son demasiados), una mejor ubicación de los mejores momentos (la mayoría están en la segunda mitad, y muchos en el tramo final) y algo más de naturalidad a la hora de hacer crecer ciertos temas, "Yorktown heights" podría haber sido un muy buen disco, y no un disco correcto con algunas muy buenas canciones. Porque con artistas que como Nicholas tienen talento para componer, el puñado de grandes canciones se da ya por supuesto. Aunque se agradece.
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