The Magnetic Fields, o lo que es lo mismo, el proyecto más importante de los varios que lidera el estadounidense Stephin Merrit, ha vuelto al primer plano de la actualidad tras nada menos que un lustro de silencio. Un silencio que no debe interpretarse como falta de creatividad, ya que como el título de su álbum de regreso explica, lo ha hecho con nada menos que cincuenta (¡cincuenta!) nuevas canciones. Un verdadero tour de force que probablemente no tendrá parangón en ningún otro álbum que publique este año ningún otro artista. Lo que ya predispone a "50 song memoir" a favor del melómano. Si además explicamos que esas cincuenta canciones son un homenaje autobiográfico que Merrit se hizo a sí mismo el día de su quincuagésimo cumpleaños, hasta llegar a completar una canción por año de su vida, entenderemos que estamos ante un álbum realmente único a nivel conceptual. Aunque por otra parte no es la primera vez que Merrit riza el rizo a estos niveles.
Y es que en 1999, tras cuatro años de silencio como The Magnetic Fields (no como otros proyectos), publicó "69 Love Songs", con nada menos que sesenta y nueve canciones con el amor como eje, que otorgaron un espaldarazo definitivo a su carrera tras casi una década en activo. Así que el reto, aun siendo tremendo, no era nuevo para él. Pero hay varias diferencias entre ambas monumentales obras, y adelanto ya que en mi opinión, y a pesar de las críticas que he leído en las últimas semanas, "50 Song Memoir" queda desafortunadamente muy por debajo de "69 Love songs", el cual contenía al menos veinticinco excelentes temas. Por varias razones que intentaré enumerar ahora.
La primera y más obvia razón es que, con el paso de los años, Merrit ha perdido buena parte de su magia para crear canciones de pop mágicas e intemporales. Cuando afrontó "69 Love Songs" estaba en su cima creativa (como otros tantos compositores pop que han dado lo mejor de sí mismos al final de su primera década en activo). Pero su descenso, primero con "i" (2004) y posteriormente con "Distortion" (2008), que ya estaban claramente más enfocados en su consistencia conceptual que en emocionar con composiciones memorables, ha sido cada vez más evidente. Aunque Merrit no se queda en blanco en el estudio, parece claro que ha perdido buena parte de su capacidad para distinguir un tema anodino de otro fascinante, si bien ello ha sucedido paralelamente a su crecimiento a la hora de acercar el synth-pop indie de sus orígenes a los más diversos estilos. Y claro, con cincuenta canciones por delante ese es un escollo muy importante.
Otra razón de peso para mi valoración es que en "50 Song Memoir" canta en su totalidad todos los temas del álbum. Yo descubrí a Merrit a principios de 1998 cuando alumbró su proyecto Future Bible Heroes, en el que los temas más conseguidos ("Lonely days", "Hopeless") estaban cantados por Claudia Gonson, cuya voz de tonos medios y matices melancólicos encajaba a la perfección con el synth-pop introspectivo y un tanto pesimista de las composiciones de Merrit, hasta crear verdaderos clásicos del indie de la época. De hecho, en "69 Love Songs" muchos de los mejores momentos no estaban cantados por Merrit (me vienen a la mente ahora "If You Don't Cry", cantada por la propia Gonson, o "No One Will Ever Love You", por otra voz femenina, Shirley Simms). Aquí no; aquí forzosamente debemos acostumbrarnos a su voz entre bajo y barítono, a menudo fuera de lugar entre sus experimentos pop y casi siempre sin la inflexión suficiente para emocionarnos.
Una tercera razón a considerar es que, en parte a causa del tremendo esfuerzo que supone componer, instrumentar y grabar una cantidad tan ingente de temas, resulta bastante evidente que muchas de ellas no están demasiado trabajadas. Entiendo que en un álbum tan largo que haya canciones de corta duración puede ser hasta conveniente, pero es que cerca de la mitad de ellas duran claramente menos de tres minutos. Y con frecuencia nos topamos con la típica situación en la que, sin haber identificado una estructura clara y, de manera inesperada, ya nos topamos con un "chorus to fade" con el que finiquitar la canción. O más frecuentemente con otra: la instrumentación. Y es que aunque me descubro ante la versatilidad y la capacidad de trabajo de Merrit (que toca cerca de ¡cien instrumentos! a lo largo de estas dos horas y media), la gran mayoría de composiciones están desnudas en exceso para los estándares de este siglo XXI (es decir, con una desnudez similar a las de los mejores momentos de los Red Hot Chili Peppers con Rick Rubin pero sin contar como músicos de Flea o John Frusciante). No se trata de esperar que ahora Merrit se convierta en Trevor Horn, y de hecho "69 Love Songs" se movía en un nivel de riqueza instrumental semejante. Pero al igual que en otros ámbitos, la desnudez simplemente deja más al descubierto las carencias de sus composiciones.
Un último pero que ponerle a estas cincuenta canciones es relativo a la producción y los arreglos. Si se compara el sonido de "50 Song Memoir" con el de otros discos de Merrit (pongamos por caso "Get lost" (1995)) veremos que The Magnetic Fields han ido para atrás: saturaciones en la voz, pérdidas de tonalidad, menor nitidez sonora, instrumentación a veces no del todo armonizada, agudos poco limpios... Nuevamente hay que ponderar el esfuerzo realizado por Merrit, pero habría sido de agradecer que hubiera delegado íntegramente las labores de producción y que hubiera contratado un buen ingeniero de sonido para lograr un resultado más acorde a lo que permite la tecnología del año 2017.
Puede parecer por lo que he expuesto que todo en este larguísimo disco es negativo; tampoco es eso. Lo más meritorio es sin duda la elección de temáticas con las que Merrit cubre cada año de su vida: a veces autobiográficas, a veces del panorama musical de la época, a veces de momentos políticos o socialmente relevantes, a veces de lugares que tuvieron una significación especial, a veces incluso de referencias literarias... En ocasiones con letras (e incluso títulos) muy jugosas y disfrutables (mención especial para "81 - How to play the synthesizer"). Y que conforman un esfuerzo literario pocas veces igualado en el panorama musical (si me admiten la broma, igual hasta lo nominan para el Nobel 2017). Puestos a pedir, hubiera sido formidable que cada canción tuviera además una instrumentación y unos guiños acordes a su época (y creo que un Merrit más tutelado desde fuera sería capaz de ello), pero salvo en escasas excepciones eso no sucede.
Con lo que al final lo que toca es separar el grano de la paja. No es que no recomiende escuchar el disco entero; al contrario, hay que darle unas oportunidades para intentar generar nuestra propia playlist. Aunque debo confesar que la mía ha quedado realmente escasa: sólo he "salvado" doce temas, y de ellos creo que solamente hay cuatro con el nivel medio que tenía el Merrit de sus mejores tiempos: "76 Hustle 76", "92 Weird diseases", "93 me and Fred and Dave and Ted" y "08 Surfin". O lo que es lo mismo, un álbum de matrícula de honor en lo conceptual, pero solamente de aprobado raspado en cuanto a su resultado. Lástima.