Hace un par de meses salió a la venta el décimo álbum de Death Cab For Cutie, "Asphalt Meadows". La banda de Ben Gibbard ha roto así un silencio de cuatro largos años desde "Thank You For Today". Un lapso durante el cual su propuesta apenas se ha desplazado un ápice de sus coordenadas habituales. A pesar de haber quedado reducido a poco más que el proyecto personal de su líder y compositor principal Ben Gibbard (desde la marcha, hace ya unos cuantos años, de Chris Walla), el grupo ha mantenido en sus últimas entregas una continuidad musical y una personalidad artística prácticamente inalteradas. Un hecho que con seguridad no les va a proporcionar ya apenas nuevos adeptos, pero que supone una garantía para los que valoramos su pop intimista y atemporal, siempre bien instrumentado a la vez que al margen de las modas. Descripción que, por supuesto, aplica también a este disco.
Con lo cual la impresión más o menos favorable que nos pueda dejar una nueva entrega de la banda depende casi en exclusiva del nivel de inspiración que haya alcanzado Gibbard durante la composición de los temas. Digo conscientemente "casi", porque siempre queda un pequeño margen para la experimentación (en este álbum ese espacio lo ocupa principalmente una única canción) o para cierta evolución en la instrumentación (algo que sí resulta más evidente en varios momentos, tanto por el impacto consciente de un mayor ruidismo como por las percusiones originales y muy trabajadas que mejoran el resultado final de varias canciones). Pero el grueso del disco lo sigue sosteniendo el talento y la inteligencia como creador de Gibbard, que, como ya les adelanto, no atraviesa su momento más boyante, pero que a lo largo de sus once canciones tampoco se muestra fuera de forma.
"I don´t know how I survive" es el tema encargado de abrir el álbum, y uno de sus mejores momentos (a pesar de no haber sido seleccionada como sencillo). Un original arpegio de guitarra en primer paso que sirve de base a unas estrofas de progresión armónica relativamente simple y notas altas y largas, el cual por sorpresa da paso a un estribillo contundente y ruidista, tras el cual entrarán dos sintetizadores juguetones muy meritorios para desarrollar una segunda estrofa mucho más evocadora. Pero lo que de verdad convence es la poderosa distorsión de su estribillo a dos voces cuando Gibbard por fin le concede el espacio necesario, incluyendo el efectivo solo de guitarra sobre esos mismos acordes en el tramo final. "Roman Candles", segundo corte, fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace ya unos cuantos meses. Un tema muy corto y directo en el que llama la atención desde el mismo comienzo su contundente batería. Sus estrofas sencillas y obsesivas (sobre todo cuando entra la estridente guitarra distorsionada en la segunda estrofa), y un estribillo marca de la casa, tarareable y melancólico, lo convierten en otro buen sencillo de su discografía. "Asphalt Meadows", el tema que da título al álbum, es otro momento agradable aunque no el tema estrella que tal vez cabría esperar. Quizá lo más brillante sea su poética letra, de un lirismo inusual en estos tiempos. Las estrofas, sostenidas con su contudente batería, poseen la característica melancolía de la banda, pero el estribillo, sin resultar decepcionante, deja un tanto frío (algo quizá agravado por lo alto y relativamente simple del arpegio de guitarra que lo adorna, si bien resulta más llevadero en la repetición final).
Con "Rand McNally" sucede algo parecido: sus estrofas, de una sensibilidad extrema, refrendan de nuevo el intemporal talento de Gibbard, tanto la más espartana primera, con su preciosa guitarra, como la más ornamentada segunda, con otra original batería y unos certeros sintetizadores. Pero el estribillo, quizá un tanto desnudo, baja varios enteros, y la parte nueva apenas la conforman unos pocos compases. Tal vez por eso, el estribillo final lo interpreta la banda sobre la progresión armónica de las estrofas. "Here to Forever" fue el segundo sencillo y, sin llegar a ser uno de los mejores momentos del disco, es una buena canción, además de un tema especialmente válido para ser interpretado en directo: por su tempo alto, por la contundencia de su batería desde el mismo comienzo, por su estribillo sencillo y tarareable, o por la acertada parada que acompaña a su breve parte nueva. "Foxglove Through the Clearcut" fue el tercer sencillo, y desempeña el papel de momento experimental del álbum, sobre todo por sus largas estrofas declamadas. Pero su parsimonia y la escasa melodía principal (un estribillo de muy pocas notas) constituyen una losa demasiado pesada para contrarrestar el interesante contrapunto entre las dos guitarras eléctricas, el original redoble de batería en los estribillos, o la distorsión final, resultando así el tema más prescindible del disco.
Afortunadamente a este pequeño desacierto lo rescata la formidable "Pepper", recientemente escogida como cuarto sencillo, y que sin duda es la mejor canción de las once: sin tan siquiera un compás que dé paso a la primera estrofa, su enternecedora letra ("Kiss me just this one last time // Tell me that you once were mine", la exquisita sensibilidad de sus estrofas, el piano que sabiamente equilibra la guitarra acústica, un estribillo simple pero que pone los pelos de punta cuando entra el sintetizador principal, y un desarrollo vertiginoso, sin un segundo de tregua, demuestran por qué siguen siendo una de las bandas esenciales en la música pop de calidad a nivel internacional. "I Miss Strangers" es probablemente el último momento álgido del disco, así como una saludable demostración de que después de un cuarto de siglo de carrera aún son capaces de crear temas rápidos y con nervio, alejados del aburguesamiento que suele equívocamente asociarse con madurez. Una vez más la batería raya a gran altura, y el contrapunto entre las guitarras aceleradas de las estrofas y los elaborados arpegios del estribillo funcionan mejor de lo que podría parecer; sólo el parón extremo que supone esa parte nueva tan larga le resta algún que otro punto. "Wheat Like Waves", el antepenúltimo corte, es el tema que más se aproxima al folk sureño de todo el disco, con una pátina costumbrista y una letra de referencias campestres, correctamente producida, de estrofas agradables y un estribillo un punto superior, al que le falta un poco más de personalidad y de inspiración para convertirse en otro momento álgido. "Fragments from the decade" es una melancólica mirada hacia atrás a una década que definitivamente no fue la mejor en la vida de su protagonista, como tampoco es la más brillante desde un punto de vista compositivo: balada con lejanas percusiones, atmósfera envolvente y guitarra slide, que hubiera funcionado mejor como tema de cierre que como penúltimo corte. Porque el cierre realmente lo pone "I'll Never Give Up On You", un medio tiempo con los sintetizadores más marcadamente electrónicos del disco, interesante como ejercicio exploratorio y con una un tanto inesperada aunque interesante progresión armónica en su estribillo, así como otro cambio de tonalidad en su parte nueva instrumental, pero que suena más a "cara b" de cualquiera de sus sencillos que a un momento álgido de este disco.
Para quienes seguimos desde hace tiempo a la banda, es relativamente fácil llegar a disfrutar lo que encierra este "Asphalt Meadows". Que como puede deducirse por la cantidad de temas para los que he añadido el enlace de su vídeo, es bastante más de lo que ofrecen la mayoría de los discos de este 2022. Y es que en términos absolutos se trata de un buen álbum, con pocas sorpresas pero suficientes buenos momentos. Lo que sucede es que no estamos ante una entrega que vaya a despuntar entre el nivel medio de su discografía. Algo agravado, además, por una cuestionable elección de los temas estrella. Todo ello, junto a que la banda ya lleva muchos años en activo y sus seguidores también van cumpliendo años, ha provocado que la repercusión comercial del álbum haya sido mucho menor que la de sus discos anteriores (quedan ya muy lejos los tiempos en que llegaron a alcanzar el número 1 en álbumes en su país con aquel "Narrow Stairs"). Lo que tal vez sea un mal presagio, pues si sólo aspiran a ir perdiendo gradualmente atención y público, no parece muy claro que Gibbard vaya a seguir luchando por la continuidad de la banda, ni que se sienta fuertemente tentado a arrancar un proyecto en solitario. Sería una pena, pues aún son capaces de cautivar con canciones tremendamente superiores a la mayoría de las que se publican en la actualidad.