Hace unas cuantas entradas aludía a la gran cantidad de retornos que nos iba a proporcionar este 2012. Entre ellos, uno de los más esperados es sin duda el de los norteamericanos Garbage, iconos de la modernización de la música rock durante finales de los años 90. Tras un paréntesis que parecía definitivo pero que al final ha durado 7 años, han regresado con "Not your kind of people", un álbum que se aleja del rock crudo y directo que entregaron en "Bleed like me" (2005), su último disco oficial hasta ahora, y les acerca a su sonido más reconocible, ése que les encumbró tanto en las preferencias de la crítica de medio mundo como en las listas de ventas de muchos países.
En efecto, Garbage ha sido siempre un grupo caracterizado por su sonido, objeto de unos minuciosos arreglos y una cuidadísima producción liderada por el archipremiado Butch Vig: la ambientación, la atmósfera, el rejuvenecimiento del rock tradicional mediante la incorporación de instrumentos electrónicos, sampleados y otros pequeños trucos extraídos desde ámbitos tan lejanos como el techno o el hip-hop, ha sido siempre más importante que cualquier otro aspecto de la banda. Con la excepción, quizá, de la carismática Shirley Manson, limitada en sus cualidades vocales pero capaz de mimetizarse a lo que el sonido de la canción de turno requiera. Y en este sentido "Not your kind of people" es una apuesta segura: demuestran que los años no han pasado por ellos, y que son capaces de absorber tendencias y sonidos de estos últimos años y hacerlos pasar a través de su particular batidora. Pero, ¿y las canciones?
Pues me temo que no hay ningún pelotazo como "Stupid girl" o "I think I'm paranoid". Lo cual no quiere decir que los dos sencillos elegidos para presentar el álbum sean malas elecciones; al contrario, son dos de los momentos álgidos del álbum: "Blood for Poppies", primer sencillo en la mayoría de los países occidentales, es un tema que bebe de "Queer" en el ritmo y en el crudo estilo de las estrofas (realzado por una acerada guitarra marca de la casa), desembocando en un estupendo estribillo de puro pop. Y "Battle In Me" es un tema más rockero, con una progresión armónica muy simple en las estrofas y un estribillo que será del gusto de aquellos a quienes a veces Garbage les parece un grupo demasiado "modosito".
Otros momentos notables del álbum son: el tema que lo abre, "Automatic systematic habit", una buena síntesis de lo que nos vamos a encontrar, con una producción a la última (incluyendo un penetrante bajo programado y un ritmo que se arrima a la música disco) y dos estribillos bien enlazados (el primero más poppy, el segundo más obsesivo), "Control", que juega con el oyente empezando como si fuera una balada, arrancándose luego en unas estrofas semi-declamadas a lo Red Hot Chili Peppers y que termina en un estribillo desasosegante y adictivo, y ya en la edición Deluxe con 4 temas adicionales, "Bright tonight", un sorprendente medio tiempo acústico construido a partir de un delicioso punteo de guitarra y que muestra que Garbage es capaz de transitar por nuevas aguas.
El resto, aunque tamizado siempre por su excelente producción repleta de guiños y trucos, es más irregular: hay estribillos bonitos ("Big bright world"), temas lentos que aunque no llegarán al nivel de clásicos de su repertorio son capaces de atrapar al oyente ("Sugar"), o temas resultones de rock tecnológico a lo Nine Inch Nails ("The one", también en la edición Deluxe), pero también hay momentos anodinos ("Felt", "Beloved freak"), o directamente flojos ("Man on a wire" o sorprendentemente el que da título al álbum, ese "Not your kind of people" más propio de un solista en horas bajas).
En suma, un álbum correcto, con momentos de notable calidad, que no defraudará a sus fans y que gana a los puntos a "Beautiful Garbage" y "Bleed like me" pero que queda lejos de su espléndido álbum de debut.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 22 de julio de 2012
lunes, 9 de julio de 2012
Orbital: Wonky (2012)
Cuando parecía que los que durante muchos años reyes del intelligent techno habían concluido definitivamente su andadura musical, los hermanos Paul & Phil Hartnoll han escogido este 2012 para regresar a la actualidad. En otras palabras, han transcurrido nada menos que 8 años desde su último álbum, el correcto pero irrelevante "Blue album", así que, como suele suceder en todo retorno tras un paréntesis tan largo, lo primero que inevitablemente pensé es que su nueva creación podía ser poco más que una mera excusa para recorrer de nuevo los festivales de medio mundo. Afortunadamente no ha sido el caso: los Hartnoll han aprovechado el paréntesis para oxigenarse y volver con renovadas ideas pero manteniendo su acusada personalidad de no renunciar a las notas musicales pese a servirse de tecnología punta. A lo cual quizá haya contribuido la aportación del legendario Flood (Yazoo, Erasure, Depeche Mode, U2, The Killers) en la producción.
El álbum se abre con "One big moment", un medio tiempo optimista (y tal vez un poco largo) que engancha al oyente, construido sobre la base de una progresión armónica inspirada, a la que a lo largo del tema le irán introduciendo sorprendentes variaciones, demostrando el dominio de la ciencia musical que ya les presuponíamos. Luego viene el menos certero "Straight sun", un tema construido sobre un loop de piano más sencillo que el de su mítico "Kein trink wasser", y que comienza siendo un medio tiempo para desembocar en un ritmo más contundente. "Never", más etéreo que el anterior y que empieza recordando a un instrumento musical infantil, también juega con el cambio de ritmo, si bien tanta repetición del sampleado vocal puede llegar a cansar.
A continuación nos encontramos el sencillo escogido para presentar este "Wonky": "New France" (con un bonito videoclip, por cierto) suena a Orbital desde ese primer teclado "acuoso" y las capas de susurros vocales de Zola Jesus, que desembocan en un estribillo definido, enérgico y que a lo largo del tema se verá sucedido por varios sintetizadores atmosféricamente estridentes. Le sucede el que, tras muchas escuchas, es mi corte favorito: "Distractions" (lo siento, no he encontrado ningún enlace en Youtube para presentarla). A partir de un revolucionadísmo teclado inicial, y con otra progresión armónica certera, van incorporando diversas melodías no siempre superpuestas sobre un nuevo medio tiempo, que en ocasiones dejan paso a un emocionante sampleado vocal. Y que tras un interludio monocorde se guarda para los minutos finales las sorpresas de un cambio de ritmo estimulante y un auténtico solo de sintetizador.
En la segunda mitad del álbum el nivel baja un poco, pero la inspiración no les abandona del todo: "Stringy acid", como su título indica, nos retrotrae dos décadas al apogeo del acid, tanto que podría pasar perfectamente por un corte de los extintos 808 State, si bien la base rítmica está convenientemente actualizada. "Belzeedub" pasa de ser casi una balada a un tema de inspiración jungle y sonidos delirantes. El tema que da título al álbum, "Wonky", parte de un ritmo más propio de Depeche Mode e insiste en una sonoridad desquiciante repleta de samples vocales con acelerados fraseos de Lady Leshurr. Y "Where is it going" recupera la senda más melódica de la primera mitad del álbum, un tema más propio de una epopeya espacial que recuerda al Felix Da Housecat de la época "Devin Dazzle and the Neon Fever".
En resumen, sin ser una obra maestra ("In sides" (1996) es un hito difícilmente repetible), sí que es sin duda su mejor álbum desde entonces. Y que demuestra que se puede evolucionar sin renunciar a la propia personalidad. Ojalá todos los retornos previstos para esta temporada estén a la misma altura.
El álbum se abre con "One big moment", un medio tiempo optimista (y tal vez un poco largo) que engancha al oyente, construido sobre la base de una progresión armónica inspirada, a la que a lo largo del tema le irán introduciendo sorprendentes variaciones, demostrando el dominio de la ciencia musical que ya les presuponíamos. Luego viene el menos certero "Straight sun", un tema construido sobre un loop de piano más sencillo que el de su mítico "Kein trink wasser", y que comienza siendo un medio tiempo para desembocar en un ritmo más contundente. "Never", más etéreo que el anterior y que empieza recordando a un instrumento musical infantil, también juega con el cambio de ritmo, si bien tanta repetición del sampleado vocal puede llegar a cansar.
A continuación nos encontramos el sencillo escogido para presentar este "Wonky": "New France" (con un bonito videoclip, por cierto) suena a Orbital desde ese primer teclado "acuoso" y las capas de susurros vocales de Zola Jesus, que desembocan en un estribillo definido, enérgico y que a lo largo del tema se verá sucedido por varios sintetizadores atmosféricamente estridentes. Le sucede el que, tras muchas escuchas, es mi corte favorito: "Distractions" (lo siento, no he encontrado ningún enlace en Youtube para presentarla). A partir de un revolucionadísmo teclado inicial, y con otra progresión armónica certera, van incorporando diversas melodías no siempre superpuestas sobre un nuevo medio tiempo, que en ocasiones dejan paso a un emocionante sampleado vocal. Y que tras un interludio monocorde se guarda para los minutos finales las sorpresas de un cambio de ritmo estimulante y un auténtico solo de sintetizador.
En la segunda mitad del álbum el nivel baja un poco, pero la inspiración no les abandona del todo: "Stringy acid", como su título indica, nos retrotrae dos décadas al apogeo del acid, tanto que podría pasar perfectamente por un corte de los extintos 808 State, si bien la base rítmica está convenientemente actualizada. "Belzeedub" pasa de ser casi una balada a un tema de inspiración jungle y sonidos delirantes. El tema que da título al álbum, "Wonky", parte de un ritmo más propio de Depeche Mode e insiste en una sonoridad desquiciante repleta de samples vocales con acelerados fraseos de Lady Leshurr. Y "Where is it going" recupera la senda más melódica de la primera mitad del álbum, un tema más propio de una epopeya espacial que recuerda al Felix Da Housecat de la época "Devin Dazzle and the Neon Fever".
En resumen, sin ser una obra maestra ("In sides" (1996) es un hito difícilmente repetible), sí que es sin duda su mejor álbum desde entonces. Y que demuestra que se puede evolucionar sin renunciar a la propia personalidad. Ojalá todos los retornos previstos para esta temporada estén a la misma altura.
lunes, 2 de julio de 2012
Músicos "concienciados": ¿elogiables o ventajistas?
Por si el asunto de esta entrada voy a dedicar el primer párrafo a clarificarlo. Por músico "concienciado" me refiero a aquel intérprete o creador musical que adopta ante determinadas cuestiones de alcance global (fundamentalmente política, economía y ecología, y habitualmente en ese orden) una actitud claramente partidista, y bien evidencia su actitud a través de sus creaciones, o bien a través de los medios de comunicación. Evidentemente dicha actitud puede entenderse como elogiable, pero también como limitante o tal vez ventajista. Me explico.
Para un buen número de seguidores, incluso para muchos críticos musicales, se trata de una actitud elogiable, habitualmente por la coincidencia de los mismos con dichas posturas y opiniones. En el caso particular de España fue una situación que floreció especialmente en los últimos años de la dictadura franquista, particularmente en la figura de los incorrectamente denominados "cantautores", en los que la música era a menudo tan sólo una excusa para resaltar su desapego al régimen y en algunos casos instar a su derrocamiento popular. Si bien a nivel mundial guarda más relación con ideas más generalistas: el anti-norteamericanismo, los excesos del sistema capitalista, las clases sociales más altas, el deteriorio de nuestro planeta, la igualdad de derechos independientemente de la orientación sexual, el papel de las religiones en la sociedad contemporánea, los derechos de las mujeres... Todos ellos temas relevantes sin duda, pero de los que indudablemente cada uno de los potenciales oyentes de un creador tiene sus propias opiniones... Y ahí surge, a mi modo de ver, el problema.
Porque lo que tal vez hace unas décadas era visto como una actitud loable puede parecer hoy en día simplemente trasnochada. O lo que es peor aún, puede tratarse de un asunto o una postura que hoy realmente nos resulte incomprensible, cuando no ridícula. Y si en vez de tratarse de una opinión o de un acto de un momento dado, forma parte de una canción, de una reflexión en la contraportada de un disco, o incluso de una soflama pronunciada en pleno concierto, aún peor. Sí, peor, porque está afectando de lleno a la creación artística en cuestión, limitando innecesariamente su capacidad de emocionar a públicos de diferentes lugares y épocas. Por eso empleaba antes el adjetivo limitante: siempre he defendido que el objetivo principal del creador es trascender, dejar algo creado que perdure su estancia en el mundo, algo que llegue a la mayor cantidad de público posible (y no me estoy referiendo obviamente a las listas de ventas de un cierto momento). De hecho, ese mismo componente temporal es el que hace que hoy en día géneros como la ópera o la zarzuela resulten ajenos para el gran público. Por eso, cuanto más atemporal sea una creación, mayor es sin duda su probabilidad de perdurar en la memoria colectiva.
Con lo cual cualquier inclusión o referencia a temas como los citados anteriormente se vuelven contra sus creadores o intérpretes en un plazo de tiempo más corto de lo que ellos se imaginan. Las grandes obras de arte (y en el caso que nos ocupa, la música contemporánea) han hecho y seguirán haciendo referencia a temas universales. Por supuesto y por encima de todo, a la dualidad amor/desamor, pero también a las grandes sensaciones humanas: la belleza, el miedo, el egoísmo, la ternura...
Pero hay una situación aún peor: aquellos que muestran su "concienciación" (directamente o a través de sus creaciones) para alcanzar o potenciar una notoriedad de la cual carecerían si se valoraran únicamente sus composiciones. Es por todos conocido el poder de los medios de comunicación, habitualmente al servicio de determinados grupos políticos o económicos, por lo que alinearse a sus postulados o directamente entrar a formar parte de ellos puede ser el altavoz qus los promocione o los encumbre, por encima de su talento. De ahí el término ventajista que utilicé antes.
Ahora bien, esa aparente ventaja se vuelve con frecuencia en contra de los artistas concienciados. Porque aquellos que aprecian o potencialmente podrían apreciar sus interpretaciones pueden no comulgar con sus posturas, o simplemente preferir que no les intenten mediatizar de esa manera tan obvia. Con lo cual se da el caso de que directamente se rechaza toda creación de dicho artista, por el mero hecho de su beligerante concienciación. Baste citar el caso de la irlandesa Sinead O'Connor, quien echó por tierra una carrera de alcance universal y basada en una canción de temética tan intemporal como "Nothing compares 2 U" por aquella famosa escena en la que rompía una foto del papa.
Y es que, si lo pensamos un momento, nos daremos cuenta de que ni Sinead es una experta en religiones, ni en general ningún craedor en los temas a los que antes he aludido. Y si de verdad piensan que están capacitados para adoctrinar sobre economía o política, que abandonen el panorama musical y se enrolen en alguna escuela de economía para profundizar en la materia o en el partido político de turno e intenten movilizar a su electorado. En suma, como bien dice el refrán, "zapatero a tus zapatos".
Para un buen número de seguidores, incluso para muchos críticos musicales, se trata de una actitud elogiable, habitualmente por la coincidencia de los mismos con dichas posturas y opiniones. En el caso particular de España fue una situación que floreció especialmente en los últimos años de la dictadura franquista, particularmente en la figura de los incorrectamente denominados "cantautores", en los que la música era a menudo tan sólo una excusa para resaltar su desapego al régimen y en algunos casos instar a su derrocamiento popular. Si bien a nivel mundial guarda más relación con ideas más generalistas: el anti-norteamericanismo, los excesos del sistema capitalista, las clases sociales más altas, el deteriorio de nuestro planeta, la igualdad de derechos independientemente de la orientación sexual, el papel de las religiones en la sociedad contemporánea, los derechos de las mujeres... Todos ellos temas relevantes sin duda, pero de los que indudablemente cada uno de los potenciales oyentes de un creador tiene sus propias opiniones... Y ahí surge, a mi modo de ver, el problema.
Porque lo que tal vez hace unas décadas era visto como una actitud loable puede parecer hoy en día simplemente trasnochada. O lo que es peor aún, puede tratarse de un asunto o una postura que hoy realmente nos resulte incomprensible, cuando no ridícula. Y si en vez de tratarse de una opinión o de un acto de un momento dado, forma parte de una canción, de una reflexión en la contraportada de un disco, o incluso de una soflama pronunciada en pleno concierto, aún peor. Sí, peor, porque está afectando de lleno a la creación artística en cuestión, limitando innecesariamente su capacidad de emocionar a públicos de diferentes lugares y épocas. Por eso empleaba antes el adjetivo limitante: siempre he defendido que el objetivo principal del creador es trascender, dejar algo creado que perdure su estancia en el mundo, algo que llegue a la mayor cantidad de público posible (y no me estoy referiendo obviamente a las listas de ventas de un cierto momento). De hecho, ese mismo componente temporal es el que hace que hoy en día géneros como la ópera o la zarzuela resulten ajenos para el gran público. Por eso, cuanto más atemporal sea una creación, mayor es sin duda su probabilidad de perdurar en la memoria colectiva.
Con lo cual cualquier inclusión o referencia a temas como los citados anteriormente se vuelven contra sus creadores o intérpretes en un plazo de tiempo más corto de lo que ellos se imaginan. Las grandes obras de arte (y en el caso que nos ocupa, la música contemporánea) han hecho y seguirán haciendo referencia a temas universales. Por supuesto y por encima de todo, a la dualidad amor/desamor, pero también a las grandes sensaciones humanas: la belleza, el miedo, el egoísmo, la ternura...
Pero hay una situación aún peor: aquellos que muestran su "concienciación" (directamente o a través de sus creaciones) para alcanzar o potenciar una notoriedad de la cual carecerían si se valoraran únicamente sus composiciones. Es por todos conocido el poder de los medios de comunicación, habitualmente al servicio de determinados grupos políticos o económicos, por lo que alinearse a sus postulados o directamente entrar a formar parte de ellos puede ser el altavoz qus los promocione o los encumbre, por encima de su talento. De ahí el término ventajista que utilicé antes.
Ahora bien, esa aparente ventaja se vuelve con frecuencia en contra de los artistas concienciados. Porque aquellos que aprecian o potencialmente podrían apreciar sus interpretaciones pueden no comulgar con sus posturas, o simplemente preferir que no les intenten mediatizar de esa manera tan obvia. Con lo cual se da el caso de que directamente se rechaza toda creación de dicho artista, por el mero hecho de su beligerante concienciación. Baste citar el caso de la irlandesa Sinead O'Connor, quien echó por tierra una carrera de alcance universal y basada en una canción de temética tan intemporal como "Nothing compares 2 U" por aquella famosa escena en la que rompía una foto del papa.
Y es que, si lo pensamos un momento, nos daremos cuenta de que ni Sinead es una experta en religiones, ni en general ningún craedor en los temas a los que antes he aludido. Y si de verdad piensan que están capacitados para adoctrinar sobre economía o política, que abandonen el panorama musical y se enrolen en alguna escuela de economía para profundizar en la materia o en el partido político de turno e intenten movilizar a su electorado. En suma, como bien dice el refrán, "zapatero a tus zapatos".
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