miércoles, 27 de noviembre de 2024

Feeder - "Black / Red" (2024)

Con la presente entrada vuelvo a traerles por aquí a unos viejos conocidos del blog: los galeses Feeder, que, pese a que sólo han transcurrido un par de años desde su última entrega ("Torpedo", 2022), hace unos meses han publicado el que es ya su duodécimo álbum de estudio: "Black / Red". Reducidos desde hace tiempo a dúo, en realidad es poco más que el proyecto en solitario de Grant Nicholas, compositor, guitarrista y cantante de todos los temas, acompañado por su bajista de siempre, el solvente Taka Hirose. Aunque llevan ya casi treinta años en activo, esta última entrega constituye una novedad en su discografía: estamo ante su primer disco doble. En un tiempo en el que las canciones cada vez se acortan más y los álbumes son cada vez más cortos, Nicholas ha optado por ir contra corriente y entregar nada menos que dieciocho nuevas composiciones. Una decisión arriesgada y que suscita la pregunta inevitable: ¿de verdad había material para tantos cortes?

Me temo que la respuesta es un sí y no. Indudablemente Feeder lleva décadas siendo una de las bandas más solventes del rock internacional, y el nivel medio de sus discos nunca ha flaqueado en exceso, gracias al innegable torrente creativo de Nicholas. Pero indudablemente su personalidad musical ya está muy definida a estas alturas, y el margen para experimentar y evolucionar es pequeño, por lo que salvo que las composiciones fueran prácticamente todas excelentes, un disco tan extenso se haría forzosamente un poco pesado. En parte es el caso de este "Black / Red": lo que encierra no es ninguna sorpresa para los que conocemos su trayecotria, y aunque en general las canciones poseen un buen nivel medio, probablemente un disco más corto y con una selección más arriesgada de los momentos más destacados habría funcionado mejor. Más aún cuando la diferencia entre el primer disco ("Black") y el segundo ("Red") es relativamente pequeña: tal vez más rockero el primero, tal vez menos eléctrico el segundo, en realidad ambos andan sobrados de energía, de distorsión y de intensidad. Por lo que la inclusión de las canciones en uno u otro tampoco aclara demasiado. Con lo cual mi reseña de alguno de los cortes forzosamente remitirá a la de piezas anteriores del disco.

El atracón lo abre "Droids", en realidad la única composición que realmente posee formato y duración de intro: un intenso y distorsionado preludio a lo que vendrá a continuación. Los dos siguientes cortes, "ELF" y "Playing with Fire", fueron los que anticiparon el álbum hace poco más de año, en un doble sencillo que ya adelantaba las intenciones de Nicholas. Pese al juguetón teclado de su comienzo, "ELF" es un tema de tempo alto muy del estilo Feeder, melódico y hasta sinfónico en sus estrofas, agresivo y contundente en la instrumentación de su estribillo e intervalos instrumentales. Su denunciadora letra, que urge a todos a actuar antes de que el planeta se vaya definitivamente por la borda, le aporte el toque de profundidad y hasta conciencia social, aunque el optimismo de su parte nueva, con redobles de batería incluidos, muestra que según el galés aún hay esperanza de unirse y actuar. "Playing with Fire" es más oscura y guitarrera, y claramente más apta para un momento álgido de sus conciertos. De nuevo estamos ante otra buena composición, especialmente en su ominoso estribillo, con el infeccioso bajo programado presidiendo intervalos instrumentales como instrumento más destacado, y un breve pero meritorio solo de guitarra antes de las repeticiones finales del estribillo. "Vultures" no ha sido escogida como sencillo, pero me parece de los momentos más notables de esta nueva entrega: de reminiscencias setenteras, su altísimo tempo en la segunda mitad de las estrofas y sus trepidentes rasgueos de guitarra encajan paradójicamente a la perfección con un estribillo de tempo mucho menor. Ambos tramos comparten una meritoria progresión armónica (que cambia de tonalidad en su parte nueva), y una elaborada composición, demostrando una vez más que hard-rock y melodías no están reñidos. La pena es que el solo de guitarra sea un visto y no visto.

"Sahara" tal vez recuerde a los momentos más grandilocuentes de la segunda época de Oasis (incluso en su sección de cuerda y en sus pasajes psicodélicos): un medio tiempo de melodía de notas largas y vocación coral, cuyo primer estribillo es casi inexistente, pero que afortunadamente desemboca en otro más reconocible y disfrutable. "Hey You", el sexto corte de "Black", fue escogido como cuarto y penúltimo sencillo. Un acierto en mi opinión, pues los galeses se olvidan de tanta distorsión y nos ofrecen uno de esos medios tiempos elegantes e interpeladores con los que tanto nos han cautivado a lo largo de las pasadas décadas. Además, los teclados y la percusión aportan cierta originalidad instrumental al tema, y una brillante parte nueva lo convierten casi desde la primera escucha en uno de los momentos más reconocibles de esta nueva entrega. "The Knock", escogido como segundo sencillo a medias con "Soldiers of Love", de "Red", es uno más de esos temas rápidos, contudentes y guitarreros típicos de Feeder, que solamente destaca gracias a un estribillo en acordes mayores tan elaborado como notable. Porque el resto adolece ya de recrear un camino ya transitado, eso sí con oficio y creatividad suficientes como para que los legos en la producción de la banda lo puedan encontrar disfrutable. "Perfume", penúltimo corte de Black, es uno de los momentos más duros del disco: voz distorsionada, ritmo pesado, sendos riffs de guitarra compitiendo en agresividad por cada canal, estrofas oscuras hasta lo hiriente. Aunque la letra del estribillo admita cierta debilidad humana, todo un ejercicio de contrastes dentro de un tema más en su carrera. En cambio "AI Man", aparte de tocar un asunto de máxima actualidad, convence por esa atmósfera de pérdida de control de la situación que desprenden sus estrofas, aumentada por una letra en perfecta sintonía con la música. Los arpegios de guitarra (no sólo de la principal, también de la que se escucha en segundo plano) son francamente interesantes. Y los arreglos de acuerda en puentes y estribillo (tal vez demasiado camuflados), así como los efectos robóticos de la parte nueva, le aportan una dosis extra de dramatismo. La única pega es que el estribillo es más bien escueto.

"Sleeping Dogs Lie" abre "Red", aunque para quienes escuchen el álbum en streaming o en CD, apenas notarán el cambio de tercio. Aparte de su elaborado comienzo, con guitarras que se van superponiendo, lo que nos encontramos es otra dosis de punk-rock de altos vuelos, tan efectivo como poco original en sus estrofas, si bien en el primer tramo de su estribillo bajan el tempo, captando así nuestra atención. Aunque seguramente lo más interesante sea el cambio de tonalidad y de ritmo en su muy elaborada parte nueva. Así que prefiero claramente el segundo corte: "Scream", también contundente y distorsionado, pero mucho más llamativo a nivel de armonías y melodía, como ya anuncia el arpegio de guitarra de su comienzo. Unas interesantes estrofas dan paso a un doble estribillo, muy diferentes entre sí y ambos tan disfrutables como los intervalos instrumentales. Otra destacable parte nueva confirma la calidad del tema, del que quizá lo más destacable instrumentalmente hablando sea la gran variedad de registros de su batería. "Submarine" baja el tiempo y oscurece su propuesta al principio, pero se reserva la sorpresa de intercambiar la distorsión por la intimidad de una guitarra acústica en los puentes. Y aunque el estribillo se hace de rogar, merece la pena, puesto que Nicholas se anima a darnos otra lección sobre cómo componerlos. Sólo la dureza de su principal tramo instrumental y del tramo final desentonan un poco del conjunto. El cuarto corte de "Red", "Lost in the Wilderness", fue también su tercer sencillo. Y uno de los temas más pop del disco: el habitual arpegio de guitarra, otra buena progresión armónica para que descolle una melodía más luminosa en sus estrofas que en su estribillo, y un cambio de tonalidad para enlazar con su tramo instrumental. El pero aquí vuelve a ser que suena demasiado próximo a tantos otros temas de la banda, sin nada que interpretativamente la haga destacar.

"Memory Loss" nos trae de nuevo a los Feeder más cercanos al proyecto en solitario de Grant Nicholas: preponderancia de la guitarra acústica, melodía interpretada en parte a dos voces en dos escalas diferentes. Una vez más a una correcta estrofa le sucede un estribillo disfrutable e intimista a partes iguales, casi susurrado. Aquí la parte nueva le pega tal giro al tema que puede resultar chocante, aunque está perfectamente armonizado con el resto de la composición. Y el resultado en general oxigena un poco la homogeneidad del disco. Aunque a mi modo de ver no iguala el resultado alcanzado por el siguiente corte: "Unconditional", reciente quinto sencillo y para mí el mejor tema del álbum. Otro tema de pop-rock elegante y enérgico a partes iguales, en el que los pedales de distorsión dejan paso a varios instrumentos desenchufados y la sección de cuerda más perceptible del disco. Las múltiples voces entrecruzadas de Nicholas en su larga parte nueva también le aportan ese toque de distinción. Y la humanidad de su letra termina por convencernos de que, aparte de tirar de oficio, Nicholas aún es capaz de entregar temazos como los de hace décadas. Como era de esperar, "Here Comes the Hurricane", antepenúltimo corte, baja un poco el listón, pero no deja de ser otro saludable ejercicio de punk-rock tanto para dejarse llevar dando saltos como para corear en cualquier festival. Nicholas repite aquí el recurso de doblarse la voz en octavas diferentes, y añade las típicas paradas para coger impulso antes de uno de esos estribillos en cascada, que esta vez no merece tanto la pena como los "ooh ooh" posteriores. Eso sí, al tema le falta crecer un poco conforme avanza el minutaje: sólo la parte nueva añade algo de condimento. "Soldiers Of Love" se permite pequeñas concesiones al folklore local (la gaita de su comienzo, los redobles de tambor en los que se basa la interpretación de la batería). Al bajar el tempo y predominar los instrumentos acústicos, la canción se vuelve más distinguible que muchas de sus hermanas. Aunque, con sus estribillo de notas altas y mensaje esperanzador, y esa parte nueva tan envolvente, personalmente creo que habría pegado más como cierre del álbum que como penúltimo corte. Porque el cierre real a tanto derroche creativo lo pone "Ghosts On Parade" con ese vertiginoso arpegio de guitarra que lo vertebra desde su mismo comienzo. No son malas sus estrofas, pero en realidad su razón de ser es ese estribillo de ritmo parcialmente sincopado y fuerza desbocada, y en menor medida la solvencia de sus dos tramos instrumentales, también en la línea de la segunda época de Oasis. Si bien creo que había opciones de más nivel para haber rematado "Red" en un punto más álgido.

Terminar con un momento no especialmente llamativo un disco de nada menos que dieciocho canciones y sesenta y seis minutos no es la mejor de las ideas. Porque abunda en el que a mi modo de ver es el principal problema de "Black / Red": es un álbum excelente, pero no lo parece. Si se fijan, he destacado nada menos que doce de sus temas, una auténtica barbaridad para un álbum de canciones nuevas a cargo de una banda que tampoco llevaba tanto tiempo inactiva. Pero es que, además, podría haber destacado prácticamente los dieciocho: no hay ningún momento flojo, y resaltar unos frente a otros es casi una cuestión de gustos personales. Lo que está claro es que el nivel del disco, tanto a nivel creativo como interpretativo, es alto, y desde luego mucho más que la inmensa mayoría de los publicados este año. Pero la presentación de las canciones resulta demasiado homogénea, casi monótona: incluso llega a dar pereza intentar localizar nuestros momentos favoritos. Tampoco hay ningún temazo que descolle, y el abuso de la distorsión sí puede provocar que a menudo nos contentemos con escuchar sólo "Black" o "Red". Habría hecho falta una mayor diferenciación en cuanto a la producción, tal vez introduciendo más electrónica como en sus discos más recordados ("Echo Park" (2001), "Comfort In Sound" (2002)), o tal vez alargando algunas canciones y acortando otras, e introduciendo algo más de experimentación. Pero Nicholas ha ido a "lo fácil" (entrecomillo porque en realidad es lo difícil): sólo buenas canciones y buenas hechuras de rock de toda la vida. Sus seguidores acérrimos estarán encantados, pero los que sabemos de su talento aún tenemos la esperanza de que dé el aldabonazo con alguna de sus nuevas entregas. Porque está capacitado para ello. Por desgracia, no será este por otra parte más que recomendable "Black / Red".

domingo, 3 de noviembre de 2024

Pixey - "Million Dollar Baby" (2024)

El disco que les traigo hoy es un caso singular. Porque teóricamente se trata del primer álbum de Pixie (nombre artístico de Elizabeth Sinead Hillesdon), una de las promesas de las Islas Británicas en estos últimos años. Pero en realidad quienes siguen este blog posiblemente recuerden que en 2022 ya reseñé "Dreams, Pains & Paper Planes", su debut en formato "largo". Y es que estamos ante uno de esos extraños recovecos de la industria musical, que bajo ciertos criterios no del todo claros ni homogéneos a veces considera discos de debut unos formatos, y otras veces otros. Por lo que en general prensa y crítica han saludado este "Million Dollar Baby" como el álbum de la debut de la inglesa, aunque para mí se trata del siempre difícil segundo álbum. Difícil ya que los ocho temas de "Dreams, Pains & Paper Planes" pusieron el listón muy alto, y ahora las diez canciones de esta nueva entrega se enfrentan al reto de mantener el listón.

Un reto del que les adelanto que Pixey sale ilesa, aunque con matices. Porque es cierto que el número de canciones con un nivel de calidad similar al de su predecesor es alto. Pero también aparecen los momentos menos relevantes. Algo por otra parte normal si tenemos en cuenta que el tiempo para preparar este segundo disco probablemente fue menor que el de su primera entrega. Más la presión añadida de estar a la altura de las expectativas, y ciertas ganas de explorar nuevos territorios. Aunque puede afirmarse que estilísticamente se ha mantenido en parámetros muy similares a los de su debut; algo en lo que no cabe duda de que habrá influido tanto su buen hacer con teclados y programaciones como la producción de Richard Turvey, su colaborador habitual. Un hecho que también tiene su parte menos buena, pues el sonido de las canciones sigue pecando de excesiva reverberación, lo que les confiere una presentación ampulosa y en ocasiones dificulta apreciar algunos detalles instrumentales.

El álbum lo abre "Man Power", que no ha sido escogido como sencillo, pero que sin duda es un trallazo para empezar por todo lo alto: medio tiempo de bajo sintetizado infeccioso, batería de ritmo marcado y unos teclados a lo "Are Friends Electric?" del legendario Gary Numan que avanzan una progresión armónica colorista, en acordes mayores. Sobre todo en ese excelente estribillo que mezcla notas arrastradas y fraseos rápidos con solvencia. Y que deja con ganas de más. Un anhelo que atiende "Million Dollar Baby", segundo sencillo además del tema que da título al álbum. De tempo más alto, sus estrofas espartanas (poco más que voz, bajo, batería y un sintetizador puntual) rayan a buen altura, aunque no tanto como otro estribillo de pop irresistible, complejo, y de letra picantona. Una parte nueva agradable pero etérea da paso a esa esperada repetición final en el que la consabida parada funciona a la perfección. Eso sí, una pena que el vertiginoso solo de guitarra no se perciba del todo por esa reverberación excesiva ya mencionada. "The Thrill Of It" mantiene el disco en un buen nivel: primer sencillo, su largo y sinfónico comienzo, en el que nos presenta su incendiario estribillo, hace prever lo mejor. El primer tramo de la estrofa baja un poco el nivel, pero en cuanto los acordes del estribillo aparecen en la segunda parte de la misma la cosa vuelve a mejorar. Por otra parte, el ritmo sincopado del tema le resta algo de pegada pero le aporta personalidad, una personalidad realzada porque Hillesdon renuncia a la segunda estrofa y la sustituye por un fraseo que recuerda a los de Karl Hyde, el líder de "Underworld". El tema es brillante aunque abusa un poco de estribillo, pero es que compositivamente no daba para más; quizá por eso no era el mejor candidato a figurar como tema estrella del álbum.

Con "Best Friend" el álbum ya sí baja claramente. Se trata de un medio tiempo expansivo y reposado, de original ritmo sincopado y teclados que expanden las notas de los acordes como si de orquestas de cuerda se tratara. Con lo cual adquiere una atmósfera ligérsica, incluso psicodélica mediante los originales teclados que protagonizan los tramos instrumentales tras los estribillos. Y que además de agradable, y de ganar con sucesivas escuchas, muestra por dónde puede ir la evolución de la inglesa. Pero que desde luego no puede decirse que funcione como pop contagioso. En esa mezcla de pop reposado y en busca de nuevos caminos se inscribe también "Damage", el quinto corte. Con una batería y un bajo muy originales, sus estrofas declamadas reflejan una evidente pérdida de creatividad respecto a sus melódicas antecesoras. Al igual que esa progresión armónica de los mismos cuatro acordes durante toda la extensión del mismo. Reflejos de una composición más pobre que otras, y que ni su excelente bajo pueden paliar. Si bien no se trata de una mala canción, y detalles como el teclado reproducido a la inversa de su parte nueva lo confirman. "Give a Little of Your Love" supone el tercer tema menor en una encadenación que sí resulta preocupante. Pixie nos propone nuevamente un medio tiempo, en esta caso de teclados sesenteros e influencias caribeñas. La melodía que canta es agradable pero muy simple, y esos coros a lo Swing Out Sister que la adornan no son suficientes para ocultarlo. Por lo que su elección como cuarto sencillo me parece todo un error. Afortunadamente el disco por fin levanta el álbum con la guitarrera "Love Like Heaven", ahora sí presidida por la luminosidad que Hillesdon suele conferir a sus mejores creaciones. Sobre la base de una buena composición, la batería es estupenda, y los coros "germánicos" sílaba a sílaba tan originales como eficaces para introducir un estribillo que, sin ser directo, va gustando un poco más con cada escucha. Es cierto que no hay parte nueva, pero su relativamente corta duración casi hace que ni nos demos cuenta.

El último tercio del álbum arranca con "Bring Back the Beat", tercer sencillo y para mí, el éxito más claro del álbum. Con la colaboración de Tom McFarland de Jungle, la sección de viento que lo preside desde el mismo comienzo nos retrotrae al desenfreno lúdico de mediados de los sesenta. Y curiosamente marida muy bien con las estrofas más electrónicas del disco, repletas de sintetizadores programados, y realzadas con una guitarra acelerada en su repetición. Pero es el estribillo el que nos provoca el subidón, tan redondo que cuesta creer que no estemos ante una versión. Una parte nueva que vuelve a frenar el tema y deja que poco a poco entren los distintos instrumentos (hasta una percusión acústica se puede escuchar) nos ayuda a disfrutar del tramo final de mi canción favorita del disco. "Oxygen", el penúltimo corte, mantiene el tempo alto, y deja que el ritmo lo lleve en esta ocasión una vertiginosa caja de ritmos que acompaña a la batería. Sus meritorias estrofas, contenidas, dan paso a un excelente estribillo, lleno de apoteosis tarareable y con un punto de rabia. Al que en esta ocasión acompaña la mejor parte nueva del disco, compuesta en otra tonalidad y saturada de excelentes versos. Todo ello en menos de tres minutos. Y el cierre lo pone "The War In My Mind", que renuncia a ser la balada del disco pero sí baja el tempo y nos ofrece una canción sorprendentemente sinfónica, con dos secciones de cuerda liderando partes instrumentales y arropando estrofas y estribillos. Los cuales encajan a la perfección pese al contraste entre la introspección de las primeras y las notas altas de los segundos, demostrando que Pixey no tendrá un torrente de voz, pero es una cantante solvente. Además, estamos ante el tema mejor producido de todo el disco, un derroche de instrumentos e ideas bien traídas en poco más de cuatro minutos. Y una excelente forma de rematar el álbum.

Siguiendo las tendencias actuales, "Million Dollar Baby" es un disco corto: treinta y cuatro minutos para los diez temas de rigor. Las primeras veces pueden parecer suficientes, pero conforme se le va cogiendo el punto a algunas canciones, y se van apreciando los numerosos detalles que encierra su instrumentación, sí que deja con ganas de más. Porque en el fondo encierra siete canciones de notable para arriba. Y las tres que bajan el listón no lo hacen tanto como para que tener que pulsar el forward. Aunque el hecho de que estén las tres encadenadas y en el tramo central del álbum es un riesgo para una artista que evidentemente se está intentando consolidar. En todo caso el balance de este "Million Dollar Baby" es favorable: pop ambicioso y fresco en su mayor parte, bien instrumentado y que suena actual a pesar de echar frecuentemente la vista al pasado en busca de inspiración. Creo que con este hito la carrera de Pixey está asegurada; sólo falta que pula algunos pequeños defectos, y que crítica y público se fijen más en ella. Talento tiene, sin duda.

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