miércoles, 13 de agosto de 2025

Somebody's Child - "When Youth Fades Away" (2025)

Hoy les traigo la reseña del segundo álbum de Somebody's Child, es decir, el alter ago del irlandés Cian Godfrey. Quien en esta nueva entrega ha mantenido una banda estable para acompañarle, formada por baterista, bajista, guitarrista y teclista, los cuales le confieren homogeneidad a los once temas que encierra el disco y lo emparentan con su primera entrega. De suerte que "When Youth Fades Away" funciona como la consolidación natural de su debut (ese "Somebody's Child" que ya reseñé en este mismo blog) y evita los riesgos asociados al siempre difícil segundo álbum. Todo lo cual es positivo, porque era evidente que a los irlandeses aún les quedaba camino por transitar en esa mezcla de indie-rock inglés y pop irlándes con garra y bien instrumentado con el que llamaron la atención en el siempre interesante circuito dublinés hace unas cuantas temporadas. Y que afortunadamente han recorrido con un puñado de buenas composiciones bajo el brazo.

Porque no debemos engañarnos: bandas como Somebody's Child las ha habido desde hace décadas, y las sigue habiendo a montones, por lo que no bastan unas buenas cualidades vocales (que Godfrey las tiene), la solvencia como instrumentistas, o una honestidad incuestionable para abrirse camino entre todas ellas. Lo esencial es que su propuesta se sustente en un puñado de buenas canciones. Y aunque no todas las que encierra "When Youth Fades Away" rayan a la misma altura, puedo adelantarles no hay ninguna que desmerezca a las otras, por lo que su escucha se convierte para todos los que aprecian el pop y el rock sin fisura en un rato agradable, ciertamente sin sorpresas pero con buenas dosis de sentimiento. Que no aburrimiento.

Y es que el disco deja claro desde su mismo comienzo que Godfrey rehúye de esa temida madurez que suele implicar aburguesamiento, manteniendo en cambio su apuesta por un rock con nervio: "The Kid", el tema que lo abre, son cerca de seis minutos de tempo alto que arrancan con un minuto instrumental de batería potente y guitarras contundentes que se mantendrán hasta el final. Se trata de una composición de estrofas largas, que dosifica la aparición de un estribillo sencillo pero eficaz. La parada instrumental cerca del final para coger nuevas energías antes del solo de guitarra eléctrica es quizá lo más reseñable de un pasaje notable y que pone el listón alto para lo que pueda venir después. Algo a lo que intenta responder "Last Night I Held Your Head", segundo sencillo extraído hace unos meses. Aunque no lo consigue del todo. No por su propuesta, sino por un estribillo agradable pero un poco previsible. A cambio, la pulsión rockera, unas interesantes estrofas y, sobre todo, una larga y cautivadora parte nueva, sostienen el conjunto. Sin olvidarnos de los teclados simples pero luminosos que ponen el contrapunto a la electricidad generada por guitarras y bajo. En todo caso, prefiero "Porcelain (Losing All My Patience)", tercer corte, también tercer sencillo, y mi momento favorito del disco. Más melancólico que sus dos precedesoras, su evocadora letra sobre el final de la juventud, su progresión armónica con predominio de acordes menores, un precioso y difícil de interpretar estribillo, y la desazón que traslada Godfrey cuando repite que está perdiendo toda su paciencia, la convierten en uno de los mejores himnos de indie-pop en lo que llevamos de temporada. Porque además el arreglo es rico y preciosista a partes iguales, con múltiples detalles a descubrir en repetidas escuchas, como los arpegios de guitarra por cada canal a partir de la segunda estrofa, o la percusión adicional en las repeticiones de los estribillos. "When Youth Fades Away" es la canción que da título al disco, y por lo tanto, uno de sus esperables momentos álgidos. Siguen aquí presente el tempo alto, la contundencia y los teclados que complementan la energía de los instrumentos de cuerda de los momentos anteriores. Y el estribillo no defrauda, generando una melancolía similar a la de su anterior corte, y con unas repeticiones finales deliciosas. Pero las estrofas son simplemente correctas (sobre todo la segunda), el enlace con el estribillo podía haber sido más fluido y el tramo final se hace un poquito largo. De todas formas, se trata de un buen momento.

Con "New Orleans" sucede algo curioso, pues todo apunta a que nos encontramos frente a la gran balada del disco: una bonita progresión armónica, un discreto piano, redoble de batería, melodía coral cantada en varios tonos, una letra sugerente... Pero por alguna razón, Godfrey renuncia a desarrollarla y la termina justo cuando debería empezar la segunda estrofa. Una decisión arriesgada, y desafortunada desde mi punto de vista porque había mimbres para haber creado la mejor canción del álbum. "Wall Street", el sexto corte, es el primero de una serie de temas agradables pero que no aporta demasiado a lo ya escuchado. Quizá lo más acertado del mismo sea su bonito estribillo y la forma como el teclado lo realza sin requerir protagonismo alguno, así como la manera en la que la instrumentación va creciendo a lo largo de su minutaje. "My Mind Is On Fire", tras el comienzo más sintético del álbum, insiste en el omnipresente asunto del cambio de década de Godfrey, pero lo hace sobre una composición más reposada... hasta que finaliza su primer estribillo. Luego la contundencia irá yendo y viniendo, pero lo destacable no llega hasta que comienza ese adictivo arpegio de guitarra al que posteriormente se incorporarán una serie de voces para darle ese matiz épico que tanto les gusta a los irlandeses. "Irish Goodbye" es uno de los temas más destacables de aquellos que no han visto la luz en formato sencillo. Algo que resulta evidente desde su comienzo, un sugestivo tramo instrumental. A las estrofas seguramente les falte hilazón (Godfrey lo suple con oficio interpretativo), pero el estribillo es bonito en el mejor sentido del término, y especialmente el segundo estribillo a dos voces que escuchamos a partir del tercer minuto transmite mucho sentimiento.

"The Waterside", el antepenúltimo corte, es tal vez el más diferente del conjunto. Ahora sí un tema lento de principio a fin, aunque más que de balada casi podríamos hablar de un lento tenebroso, por esa atmósfera oscura que generan voz y guitarra principal interpretando la misma melodía, y que atrapa al melómano para no soltarlo hasta el final. La singular forma en la que la batería enriquece el conjunto sin trastocarlo demuestra su habilidad para hacer crecer sus composiciones. Y otro sencillo solo de guitarra eléctrica distorsionada basta para rematar el conjunto. "Life Will Go On", mi segundo momento favorito del disco, es un medio tiempo que busca la épica desde su mismo comienzo, tanto en sus teclados etéreos como en la peculiar y acertada forma como la caja de la batería redobla cada golpe. A diferencia de otras canciones del álbum, estrofas y estribillos rayan a la misma altura (hasta el punto de que no son sencillas de diferenciar), y no paran de suceder cosas de principio a fin, incluyendo, por supuesto, la previsible frenada y el tramo casi exclusivamente vocal con el que termina. Y el cierre lo pone el primer sencillo extraído, que anticipó el disco hace ya más de medio año. Ubicar "Time Of My Life" al final del álbum tiene una triple lectura: la mejor intencionada es que no lo necesitan para sostener el resto de composiciones; la segunda, y seguramente la menos acertada, es que su propuesta difiere en exceso de la del resto de cortes; y la tercera, y creo que la correcta, es que se trata de un tema demasiado del montón como para haber acarreado la misión de devolverles a la actualidad y, conscientes de su error, lo esconden ahora deliberadamente. Porque no hay nada que reprocharle a sus cuatro minutos, pero tampoco nada que no hayamos escuchado ya, de manera que el cierre del disco resulta un tanto anodino.

Aun cuando el balance es netamente favorable (por eso les he traído el álbum por aquí), es obvio que no estamos ante un álbum perfecto. Probablemente Falta algún tema estrella más que tire del conjunto, y eso es algo peligroso si como parece los irlandeses quieren que la suya sea una propuesta a largo plazo, pues no les sobran. También se echa de menos una mejor vocalización (Godfrey debería tener en cuenta que no todo su público va a ser de Irlanda, y por tanto no estaría de más un mayor esfuerzo porque sus elaborados textos se entiendan). A pesar de su riqueza instrumental, también convendría que el sonido fuera un poco más nítido para apreciar mejor sus detalles instrumentales. O incluso una mayor variación estilística entre sus canciones, dado que algunas pueden llegar a confundirse con otras. Aun así, en estos casi cuarenta y dos minutos hay material suficiente para justificar su escucha y darles un voto de confianza de cara al futuro. Veremos qué nos ofrecen en un par de temporadadas.

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