El de Voltaire Twins es probablemente el álbum más minoritario que he reseñado hasta ahora en este humilde blog. Y es que la revolución digital ha permitido acceder con comodidad a miles de propuestas musicales que hace sólo unos años hubieran sido inalcanzables. Pero hoy en día, las aplicaciones de música en streaming (en mi caso fundamentalmente Grooveshark, hasta que la cerraron hace unos meses, y más recientemente Rdio) permiten encontrar prácticamente toda la música que se publica en cualquier parte del mundo. Y aunque la recomendación de artistas similares a otros que estemos escuchando que proponen estas aplicaciones no está del todo conseguida, siempre hay páginas y blogs que generan listas de reproducción basadas en estas aplicaciones en los que sí podemos encontrar un gran abanico de nuevas propuestas dentro de un estilo musical concreto.
Así es como conocí hace algo más de dos años al dúo australiano Voltaire Twins. Más concretamente a través del tema "Animalia", una formidable carta de presentación de su synth-pop de reminiscencias ochenteras, sonido nítido y muy elaborado y gusto por las melodías cautivadoras y bien interpretadas. Aunque no busquen esta canción en "Milky waves", su álbum de debut que ha visto la luz hace un par de meses. Un álbum que no sólo rehúye los primeros sencillos de su carrera, sino que sorprende por lo justo de su propuesta (sólo 10 canciones en apenas 34 minutos). A pesar de lo cual contiene más ideas y propuestas que la mayoría de los álbumes publicados esta temporada en torno al pop instrumentado con máquinas. Ideas no siempre aprovechadas, todo hay que decirlo. Porque se nota que los hermanos Jaymes y Tegan Voltaire han intentado condensar toda su creatividad en un marco relativamente restringido, y ello causa que buena parte de los temas amaguen con convertirse en temazos pero den tantos saltos con nuevas partes, cambios de ritmo y juegos instrumentales fantasiosos que se queden a menudo por el camino. Como le sucede al tema que abre boca, "I'm awake", algo así como una actualización de los delirios pop de Thomas Dolby que, tras más de dos minutos, adopta un ritmo binario más claro y trepidante en lo que parece un prometedor crescendo que no acaba de llegar.
En menor medida también le sucede a "Goodnight, spirit", segundo corte y segundo sencillo extraído del álbum. Un medio tiempo que empieza desnudo hasta que de pronto aparece la meritoria progresión armónica que envuelve las estrofas. Pero luego la sucesión de partes diferentes y ritmos que aparecen y desaparecen en sólo tres minutos hacen que sea difícil engancharse al resultado. Afortunadamente, "Long weekend", tercer corte y primer sencillo, aun respetando las influencias de los ochenta y cautivando con la nitidez y la calidad de sus instrumentos, mantiene una estructura más convencional, y el toque bailable que adorna sus elegantes estrofas y la pegada de su estribillo la convierten en uno de los grandes temas del año. Lamentablemente, "This is the place" vuelve a ser un tema de ideas valiosas (la recuperación del sonido philly con violines sintetizados y una guitarra eléctrica que es puro funky) pero no lo suficientemente redondo, quizá por las notas tan altas en que terminan casi todas las frases del estribillo.
"Glass tooth", el quinto y maravilloso corte, es mi tema favorito del álbum: inspirado en el sonido que hacían los Japan o los Visage a principios de los ochenta, crean sobre una subyugante progresión armónica una melodía de fraseos dobles en las estrofas, originalísima, y la rematan con un estribillo precioso, realzado por una guitarra eléctrica que realiza un arpegio excepcional, casi oculto. Además, lo culminan con más de dos minutos instrumentales en el que demuestran su habilidad para armonizar instrumentos (sólo cabe cuestionar que la progresión armónica de este tramo no sea la misma de las estrofas, pues habría quedado aun mejor). Sin llegar a la misma altura, "Modern gore" es otro de los momentos álgidos del álbum: el ritmo del "Be my baby" de The Ronettes introduce un tema que evoluciona hacia el pop sintetizado que podrían haber firmado los mejores Thompson Twins, con una estructura razonablemente convencional y unas certeras armonías. "Slow down", el séptimo corte, es por así decirlo el tema lento del álbum, nuevamente de claras influencias ochenteras en la instrumentación (incluso en las guitarras). Pero aunque agradable, tampoco llega a ser un tema redondo.
"Black beach", el octavo corte, sorprende por su sencilla percusión electrónica, un calco de las que se hacían con el Roland 808 hace treinta años. Los arreglos están muy conseguidos, y cada parte encaja acertadamente con la siguiente, reflejando el talento del dúo, aunque de nuevo priman las ideas más que el resultado. "Mystery flight" es el cuarto gran momento del álbum, y sin duda su tema más elegante, de una sensibilidad extrema gracias a la cuidada melodía, la mejor interpretación de Tegan, la certera selección de instrumentos que van arropando la canción sin restarle protagonismo a la composición, la riqueza de su parte nueva, un estribillo del que es imposible cansarse y la propina de una exquisita coda instrumental. Y "You are the end", el tema que cierra este breve álbum, incurre parcialmente en el principal defecto del mismo: tiene mimbres para ser una gran canción, desde su inquietante comienzo hasta el bonito tramo cantado a dos voces en el que el bajo sintetizado delinea una bonita progresión armonica, pero no se resiste a la tentación y vuelve a derivar hacia terrenos más experimentales, especialmente en su tramo final.
Recomiendo sucesivas y atentas escuchas de "Milky waves" para extraer todo lo que encierran los cerebros de estos dos hermanos. Que aunque parece que han tenido problemas para alcanzar el mínimo exigible para un álbum que se publique en el año 2015, bullen con buenas ideas que se miran con naturalidad en espejos de hace treinta años sin que por ello dejen de sonar actuales. Y con un talento incuestionable cuando consiguen dar en la diana. Algo así como la "versión buena" de los para mí sólo discretos Chvrches, que tan de moda están en el panorama internacional estas últimas fechas. Ah, si los críticos musicales se toparan con Voltaire Twins en su lugar...
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
viernes, 30 de octubre de 2015
domingo, 4 de octubre de 2015
Little Boots: "Working girl" (2015)
Victoria Hesketh, más conocida como Little Boots, ha regresado hace un par de meses a la primera plana de la actualidad musical con la publicación de su tercer álbum de estudio, "Working girl". Un álbum que por segunda vez ha visto la luz en su propio sello discográfico, y con el que a mi entender la británica intenta auto-afirmarse en su estilo. Porque al éxito de crítica y ventas de "Hands" en 2009, con su propuesta actualizada, bailable y entonada del techno-pop de los ochenta, le sucedió un largo paréntesis de cuatro años que concluyó cuando "Nocturnes", un disco mucho más house, orientado a la electrónica más independiente y anodino, vio finalmente la luz prácticamente a la vez que el bootleg "Beat of your heart", el supuesto segundo disco grabado realmente como continuación estilística de "Hands" y que nunca llegó a publicarse por razones desconocidas (ya que sin llegar a la inspiración de "Hands" sí mantenía suficientemente el tipo). Con lo cual este tercer disco actúa a modo de consolidación de la propuesta de "Nocturnes", añadiéndole si cabe un toque más personal y reivindicativamente feminista a las letras, quedando por tanto en parámetros muy lejanos a los de su álbum de debut.
Lo que desgraciadamente es una mala noticia para sus seguidores. Porque una cosa es no querer terminar como un remedo de Kylie Minogue, y otra escorarse tanto en su propuesta que apenas logre comulgar con unos pocos miles de seguidores. Y es que Little Boots es una meritoria instrumentista, con una buena formación musical y una voz agradable (en ocasiones demasiado doblada). Pero si lo fía a todo a la pista de baile más fría y alternativa, y da la espalda a las armonías pop, esas cualidades son difíciles de exhibir. A pesar de que prácticamente cada uno de los temas cuente con un productor diferente, algo muy difícil de percibir en una propuesta de espectro tan limitado.
Y eso que el resultado final podía haber sido mucho peor de lo que al final ofrece este "Working girl". Me explico: el álbum fue precedido a finales de 2014 por el EP "Business pleasure", que ya anticipaba esa reafirmación estilística pero con escasa creatividad. Algo aplicable no sólo al sencillo que se extrajo de él (la experimental y superflua "Taste it"), sino también a los otros dos cortes que han acabado en el álbum (el house simplón de "Heroine" y la gélida y obsesiva "Business pleasure", que daba título al mismo), siendo curiosamente "Pretty tough" (el único con algo más de musicalidad), el tema que se ha quedado fuera. Es decir, una reafirmación de estilo a coste de vulgaridad y falta de sustancia. Afortunadamente entre el resto de temas hay dos o tres que dan el pego y sobre todo un par de buenas canciones, que nos demuestran que a Little Boots no se le ha olvidado componer.
Quitando las simpáticas "Intro" e "Interlude", piezas no musicales que simulan la interacción del oyente con el contestador del sello discográfico, el álbum consta de doce composiciones originales, una más en la edición Deluxe. Se abre con "Working girl", el tema que da título al disco y cuya versión acústica también cierra la edición Deluxe. Un tema presidido por un infeccioso loop sintetizado, y construido sobre una progresión armónica elaborada pero sin gancho, del que lo más salvable es un estribillo de aprobado raspado. "No pressure", tercer sencillo, se mueve en los mismos parámetros, aunque en este caso el colchón instrumental es un poquito menos espartano y el estribillo algo más eficaz en su incitación al baile. "Get things done", cuarto sencillo, es uno de los temas que dan el pego con su bajo slap delineando una progresión armónica ahora sí más cercana en las estrofas y en el estribillo. Aunque el estribillo tiene la frase que da título al tema encajada con calzador, lo que le resta algún que otro punto.
Tras ya la citada "Taste it" nos encontramos la con diferencia mejor composición del álbum: "Real girl" baja los bpm y nos ofrece un tema de pop del año 2015. Porque el pop con mayúsculas es el que mejor sigue dominando Little Boots, logrando que un loop de sintetizador infeccioso y que recuerda a los usados por Madonna en buena parte de "Rebel Heart" desemboque con naturalidad en un estribillo de pop cautivador llevado a su máxima expresión en la tercera repetición, cuando se elimina por unos segundos la programación de la batería. La ya citada "Heroine" baja muchos enteros, y el siguiente corte, "The game", imita sin disimulo los arreglos que hicieron Soul II Soul hace un cuarto de siglo en su mítica "Back to life", pero con una composición más floja que aquella. Menos mal que tras ella se encuentra "Help too", el segundo momento inspirado del álbum, y no porque sea uno de los más lentos, pero sí porque el contraste en las estrofas entre la programación de la percusión y los sintetizadores que van y vienen la hacen reconocible, y una vez que nos topamos con su preciosa entrada al estribillo ya nos predisponemos para disfrutar de sus meritorias armonías.
Nuevamente hay que superar el bajón que supone la ya citada "Business pleasure" para encontrarse con la atmosférica "Paradise", cuyo indie-house puede ser disfrutable en determinados momentos y circunstancias, sobre todo si nos dejamos llevar por su piano sintetizado en el correcto estribillo. "Better in the morning", el segundo sencillo, juega a la pretendida inocencia pop de por ejemplo Ariana Grande, pero modas al margen es un tema de una candidez impostada y una melodía excesivamente simple. Y "Desire", el tema adicional de la edición deluxe, podría ser el tercero que mantenga el tipo en determinadas pistas de baile, puesto que al esperable sonido espartano se le añade un curioso juego entre una programación que rehúye del ritmo binario y unos teclados que rehúsan completar los compases hasta llegar a un estribillo en el que, ver para creer, nos encontramos la única guitarra del álbum.
Con lo que al completar la escucha la sensación predominante es la de un álbum relativamente flojo, y quien sabe si la segunda y última oportunidad perdida de Victoria para consolidar su carrera. Una pena, porque como demuestra en momentos puntuales, sabe hacerlo mucho mejor, pero se la nota más preocupada por labrarse una personalidad propia en el panorama musical que por llenar sus discos de buenas canciones. Lo que en mi opinión no es a la larga una buena estrategia.
Lo que desgraciadamente es una mala noticia para sus seguidores. Porque una cosa es no querer terminar como un remedo de Kylie Minogue, y otra escorarse tanto en su propuesta que apenas logre comulgar con unos pocos miles de seguidores. Y es que Little Boots es una meritoria instrumentista, con una buena formación musical y una voz agradable (en ocasiones demasiado doblada). Pero si lo fía a todo a la pista de baile más fría y alternativa, y da la espalda a las armonías pop, esas cualidades son difíciles de exhibir. A pesar de que prácticamente cada uno de los temas cuente con un productor diferente, algo muy difícil de percibir en una propuesta de espectro tan limitado.
Y eso que el resultado final podía haber sido mucho peor de lo que al final ofrece este "Working girl". Me explico: el álbum fue precedido a finales de 2014 por el EP "Business pleasure", que ya anticipaba esa reafirmación estilística pero con escasa creatividad. Algo aplicable no sólo al sencillo que se extrajo de él (la experimental y superflua "Taste it"), sino también a los otros dos cortes que han acabado en el álbum (el house simplón de "Heroine" y la gélida y obsesiva "Business pleasure", que daba título al mismo), siendo curiosamente "Pretty tough" (el único con algo más de musicalidad), el tema que se ha quedado fuera. Es decir, una reafirmación de estilo a coste de vulgaridad y falta de sustancia. Afortunadamente entre el resto de temas hay dos o tres que dan el pego y sobre todo un par de buenas canciones, que nos demuestran que a Little Boots no se le ha olvidado componer.
Quitando las simpáticas "Intro" e "Interlude", piezas no musicales que simulan la interacción del oyente con el contestador del sello discográfico, el álbum consta de doce composiciones originales, una más en la edición Deluxe. Se abre con "Working girl", el tema que da título al disco y cuya versión acústica también cierra la edición Deluxe. Un tema presidido por un infeccioso loop sintetizado, y construido sobre una progresión armónica elaborada pero sin gancho, del que lo más salvable es un estribillo de aprobado raspado. "No pressure", tercer sencillo, se mueve en los mismos parámetros, aunque en este caso el colchón instrumental es un poquito menos espartano y el estribillo algo más eficaz en su incitación al baile. "Get things done", cuarto sencillo, es uno de los temas que dan el pego con su bajo slap delineando una progresión armónica ahora sí más cercana en las estrofas y en el estribillo. Aunque el estribillo tiene la frase que da título al tema encajada con calzador, lo que le resta algún que otro punto.
Tras ya la citada "Taste it" nos encontramos la con diferencia mejor composición del álbum: "Real girl" baja los bpm y nos ofrece un tema de pop del año 2015. Porque el pop con mayúsculas es el que mejor sigue dominando Little Boots, logrando que un loop de sintetizador infeccioso y que recuerda a los usados por Madonna en buena parte de "Rebel Heart" desemboque con naturalidad en un estribillo de pop cautivador llevado a su máxima expresión en la tercera repetición, cuando se elimina por unos segundos la programación de la batería. La ya citada "Heroine" baja muchos enteros, y el siguiente corte, "The game", imita sin disimulo los arreglos que hicieron Soul II Soul hace un cuarto de siglo en su mítica "Back to life", pero con una composición más floja que aquella. Menos mal que tras ella se encuentra "Help too", el segundo momento inspirado del álbum, y no porque sea uno de los más lentos, pero sí porque el contraste en las estrofas entre la programación de la percusión y los sintetizadores que van y vienen la hacen reconocible, y una vez que nos topamos con su preciosa entrada al estribillo ya nos predisponemos para disfrutar de sus meritorias armonías.
Nuevamente hay que superar el bajón que supone la ya citada "Business pleasure" para encontrarse con la atmosférica "Paradise", cuyo indie-house puede ser disfrutable en determinados momentos y circunstancias, sobre todo si nos dejamos llevar por su piano sintetizado en el correcto estribillo. "Better in the morning", el segundo sencillo, juega a la pretendida inocencia pop de por ejemplo Ariana Grande, pero modas al margen es un tema de una candidez impostada y una melodía excesivamente simple. Y "Desire", el tema adicional de la edición deluxe, podría ser el tercero que mantenga el tipo en determinadas pistas de baile, puesto que al esperable sonido espartano se le añade un curioso juego entre una programación que rehúye del ritmo binario y unos teclados que rehúsan completar los compases hasta llegar a un estribillo en el que, ver para creer, nos encontramos la única guitarra del álbum.
Con lo que al completar la escucha la sensación predominante es la de un álbum relativamente flojo, y quien sabe si la segunda y última oportunidad perdida de Victoria para consolidar su carrera. Una pena, porque como demuestra en momentos puntuales, sabe hacerlo mucho mejor, pero se la nota más preocupada por labrarse una personalidad propia en el panorama musical que por llenar sus discos de buenas canciones. Lo que en mi opinión no es a la larga una buena estrategia.
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