domingo, 12 de octubre de 2025

Goddess - "Goddess" (2025)

El que hoy les traigo es probablemente el disco más minoritario que he reseñado en años. Y paradójicamente, me parece uno de los mejores que se han publicado hasta ahora en 2025. Se trata del primer álbum de Goddess, del mismo título que su creadora. Que bajo ese pseudónimo tan manido resulta ser Fay Milton, la poco conocida baterista de la poco conocida banda de rock Savages, que publicó un par de álbumes de limitada repercusión durante la pasada década. Desde entonces nada se había sabido a nivel artístico de Milton, hasta que hace unos meses comenzó a publicar sencillos colaborativos que han desembocado en este singular disco.

Este "Goddess" está concebido como una serie de colaboraciones con distintos artistas del Reino Unido, que son los que se encargan de las interpretaciones vocales de sus diez canciones y, en algunos casos, también de la composición junto a Milton. Quien se encarga de varios instrumentos, aunque cuenta con la ayuda del ex-Savages Ayse Hassan. Habitualmente los discos colaborativos adolecen de un problema previsible: la falta de cohesión entre sus temas, a menudo acompañada de altibajos de calidad. Como habrán supuesto, éste no es en absoluto el caso de este álbum. Pero no porque Milton se limite a ahondar en el estilo de su extinta banda, o porque se fije unos parámetros musicales concretos y busque quien le interprete las canciones (pensemos en el típico álbum de música disco creado por un DJ que va reclutando diversos cantes, pero que estilísticamente transita siempre por las mismas aguas). Lo llamativo es que la británica es capaz de explorar diversos estilos, de la electrónica bailable al trip-hop, del dream-pop al indie-folk, sin que por ello el disco pierda consistencia. Porque lo que hilvana las canciones y las hace formar parte de un todo no es el estilo, sino de sus atmósferas y de sus temáticas. Un hecho inusual y que refleja la calidad de este trabajo tan alejado de lo que hacía su banda matriz.

"Little Dark", con la brillante participación vocal de la para mí desconocida Shingai, abre el disco y deja claro desde su mismo comienzo que del post-punk y el noise-rock que caracterizaba a Savages, aquí no hay ni rastro. Al contrario, lo que nos ofrece es un downtempo que podría encajar entre las canciones más accesibles de Massive Attack. Pero con varios puntos a su favor: la originalidad de su percusión (se nota la mano de su creadora), los cambios en su melodía (es complicado hablar de estrofas y estribillos, pero ello no afecta al disfrute), una ambientación envolvente, y unos pasajes que son casi una improvisación jazzística, pero de los que Milton sale con gran solvencia para reenganchar el tramo final de la canción. Más su letra de denuncia ("You've given us a wasteland, lucky for some..."). Las atmósferas envolventes y las letras críticas de este primer corte caracterizarán todo el álbum, si bien es cierto que en "Shadows" priman las primeras frente a las segundas. Primer sencillo en anticipar su proyecto el pasado mes de marzo, además de indudable tema estrella de todo el disco, la colaboración con Ex:Re (es decir, Elena Tonra, la líder de los siempre valorados por aquí Daughter), es determinante en el resultado. Tanto que la angustia existencial, los pianos desasosegantes y los pasajes de ruidismo guitarrero nos podrían hacer pensar que, en realidad, se trata del esperado retorno de Daughter. En todo caso es una fantástica canción de principio a fin, con una batería espectacular, y unas fascinantes ideas y venidas de los distintos instrumentos, así como unos cambios en la melodía que vuelven a dificultar hablar de estrofas y estribillos, y ante los que es mejor dejarse llevar. Sin olvidarnos de otra letra introspectiva y sugestiva a partes iguales: "I always have so much unsettled sleep. I often wake, forget that I’m alone.". El tercer corte, "Animal" fue también el segundo sencillo escogido. Ante todo, es una nueva evidencia de que cada corte del álbum posee su propia personalidad y se aleja de los anteriores, algo loable como comentaba antes. La participación de la para mí desconocida Delilah Holliday es también muy interesante, con ese bajo programado obsesivo contrapuesto a su melodía cálida y la batería contundente de Milton. Quizá le fallan un poco las dos partes declamadas al comienzo y al final, que obviamente son más fáciles de componer que una melodía, pero al no ser largas ni repetitivas, casi pasan desapercibidas frente a la extensa parte vocal, y el resultado es netamente positivo.

El torrente creativo continúa con "Fuckboy": tercer sencillo, esta vez una colaboración con la artista drag galesa Salvia. Una pieza de trip-hop inquietante, pero aquí sin una melodía que llevarse a los oídos, ni una progresión armónica que nos emocione con sus cambios, por lo que el resultado baja frente a los de sus predecesoras. Aunque la carga visual de su vídeoclip es impactante, y la producción es toda una demostración de cómo sacar partido a una composición monocorde con una instrumentación "industrial", reflejo del gran talento musical que se aprecia en estas diez canciones. "Golden", quinto corte y cuarto y último sencillo extraído hasta la fecha, elimina toda la parafernalia percusiva del corte anterior y nos ofrece una balada que en realidad es una versión de "Grande", de la banda de rock italiana Afterhours. Aunque cueste reconocerla, porque la aspereza de la original queda reemplazada por la dulzura de la voz de otra desconocida para mí, Shadow Stevie, y por una instrumentación que es todo un lujo para un disco tan alejado de los circuitos comerciales, con violín y arpa. A lo mejor peca de ampulosa, y por eso no es de mis canciones favoritas del disco, pero derrocha calidad por los cuatro costados. En cambio, "Bad Child" sí que se alza con el trono de mi momento preferido del álbum: la batería de Milton es tan original como efectiva para llevar la carga rítmica de un medio tiempo que es una confesión descarnada de Isabel Muñoz-Newsome, la desconocida que interpreta con maestría esta gran canción, incluyendo los coros y las frases de adorno al final. El piano es irreprochable, la sección de cuerda no es en absoluto melosa, y los breves guiños de distorsión guitarreros realzan una melodía tan brillante que cuesta creer que no se trata de una versión. Ojalá termine extrayéndose como sencillo, porque sin duda formaría parte de mi lista de mejores canciones internacionales a finales de año. Lo malo es que es difícil mantener el tipo tras este temazo, y "Darling Boulevard" lógicamente no lo consigue, pero no por ello es una mala tema. La participación de la británica Bess Atwell, conocida por su indie-folk, acerca la propuesta de Milton a ese terreno, sobre todo en sus estrofas, si bien la oscuridad y los giros instrumentales que caracterizan el disco siguen presentes.

El tercio final del álbum arranca con "Diamond Dust", que es otro tema lento con una melodía que parece extraída de una caja de música. Y que comienza desnuda, apenas el juguetón piano y la dulce voz de Izzy B. Phillips (la vocalista de la banda de indie-rock Black Honey, que aquí cambia energía por delicadez interpretativa). Pero conforme avanza el minutaje Milton vuelve a desplegar todo su talento a la hora de gestionar los arreglos, y va añadiendo una programación de batería compleja y adecuada a lo que el tema requiere, un bajo programado, teclados que se superponen como si de una orquesta sinfónica se tratara... así hasta llegar a un delicioso tramo instrumental final que podría servir para poner el cierre a una tarde lluviosa en casa. El penúltimo corte es, sin duda, el tema más rápido del disco: "Bounce", una colaboración con otra desconocida para mí como Grove, viene a ser un giro de tuerca sobre lo que podría hacer Trent Reznor en un after-hours londinense. Como ya sucedía con "Fuckboy", el resultado se ve lastrado por tratarse de una composición monocorde, en la que prácticamente toda la interpretación vocal tiene por fuerza que ser declamada y no cantada. Pero la inesperada programación disco-house de Milton, con sus pertinentes añadidos de batería, y la altivez de la interpreación de Grove, la convierten no en un gran momento, pero sí en algo lo suficientemente interesante para no tener que pulsar el botón de forward. Y el cierre lo ponen los siete minutos largos de "22nd Century", una especie de himno esperanzado por lo que nos puede deparar el próximo siglo. En el que, además, la para mí desconocida Harriet Rock se permite echar un vistazo a años clave del pasado siglo para explicar mucho de lo que ha ido sucediendo en el planeta desde entonces. Lo meritorio es que la producción de este himno contemporáneo se aleja por completo de los típicos coros bienintencionados y las guitarras acústicas que cabría esperar, y se sustenta sobre un redoble de batería de Milton que juega con la tensión sin acabar de explotar nunca. Y la larga melodía magistralmente interpretada por Rock, de larguísima letra, nunca se hace pesada, quizá por lo bien espaciadas que están las repeticiones de su estribillo de frase única. Un cierre excelente para un disco que, sin la presión de resultar comercial, permite a su creadora explorar todos los terrenos que le interesan.

Una exploración ejecutada con mucho acierto, además. Porque no creo que ningún crítico musical, por experto en propuestas minoritarias que pueda ser, hubiera anticipado un álbum así de una baterista de un grupo menor del que ya prácticamente nadie se acuerda. Pero los cuarenta minutos con los que ha debutado "Goddess" son toda una oda a la creatividad, más allá de corsés estilísticos y modas de temporada, capaz de sonar contemporáneo y de mantener su personalidad a pesar de arrimarse a estilos alejados entre sí. Incluso con un sencillo con gancho como es "Shadows" para que la saque del anonimato. Eso sí, supongo que a Milton no le habrá sorprendido la escasa repercusión de su creación, y que por lo tanto, en algún momento por determinar se animará a darle continuidad; no hacerlo sería una gran pérdida para una artista capaz de encerrar tanto talento en tan pocos minutos. De momento, espero que esta reseña ayude mínimamente a que otros melómanos la descubran; no quedarán decepcionados.

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