domingo, 5 de febrero de 2012

Clare Maguire: Light after dark (2011)



Dentro de la nueva hornada de cantantes y compositoras británicas "con sello de autenticidad" que constituyen ahora mismo la máxima sensación del planeta musical, tanto en su vertiente comercial (Adele, Ellie Goulding) como en su vertiente de mayor calidad (Florence + The Machine, Polly Scattergood), hace unos meses hemos conocido a Clare Maguire, con una propuesta que tras unas cuantas escuchas se queda entre medias de ambas vertientes. Lo cual podría interpretarse como una acertada manera de contentar a ambos públicos, pero que más posiblemente corra el riesgo de no encandilar ni a unos ni a otros.

Quizá el adjetivo que mejor describa a Maguire es camaleónica: su voz es capaz de adoptar una sorprendente variedad de registros, dando a cada tema una mayor diferenciación de lo que cabría esperar en un álbum compositivamente homogéneo. Porque esa es quizá el punto más débil de este "Light after dark": la falta de mayor variedad estilística, de sorpresa, la excesiva sensación de que hay demasiadas cosas premeditadas. Eso sí, envuelto en una producción incontestable, que mezcla sabiamente clasicismo y actualidad en lo que constituye toda una lección de cómo ambientar canciones pop en 2011 con todos los elementos disponibles.

A pesar de esa sensación un tanto tibia, debo resaltar que el comienzo es incontestable: tras una pequeña introducción vienen dos de los sencillos (y también puntos álgidos) del disco. En primer lugar, "The shield and the sword", un tema pop atemporal con una de las mejores secciones de viento que he escuchado en los últimos años y un estribillo pleno de fuerza a lo Pat Benatar. Y a continuación su tema emblemático, "The last dance", unas estrofas de un pop femenino tan perfecto que podemos imaginarnos a la mismísima Stevie Nicks interpretándolas, y una parte nueva y un tramo final apoteósicos.

Pero desgraciadamente este comienzo coloca el listón tan alto que de ahí al final del álbum las decepciones son mayores que las alegrías, debido a una cierta reiteración en las formas que, con composiciones menos certeras, provocan una nociva sensación de relleno. Hay que esperar al octavo corte, "Sweet lie", para encontrar otra canción que realmente nos emocione, gracias a su toque soul y ese estribillo intimista que parece interpretado por Sharleen Spiteri. Viene después el que en mi opinión es el tercer mejor momento del álbum, "Break these chains", con su arpegio de piano, su original batería, su estribillo plerótico de facultades que recuerda a la mejor Cher y su toque gospell. Y antes del final encontramos el que fue su primer sencillo, el oscuro y atormentado "Ain't nobody", con Clare recordándonos a Allison Mollet y con los guiños de su instrumentación a una orquesta de cámara.

En suma, tres excelentes temas, dos más por encima de la media y otros siete que sin ser flojos no pasan de correctos. Posiblemente poco para que la británica se consolide en el siempre voluble panorama musical. Pero de todas formas deberemos esperar al siempre trascendental segundo álbum para constatar si consigue que las composiciones brillantes ganen la batalla a los momentos prescindibles.

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