Otro de los esperados regresos de 2017 ha sido el del trío inglés Saint Etienne. Formados hace casi treinta años, y durante décadas portadores de la etiqueta de la banda más cool de la Islas, a estas alturas de su carrera nadie debe esperar grandes novedades en su propuesta, sólo que para su retorno hayan tenido inspiración suficiente. Porque su personalidad está tan marcada, y su propuesta tan pulida a lo largo de centenas de canciones, que no necesitan de influencias externas para seguir añadiendo canciones en su discografía. Eso fue lo que sucedió en 2012 con su anterior entrega, ese "Words and music" que rebosaba creatividad, contemporaneidad y grandes momentos, hasta el extremo de que en 2013 se completó con el más que digno "More words and music", de las mismas sesiones de grabación. No es desgraciadamente el caso de este "Home counties", aunque debemos reconocer que se trata de un álbum que se sitúa en un saludable nivel medio dentro de su extensa discografía (casi veinte álbumes de estudio entre oficiales, para fans y para mercados específicos).
Quizá lo que más llame la atención de "Home counties" es que, para elaborarlo, el trío se ha mirado sobre todo a sí mismo. Con lo cual han recuperado muchas de las señas de identidad de otros álbumes pretéritos: los originales interludios (hablados o musicales) entre las canciones "completas", la reflexión sobre los hábitos y la identidad de la Inglaterra más allá de Londres, las letras costumbristas, la fascinación por el pop arty de los sesenta o las bandas sonoras de las series de televisión de los primeros setenta... Es decir, como si lo que hubiera sucedido en el panorama musical en este último lustro no les interesara. Eso sí, sin quedarse en el siempre tentador ejercicio de estilo, sino recurriendo a composiciones mayoritariamente sólidas para desarrollarlo. Aunque alejándose quizá en exceso del pop bailable y decididamente electrónico que es en mi opinión donde mejor se desenvuelven, y sin contar además con sencillos tan redondos como "Tonight" o "I've got the music" con los que tan brillantemente se reivindicaron hace cinco años.
Porque entre los diecinueve temas (trece si excluimos los ya citados interludios), no hay temas de bandera ni que probablemente lleguen a formar parte de sus conciertos en años futuros. "Magpie eyes", el sencillo de presentación, construido sobre una poderosa línea de bajo y un ritmo binario contundente, se basa en una elaborada progresión armónica y una correcta melodía, pero se queda a medio camino entre bailable y reposado, sintético y acústico, y el estribillo psicodélico no juega del todo a su favor. Y "Dive", el sencillo que acaba de ver la luz hace unos días, sí apuesta más claramente por el ritmo pero se recrea tanto en esas bandas sonoras setenteras en su analógica instrumentacion (con su sección de viento, su percusión y sus coros femeninos) que a pesar de que la progresión armónica y la melodía son puro Saint Etienne, el resultado parece un agradable hallazgo de las sesiones de grabación del principio de su carrera más que un tema de 2017.
Ésta es la impresion que predomina a lo largo del álbum: prácticamente sin excepción todos los temas rayan a buen nivel, y son agradables de escuchar, pero el disco nunca llega a explotar. El momento en el que más se acerca a ello es en "Out of my mind", el décimo corte, también el más electrónico y claramente bailable del mismo, luminoso, con una progresión armónica infalible aunque simple (los acordes sólo cambian en la parte nueva), unas estrofas irreprochables y un estribillo algo inferior pero muy pegadizo. Momentos por encima de la media son también "Something new", segundo corte (y realmente la primera canción del disco) un tema pausado sobre otra inspirada composición (especialmente en las estrofas) y un bonito ejercicio de armonización entre el arpegio de guitarra, el piano y la sección de viento del final, "Heather", que recuerda instrumentalmente a la época de "Sound of water" (2000) por su frialdad, el desasosiego que evoca y sus sonidos electrónicos que no sintéticos, "Take it all in", una balada clásica con reminiscencias de finales de los sesenta, y "Unopened fan mail", otro tema reposado construido sobre otras meritorias progresión armónica y melodía, que sostiene una guitarra acústica y que destila aromas de bossa nova a lo Swing Out Sister.
Otras muchas canciones no despuntan pero tampoco desentonan. Es el caso de "Whyteleafe" con su elaborado clavicordio en el comienzo, su letra que rinde homenaje a ciudades de referencia en la cultura de las últimas décadas, y ese sonido que tanto recuerda a la época de "Good humor" (1988), "Underneath the apple tree" y su aproximación a los patrones musicales de The Supremes, "Train drivers in eyeliner", que podría ser un descarte del Magical Mystery Tour de The Beatles por su instrumentación, sus guiños y su letra, "After hebden" y sus "pa ra pa pa" entrelazos con flautas sintetizadas y un clavicordio en una mezcla aparentemente imposible... el álbum está tan elaborado que incluso uno de los interludios ("Church Pew Furniture Restorer") sorprende por la calidad de su instrumentación y su subyugante coro infantil. Sólo hay un tema que obliga a pulsar el forward: "Sweet Arcadia", casi ocho minutos muy lentos y declamados sobre sintetizadores tenebrosos y un solo de Hammond, que afortunadamente sitúan casi al final.
En definitiva, se nota que Sarah, Bob y Pet ya han cruzado la frontera de los cincuenta porque "Home counties" resulta más reposado y con la mirada más claramente puesta en otras décadas que otras entregas suyas anteriores. Pero como cuentan con esa enorme cultura musical y esa capacidad para asimilar el pop de casi cualquier momento, no es posible hablar de un álbum mediocre sino atemporal. Aquellos de sus fans que tengan la mente tan abierta como ellos seguro que sabrán sacarle partido. Incluso aunque difiera de las expectativas que se hubieran generado o de lo que les hubiera gustado que entregaran, como ha sido mi caso.