Hace unas cuantas semanas ha visto la luz el séptimo álbum de Garbage, el cuarteto liderado por el productor Butch Vig y la cantante Shirley Manson. Un álbum que llega justo un lustro después de "Strange little birds", el cual ya reseñé en este mismo blog y que constituyó una agradable prolongación de su carrera, pero sin mayor impacto en la misma. Por eso cuando hace unos meses se anunció la publicación de "No Gods No Masters", la pregunta que me hice fue si se trataría de una nueva entrega orientada a situarles de vuelta en el panorama actual y así promocionar la pertinente gira, o si de verdad habían intentado dar una vuelta de tuerca a su personal propuesta creativa. Porque después de más de un cuarto de siglo de carrera ya sabemos de su solvencia como instrumentistas y arreglistas, capaces de sacar a flote casi cualquier composición; lo que no está asegurada es la inspiración en las composiciones, ni las ganas de sorprender yendo un paso más allá.
Después de unas cuantas escuchas debo señalar que el balance es claramente favorable. Es cierto que el disco no encierra un sencillo de postín que insufle bríos renovados a su trayectoria, y ello provocó que me acercara con recelo al mismo, pero la mayoría de los temas poseen la suficiente sustancia como para no desentonar en el nivel medio de su repertorio. Y todo ello con sus letras a medio camino entre lo provocativo y lo soez, esta vez con más referencias femenistas y a Dios que en ningún trabajo anterior, y ese siempre equilibrado cóctel de ruidismo rock, melodías pop, y electrónica de penúltima generación. Por lo que todos sus fans se verán razonablemente satisfechos.
Eso sí, la selección de los sencillos no ha sido especialmente afortunada. El primero fue "The men who ruled the world", intencionadamente situado al comienzo del álbum para que ejerza de referencia clara. Su comienzo de videojuego, sus estrofas de guitarra funky, sus "fucking" y sus "money, money", y su percusión contundente son los típicos artificios con los que la banda sabe completar una composición que en realidad apenas vale nada. Pero el sencillo estribillo sí que está suficientemente elaborado y ofrece la suficiente contundencia rock para sostener el conjunto. Y el tramo final, con aquello de "hate the violator, destroy the violator", primero sobre un único acorde y luego con los del estribillo, mejoran la impresión final. El siguiente corte es "The creeps", que recientemente ha visto la luz como cuarto sencillo. De tempo alto y rasgueos de guitarra para complementar el delirante bajo sintetizado, se agradece que sean capaces todavía que dar visibilidad a un tema pensado para darlo todo en un concierto. Las estrofas, sin ser una maravilla, mejoran a las de su predecesora, pero es ese estribillo oscuro el que demuestra que la banda ha atravesado un buen momento creativo. El tercer corte, "Uncomfortably me", cambia de tercio y nos propone un disfrutable medio tiempo, casi un lento, de instrumentación electrónica con sus sintetizadores envolventes y su industrial batería electrónica, mucho más pop que las anteriores gracias a sus buenas estrofas y un luminoso estribillo simplemente desarrollando un poco más la progresión armónica de aquellas, salvo en el cambio que introducen para la excelentemente resuelta repetición final, toda una exhibición de cómo rematar una canción.
El cuarto corte, "Wolves", fue hace tres meses el tercer sencillo, que no nos despistemos con la ubicación de los temas principales del disco. Tal vez sea la canción que mejor entronca con los momentos más recordados de Garbage, mezclando guitarras y un sintetizador principal en sus intervalos instrumentales, unas estrofas crudas sin apenas tiempo para que Manson tome aire, y un estribillo tan desasosegante como lo pretenden, gracias a ese riff de guitarra eléctrica de Duke Erikson, que parece se queda a medias, y a las estridencias de Vig en la batería. "Waiting for God", aparte de mencionar negativamente de nuevo a Dios en su temática es, ahora sí, una balada, y no especialmente inspirada en su progresión armónica y melodía (quizá lo más interesante sea su parte nueva), algo que la parafernalia de efectos y trucos que la banda pone en funcionamiento (incluidas varias frases del Padrenuestro) no termina de ocultar. "Godhead" podría haber sido el mejor tema del álbum de no ser por sus "estrofas": aparte de las continuas menciones al aparato reproductor masculino, no hay acordes, no hay melodía, sólo Manson susurrando hasta que llega su resplandeciente estribillo. El segundo estribillo, repitiendo "Godhead" machaconamente, tampoco es la mejor culminación compositiva, por lo que la excelencia instrumental del tema, su otro punto fuerte, puede pasar desapercibida.
"Anonymous XXX" es un interesante ejercicio de maridaje entre pop y rock de curiosa instrumentación (sección de viento, guitarras acústicas, caja analógica, percusiones que se cruzan de un lado para otro), con una melodía correcta y bien trabajada en estrofas y estribillos, que oxigena el conjunto aunque no llegue a ser un gran momento. "A woman destroyed", el octavo corte es, tras un elaborado e inquietante comienzo, un medio tiempo de notas largas en sus estrofas, que va entrando muy poco a poco, sin apenas percusión que marque el ritmo, de estribillo desquiciante, larga y casi declamada parte nueva, y que da continuidad al tramo más experimental del álbum. "Flipping the bird" retoma el sonido de los Garbage más reconocibles, aunque lo hace con un indisimulado homenaje a New Order en la sencilla batería programada y al diálogo entre la guitarra eléctrica y el bajo durante los intervalos instrumentales, con el synclavier de fondo. Las estrofas, con Manson a dos voces, no son de lo mejor del álbum, pero el estribillo es un trallazo de puro pop en la línea de su recordado "Special" (1998), y el cambio de tonalidad que empieza con "You're hard to love..." antes de la segunda repetición del estribillo tan original como inspirado, razón por la cual es mi momento favorito del disco.
El penúltimo corte, "No Gods No Masters", además de dar título al álbum, es también su segundo sencillo. Pop de tempo alto, de nuevo las estrofas son simplemente pasables, pero el elaborado estribillo sostiene el conjunto. Que por cierto, es de los más acústicos del álbum, salvo por el ominipresente loop sintetizado y algún que otro efecto a partir de la segunda estrofa. Y la versión estándar del álbum la cierra "This city will kill you", una balada más relevante por su sugestiva letra que por su música, anodina compositivamente y resuelta sólo gracias al oficio del cuarteto a la hora de proporcionarle una pátina sinfónica. Hablo de la versión estándar porque aunque once canciones y cuarenta y seis minutos no son poco ni para cualquier otro disco de su discografía ni para lo que se estila en este complejo 2021, la versión "deluxe" incluye otros ocho temas y nada menos que treinta y siete minutos adicionales de música.
Minutos heterogéneos, como suele suceder en estos casos, y que incluyen desde versiones (la sobrevalorada "Starman" de David Bowie, aún me llama la atención cómo puede ser tan famoso un tema con unas estrofas tan mediocres), colaboraciones para compartir una versión (la explotada hasta la saciedad "Because the night", a medias con los rockeros Screaming Females), varias canciones que habían visto la luz para los Record Store Days de estos últimos años ("The Chemicals", "Destroying angels"), descartes interesantes ("On fire"), y sobre todo dos temas dignos de cualquier álbum de la banda: "No horses", que vio la luz como sencillo al margen de cualquier álbum en 2017, más de cinco minutos de rock oscuro con múltiples partes, muy inspirado compositivamente, una energía elegante y una creatividad desbordante en la instrumentación. Y "Time will destroy everything", otro descarte que en mi opinión habría sido un mucho mejor cierre del álbum estándar que "This city will kill you": un fantástico comienzo, sinfónico al principio, chirriante después, un excelente ritmo sincopado y una melodía no muy extensa a dos voces, auto-tune mediante, que uno no sabe si definir como metal, rock, techno... o todas esas cosas juntas.
Lo que comenzó siendo un acercamiento receloso a su nuevo material ha terminado siendo una rendición incondicional a su buen momento creativo, que se añade a su indudable talento a la hora de crear uno de los sonidos más personales y atemporales del último cuarto de siglo. Ojalá todas las bandas que llevan tantos años en activo fueran capaces de entregar todavía álbumes tan equilibrados como éste de Garbage. Y es que "No Gods No Masters" no les ganará nuevos adeptos, ni añadirá nuevos hitos a sus directos, pero nos permite disfrutar de estilos en los que hoy en día cuesta mucho encontrar propuestas interesantes. Inteligencia, personalidad y oficio. Ahí es nada.