Si Florence + The Machine no existieran, habría que inventarlos. La banda capitaneada por la galesa Florence Welch es una de las propuestas más personales y al mismo tiempo talentosas del panorama musical internacional. Por eso tras casi cuatro años de silencio desde su segundo álbum, ese "Ceremonials" de 2011 con momentos formidables y otros simplemente correctos, es de agradecer que hace unas pocas semanas haya retornado con un nuevo disco. "How big, how blue, how beautiful" es el tercer álbum de su carrera, y el primero en el que el omnipresente Paul Epworth ha dejado paso a la producción de Markus Dravs, conocido sobre todo por sus trabajos para Arcade Fire. Un cambio sensible, que le ha restado a su sonido un punto de épica, le ha quitado protagonismo al arpa que tanta personalidad le daba a muchas de sus composiciones y posiblemente ha facilitado un mayor número de composiciones con más ritmo y más rockeras. Aunque el resultado final siga siendo brillante.
Eso sí, los álbumes de Florence + The Machine nunca se caracterizan por ser particularmente accesibles, y esta sensación es si cabe más acusada en "How big, how blue, how beautiful". Probablemente la primera escucha deje la sensación de que el grupo ha perdido la inspiración y con la excusa de un mayor acercamiento al rock se ha dejado llevar; es necesario darle al álbum varias oportunidades para que empiece a desplegar toda su carga emocional. A ello posiblemente contribuyan que los dos sencillos publicados hasta ahora, y también los dos primeros cortes del álbum, sean temas poco comerciales, aunque un buen reflejo del contenido del álbum: "Ship to wreck", segundo sencillo y tema que abre el disco, es un tema directo, rápido, con un punto a Chrissie Hynde, que permite a Florence exhibir toda la energía de sus cuerdas vocales, pero sin un estribillo tarareable y con una sensación de convencionalismo que lo aleja de la arrolladora personalidad de la banda y le resta puntos. Y "What kind of man", el tema que anticipó el álbum y segundo corte, sí que es una composición absolutamente personal, con ese primer minuto recomendable e intimista sostenido sólo por el teclado atmosférico de Isabella Summers y la voz de Welch, que sin previo aviso da paso a un poderoso tema de rock creado a partir de unos acordes interpretados por una guitarra distorsionada y a unos coros épicos. Pero una sección de viento un tanto cuestionable y una estructura demasiado poco convencional, con varios cambios de ritmo, la han alejado de convertirse en un éxito masivo.
El tercer corte es también el tema que da título al álbum: "How big, how blue, how beautiful". Éste sí es un tema 100% marca de la casa, con esa letra evocadora, ese comienzo parsimonioso y envolvente, esa producción abigarrada, esa bonita y variada melodía, ese cinematográfico minuto y medio instrumental con el que se cierra; no es de extrañar que dé título al álbum. Aunque para mí es todavía un punto superior "Queen of peace", otro tema absolutamente personal, que arranca con otro comienzo muy elaborado que da lugar a las mejores estrofas del álbum, plenas de esa sensibilidad tan difícil de conseguir, y que desembocan en un estribillo rebosante de energía. Aunque quizá la producción falle un tanto a la hora de hacer crecer el tema conforme avanza el minutaje. El quinto corte, "Various Storms & Saints" es otro excelente tema, oscuro y lento, con la voz de Florence menos arropada instrumentalmente (un arpegio de guitarra cumple esa función) pero cautivador con su derroche de tramos de melodías diferentes en distintas escalas.
La segunda joya del álbum es en mi opinión "Delilah", que desde su parsimonioso pero enérgico comienzo a tres voces atrapa con su fantástica progresión armónica, que acaba estallando en un ritmo trepidante y un estribillo, ahora sí, plenamente tarareable. Otro formidable tema es "Long and lost", alejado de los parámetros rápidos y rockeros por los que transita la mayor parte del álbum. Con un contrapunto entre una guitarra intermitente y la voz en este caso intimista y sensible de Florence, capaz de recorrer escalas con una naturalidad desconcertante. El octavo tema, "Caught", baja un poco el listón, por su mayor convencionalismo (me recuerda a las producciones de Jeff Lyne en los ochenta) y un estribillo menos inspirado que sus acertadas estrofas. "Third eye" es otro buen tema, del nivel de "Ship to wreck", con un comienzo que anticipa un nuevo himno, y una interesante guitarra acústica, pero al que le falla un poco el estribillo y el puente para situar al nivel de los mejores corte.
El penúltimo corte de la edición estándar, "St. Jude", es a mi modo de ver el tema más flojo del álbum, parsimonioso y sin magia. Afortunadamente el listón sube con el último corte, la larga "Mother", única contribución de Paul Epworth en la producción. Que nuevamente saca la vertiente rockera de Florence Welch, envolviéndola en trémolos y reminiscencias psicodélicas en los arreglos, en la letra y en el atmósferico tramo final. Y, como cabría esperar en un disco con tantas canciones inspiradas, los temas extra de la edición deluxe son también más que recomendables. "Hiding", quizá el tema más genuinamente pop del álbum, está construida sobre un precioso arpegio de piano, y es además uno de los cortes mejor producidos, enriqueciendo la canción con distintos guiños en la instrumentación y enlazando con maestría las diferentes partes. Al mismo nivel de las joyas del álbum se encuentra "Make up your mind", con su poderosa percusión desde el comienzo y su oscura y cautivadora progresión armónica, que desemboca sabiamente en un precioso y complejo estribillo, y al que pone la guinda un inesperado crescendo cerca del final. Y "Which witch", aparte de su elocuente título, apabulla con su atmósfera esotérica, casi de ceremonia colectiva de redención, con una instrumentación de un barroquismo sorprendente. Y eso que supuestamente es la versión demo del tema...
Una vez el melómano le ha cogido al punto a las canciones, "How big, how blue, how beatiful" se convierte en uno de esos álbumes que saltan casi sin querer de la estantería a nuestro reproductor favorito, y que crece, crece y sigue creciendo en nuestros oídos. Es cierto que no cuenta con sencillos comerciales, y que además la elección de los temas que lo han presentado en ese formato es cuestionable. Pero Florence + The Machine gozan de un merecido status de prestigio que les permite estos pequeños deslices si a cambio entregan un álbum de un excelente nivel medio. Como lo prueba que a pesar de su falta de comercialidad este disco acabe de llegar a lo más alto en las listas de ventas de E.E.U.U. y el Reino Unido. Y que para mí sea posiblemente el mejor en lo que llevamos de 2015, y con seguridad el mejor de su carrera. Así que la espera ha merecido la pena; ahora sólo cabe desear que les aguante la inspiración y las ganas de seguir marcando época.