Hace unos meses vio la luz en la web skynetandebert.com un más que interesante estudio sobre algo que para la mayoría de los que sobrepasamos ya la treintena es de sobra conocido: el fenómeno que se esconde detrás de la manida frase "la música de mis tiempos era mejor". Una afirmación tras la cual se hallan una serie de claves que este estudio desvela a partir de los perfiles de miles de usuarios de Spotify en E.E.U.U.
Sin dar una referencia exacta, el estudio sitúa hacia la mitad de la treintena la edad a partir de la cual, de media, cerramos nuestros oídos a la continua evolución de la música popular contemporánea. Es decir, desde ese punto en adelante, si seguimos escuchando música popular y no nos desconectamos definitivamente, optaremos por artistas que marcaron nuestras preferencias antes de esa fecha. E incluso aunque esos artistas continúen en activo entregando nuevas creaciones, normalmente preferiremos los temas de su carrera que nos cautivaron cuando éramos más jóvenes. Algo que no sólo es perceptible en las radiofórmulas que sintonizaremos (habitualmente aquellas que radien temas de los ochenta o los noventa), sino a la hora de seleccionar los conciertos a los que asistiremos, donde si se me permite el término, preferiremos a dinosaurios (pongamos por ejemplo U2), cuando no directamente a bandas que son reformaciones de perfil bajo de artistas que en su tiempo nos cautivaron (caso de la formación actual de Queen).
Estadísticamente el estudio identifica tres etapas evolutivas en la evolución de nuestras preferencias musicales: durante la adolescencia es cuando escuchamos casi en exclusiva propuestas musicales mayoritarias (me atrevería a añadir aquí que nuestros gustos están menos definidos y somos más vulnerables a las armas del negocio musical y a las modas emparentadas con dichas propuestas); a partir de la veintena esas preferencias conviven con la natural afirmación de nuestra personalidad musical; y a partir de la treintena es cuando completamos el ciclo evolutivo y alcanzamos la congelación definitiva de nuestras preferencias musicales.
El estudio apunta alguna de las causas para esa congelación de los gustos musicales que sufrimos mayoritariamente llegados a esa edad. El más obvio es que se trata de la edad en la que alcanzamos la madurez vital, y ello implica habitualmente no sólo la llegada de la paternidad, sino la consolidación de nuestras responsabilidades laborales, y en sentido amplio un menor tiempo que dedicar a cualquier tipo de actividad lúdica. Que se ve potenciado por el hecho de que a esa edad empezamos a escuchar mayoritariamente propuestas musicales pensadas para nuestros hijos. Directamente relacionado con lo anterior es el conflicto que surge inevitablemente entre los padres y sus hijos (y según el estudio, especialmente hijas) adolescentes a la hora de priorizar la música que se reproduce en nuestros hogares, donde para obtener la posición de privilegio el argumento de la "calidad musical" va a aparecer desde el primer momento.
Una tercera razón muy interesante y con la que me identifico plenamente es que, conforme se van cumpliendo años, los interesados en el planeta musical van descubriendo otras propuestas y géneros menos populares que los que se radiaban en las emisoras de radio cuando ellos eran adolescentes, pero que satisfacen mejor su paladar de "melómanos adultos". Más relevante aún es el hecho de que los hombres se apartan antes de las propuestas musicales mayoritarias (yo apostillaría prefabricadas) y en mucha mayor medida que las mujeres. Ahora bien, este "mejor comportamiento" de los hombres se ve empañado por el hecho de que son ellos quienes en mayor medida se cierran a las nuevas propuestas musicales conforme avanzan en la treintena...
No todo es negativo respecto a la paternidad: el estudio también confirma que nuestros pequeños acompañantes posibilitarán la llegada a nuestros hogares de nuevas propuestas musicales que de otra forma estarían vedadas. Especialmente cuando alcancen la adolescencia. Me atrevo a añadir aquí que por el hecho de que sean nuevas propuestas no necesariamente serán mejores que las que conozcamos "de nuestros tiempos", o de las que hayamos descubierto en nuestro viraje a propuestas más minoritarias (de hecho en este mismo blog ya he presentado en alguna ocasión estudios sobre el indudablemente empobrecimiento creativo de la música contemporánea en las últimas décadas), pero siempre nos cerrará puertas a nuevas melodías que podrían emocionarnos si les diéramos una oportunidad.
A modo de conclusión diré que, una vez leído el estudio en detalle, me he dado cuenta de que este blog surgió en buena medida como resultado de mi lucha interna en la treintena (recién alcanzada la paternidad) por rebelarme contra esa tendencia a la congelación de gustos. Porque no se me escapa que una parte considerable de los álbumes que reseño provienen de artistas que ya estaban en activo en mi adolescencia (sin ir más lejos la siguiente entrada estará dedicada a "Music complete", el retorno de New Order tras diez años sin entrar en un estudio de grabación). Pero también es cierto que para la selección de muchas de las nuevas propuestas que presento influye en mi subconsciente la certeza de que, si les dieran una oportunidad, las mismas gustarían a amigos y conocidos con los que compartía gustos musicales hace un cuarto de siglo pero que se "quedaron congelados" como presenta el estudio hace unos cuantos años. Así que seguiré intentando luchar contra esta corriente en sucesivas entradas.