Al cerebro de Oasis cada vez le cuesta más componer canciones a un ritmo medianamente aceptable. En todo el siglo XXI los tres álbumes que publicó su banda sólo contenían 5 o 6 temas de su autoría. Y desde que inició su carrera en solitario hace más de un lustro éste es sólo su segundo álbum, cuatro años después del que dio nombre a su banda actual. A pesar de ello, la edición original sólo contiene 10 nuevos temas, y hay que irse a la consabida edición deluxe para rascar otros cuatro temas más rescatados (que no todos compuestos) para la ocasión. Prueba evidente de que la frescura creativa que tuvo en los noventa desapareció hace tiempo, aunque quizá la verdadera razón es que su inmenso ego ya no le demanda seguir superándose, y su carrera en solitario es sólo una forma de no dejar de mantener un tren de vida por otra parte menos salvaje que en su juventud.
Ahora bien, incluso en esta circunstancia un nuevo álbum de alguien que ha sido capaz de crear ya uno de los legados más impresionantes de la música popular contemporánea no deja de ser un acontecimiento. Aunque sí nos da pistas sobre lo que nos podemos esperar. Efectivamente, Noel no se plantea evolucionar a estas alturas, y se mueve cómodo por ese rock de patrones clásicos y ambientación un tanto retro, que sólo en ocasiones se desliza hacia el pop medianamente luminoso o deja hueco a algún detalle contemporáneo. Si bien es cierto que el sonido sí es un poco más nítido de lo habitual, quizá su mayor concesión a la tecnología del año 2015. En todo caso el potencial receptor de "Chasing yesterday" debe esperar, sobre todo, buenas canciones de pop-rock que se podrían haber compuesto en cualquier momento de los últimos cincuenta años.
¿Y las hay? Pues sí, pero el resultado final del álbum tampoco pasará a la historia, y se queda en un nivel muy parejo al de su álbum de debut en solitario. El intento de "originalidad" en esta oportunidad es su acercamiento a un rock progresivo, con intervalos instrumentales relativamente largos, deudor en parte de los setenta. Intento que se hace particularmente evidente en "Riverman", tema que abre el disco y tercer sencillo publicado hasta la fecha: un tema que comienza como otros muchos de Noel, con una guitarra acústica que desgrana una producción armónica típica, que prolonga con un estribillo melancólico aceptable, y que parte en dos mediante un solo de guitarra correcto aunque con un estilo poco frecuente. Es un tema aceptable, pero carece de la inspiración suficiente para perdurar. Claramente mejor es "In the heat of the moment", primer sencillo del álbum y que ya seleccioné como uno de los mejores del año pasado en mi lista de 2014, y que resalta una progresión armónica con mucho más nervio por medio de un bajo eléctrico que remeda a uno electrónico, un teclado que aporta unas campanadas muy oportunas y una percusión basada en unas curiosas castañuelas. Aunque todo ello no bastaría para dar lugar a un tema formidable; de ello se encarga un maravilloso estribillo, con esa subida de una octava en las notas más largas tan conocida y tan emocionante.
Aunque no he encontrado ningún video que la ilustre, "The girl with X-Ray eyes" es el segundo gran momento del álbum: un medio tiempo introvertido, emocionante desde el primer acorde, con unos arreglos excelentes para encajar las diferentes partes, y curiosamente solo dos bonitas estrofas y dos mejores estribillos (complementados por un solo de guitarra en trémolo, que recuerda poderosamente al de Clapton en "While my guitar gently weeps", de sus adorados Beatles). "Lock all the doors" es un tema de puro rock: muy rápido, ruidista, saturado de guitarras distorsionadas, con un estribillo que se acerca al power pop estadounidense, efectivo pero sin mayor inspiración, siendo lo más interesante la progresión armónica que crea a propósito para el solo de guitarra. "The dying of the light" es el tercer gran momento del álbum, otro medio tiempo marca de la casa con una letra un tanto agónica sobre cómo la vida va pasando, en el que la clave es una vez más la fantástica progresión armónica que construye Noel, cómo la va evolucionando en las distintas partes y la armoniza inteligentemente con una melodía que le saca todo el partido a su rango vocal.
"The right stuff", sexto corte, es un tema que juega a ser instrumental sin serlo, y que adorna su relativa simplicidad compositiva con pequeños detalles de inspiración hindú. Podría haber servido para cerrar el álbum, pero es demasiado largo y alejado de la estructura del resto de canciones para ubicarlo en un sitio tan delicado. "While the song remains the same" es otro medio tiempo correcto, cuya mayor aportación es su comienzo atmosférico, construido sobre dos interesantes sintetizadores. Luego es cierto que la batería es original, que el estribillo engancha y que el solo de guitarra es certero, pero sabiendo a lo que puede llegar Noel tampoco pasará a lo más destacado de su discografía. "The mexican" es el tema decididamente más retro, cantado en su integridad a dos voces con la para mí desconocida Vula Malinga, casi monocorde hasta que llega la parte nueva, mucho más inspirada y emocionante que el resto, pero demasiado tardía para levantar la canción. "You know we can't go back" es el cuarto y último gran momento del tracklist oficial, el tema más decididamente pop del disco (podría ser perfectamente un tema de la época "What's the story? (Morning glory)"), rápido, directo, vitalista en su melodía y en su letra, que nuevamente nos regala un puente con unos acordes diferentes en uno de sus dos solos de guitarra. "The ballad of the mighty I", último tema y segundo sencillo, sufre del mismo mal que "Riverman": ante todo no es una balada, pero además juega a ser el otro exponente de la vertiente "original" del álbum, y durante toda su estrofa parece que va a desembocar en un fantástico estribillo, pero éste nunca acaba de llegar, perdido en fraseos no del todo enlazados con la progresión armónica, y con una inapreciable aportación del ex-Smiths Johnny Marr a la guitarra.
Afortunadamente, la edición deluxe más completa de "Chasing yesterday" permite mejorar el sabor de boca que deja. Porque aparte de una prescindible remezcla de "In the heat of the moment", Gallagher nos ofrece tres temas nuevos adicionales: "Do the damage", una canción con una producción definitivamente anacrónica, pero tan mordaz y tan efectivo con sus rasgueos de guitarra, su estribillo sensual y su saxofón que incluso posee un videoclip oficial propio, y hubiera hecho mejor papel que "The mexican" o "Lock all the doors" en la edición estándar. Mejor aún es "Freeky teeth", su inevitable acercamiento a la rocosa ambientación del lejano oeste a lo "Son of nature" o "Waiting for the rapture" de su última época en Oasis, pero con una excelente composición, que evoluciona de manera inteligente en sus diversas partes, y una letra particularmente inspirada (tan redondo es el tema que lo está interpretando en directo como parte de su gira actual). Y "Leave my guitar alone" es toda una declaración de autenticidad, anteponiendo en un tema poco electrificado, muy armonioso y deudor de su época más poppy su preciado instrumento a cualquier otra posesión. La edición deluxe se completa con "Revolution Song", que no es más que una puesta al día de "Solve my mystery", un viejo tema de las sesiones de "Standing on the shoulder of giants" de 1999 y ya conocida por los fans de Oasis en su versión demo. Gallagher lo mejora acelerando un poco el tempo, electrificando los arreglos y enriqueciendo el puente instrumental, aunque no logra convertirlo en un clásico de la banda.
Que Noel desempolve viejas canciones de Oasis demuestra que le cuesta encontrar la inspiración. Porque aunque en el álbum no hay ningún tema que desentone, sólo hay en mi opinión cuatro temas realmente destacables, que se convierten en seis o siete en la edición deluxe: sin duda son más temas recomendables que en cualquiera de los álbumes de Oasis de este siglo, en los que Noel cedió parte de la responsabilidad compositiva al resto de miembros de la banda. Y un bagaje suficiente para ganar por goleada a la inmensa mayoría de álbumes que se publiquen en este 2015. Pero sigue sin llegar a regalarnos su álbum definitivo. O tal vez es que yo sea demasiado exigente con un artista cercano a la cincuentena y sin necesidad alguna de evolucionar ni reivindicarse.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 19 de abril de 2015
domingo, 5 de abril de 2015
Las "ediciones deluxe"
A raíz de la reseña que hice hace unos días sobre el segundo álbum de Imagine Dragons, en el que abiertamente mostraba mi predilección por varios de los temas que aparecen sólo en la edición deluxe, me he animado a escribir una entrada específica sobre este fenómeno de las "Deluxe editions", cada vez más frecuente.
Que internet ha convulsionado los cimientos del panorama musical no lo duda nadie: ahora se adquiere más música a través de la red que en las tiendas físicas, se visualizan más vídeos musicales en youtube que en la MTV, se comparte una cantidad de contenidos infinitamente mayor que cuando usábamos casettes regabables, las emisoras radiadas pierden cada vez más cuota frente a las emisoras online... En todo caso lo que más ha puesto en peligro la red de redes es el milmillonario negocio que rodeaba a la música popular contemporánea. Y una de las armas que la industria había identificado y que ha ganado fuerza en estos años para combatir esa situación, es la de las ediciones deluxe.
Quizá la principal razón para la existencia de dichas ediciones es la necesidad de darle al potencial comprador de un nuevo lanzamiento musical un argumento más que le disuada de obtenerlo por alguno de los innumerables e inagotables mecanismos de compartición de contenidos ya existentes. Asi, adicionalmente a los libretos con los textos, fotografías exclusivas, firmas originales y demás ganchos, la edición deluxe se plantea como el acceso a un material creado o al menos supervisado por el artista en cuestión, pero al que no tendrían acceso quienes obtuvieran de manera más o menos alegal la edición estándar. Aunque a nadie le escapa que, en cuanto esa edición deluxe alcanza una tirada suficiente, aparece alguien que lo obtiene y lo comparte con sus allegados, y así hasta el infinito, con lo que el contenido de las ediciones deluxe deja por lo general de ser exclusivo incluso a las pocas horas de publicarse. Incluso aunque la edición deluxe sólo se haya publicado en un determinado país (hay excepciones entre artistas más o menos minoritarios, que pueden publicar ese contenido adicional en formatos poco frecuentes, y del que sí cuesta obtener los temas extra buscados).
Así que asumiendo que el motivo principal que justificaba la existencia de estas ediciones ha desaparecido, ¿por qué están yendo claramente a más? La respuesta en mi opinión hay que buscarla desde un punto de vista positivo, y ahí lo que sale beneficiado es la creatividad del artista. Porque a nadie le escapa que la capacidad máxima de un CD estándar es de 80 minutos, ni que lo habitual para un álbum de composiciones propias en el año 2015 oscila entre las ocho y las trece o catorce composiciones. Restricciones que pueden no encajar con el momento creativo del creador, o simplemente con el enfoque que desee darle a su obra. Las ediciones deluxe permiten entonces completar su propuesta con diversas aportaciones: remezclas de uno o más de los temas (de calidad habitualmente inferior y por lo general poco emparentadas con los originales), versiones en directo de temas de ese mismo álbum o de otros anteriores (habitualmente demasiado similares al original y no completamente auténticas, pues suelen estar remasterizadas con posterioridad en el estudio), o versiones acústicas/demos de uno o más de los temas del álbum (habitualmente más interesantes para conocer el embrión compositivo de los mismas antes de que los arreglos y la producción los vistieran que por un disfrute comparable al de las versiones definitivas).
Esos son los complementos menos interesantes, pero con suerte también nos podremos encontrar con otros mucho más llamativos: temas del artista en cuestión que hayan visto la luz en diversos entornos desde su anterior álbum y que resulta cómodo tener ahora centralizados (temas para videojuegos, bandas sonoras, fines benéficos...), temas grabados durante las mismas sesiones que el álbum pero que hayan formado o vayan a formar parte de los sencillos publicados a partir del mismo, o en el mejor de los casos temas de esas mismas sesiones que simplemente hayan quedado fuera de la selección definitiva (por alejarse de los parámetros del álbum, por exceso de minutaje, incluso por desentonar con estilo mayoritario del artista). Es en estos casos cuando las ediciones deluxe cobran su máxima expresión, y la razón por la que se han abierto hueco en el convulso panorama musical estos últimos años.
Con lo cual, conocedor de que el cometido de un buen porcentaje de los melómanos actuales es localizar la edición deluxe más completa posible, los artistas no escatiman en dichas entregas: ya vengo años reseñando álbumes en los que considero de manera natural la edición deluxe como la más distribuida, y evalúo los temas que la conforman con el mismo rigor que el resto. Porque quien más quien menos ya incluye al menos un par de temas adicionales en las mismas. Pero se están dando casos en que los obsequios van más allá: si antes los temas excedentes de una sesión de grabación de un álbum quedaban en los archivos de la compañía durante varios años hasta que con suerte veían la luz (caso por ejemplo de las "Lost sirens" de New Order, que se publicaron en 2013 pese a pertenecer a las sesiones de 2005), o eran presentados meses más tarde por el mismo artista (caso por ejemplo de las "More words and music" de Saint Etienne, diez temas de las sesiones de "Words and music" de 2012 que fueron publicadas como un álbum adicional casi un año después), ahora nos los podemos encontrar a la vez que el álbum original (por ejemplo en el "Smoke+mirrors" de Imagine Dragons que reseñé hace sólo unos días había cuatro temas nuevos y cuatro más ya publicados en otros entornos). Pero la tendencia es tan imparable que en el "Rebel heart" que Madonna acaba de publicar hace unos días, los catorce temas originales de la edición estándar se convierten en nada menos que veinticinco (remezclas aparte) en la edición deluxe más completa que se ha publicado. Lo que prueba que el tirón de las ediciones deluxe está provocando que, casi sin darnos cuenta, estemos volviendo a los "discos dobles" de los que ya nadie se acordaba. Lo que sin duda obligará a separar mejor el grano de la paja al receptor, pero al menos tiempo le permitirá disfrutar de pasajes que de otra forma podrían no haber visto la luz jamás, a menudo más personales y liberados. Así que gracias por existir, ediciones deluxe.
Que internet ha convulsionado los cimientos del panorama musical no lo duda nadie: ahora se adquiere más música a través de la red que en las tiendas físicas, se visualizan más vídeos musicales en youtube que en la MTV, se comparte una cantidad de contenidos infinitamente mayor que cuando usábamos casettes regabables, las emisoras radiadas pierden cada vez más cuota frente a las emisoras online... En todo caso lo que más ha puesto en peligro la red de redes es el milmillonario negocio que rodeaba a la música popular contemporánea. Y una de las armas que la industria había identificado y que ha ganado fuerza en estos años para combatir esa situación, es la de las ediciones deluxe.
Quizá la principal razón para la existencia de dichas ediciones es la necesidad de darle al potencial comprador de un nuevo lanzamiento musical un argumento más que le disuada de obtenerlo por alguno de los innumerables e inagotables mecanismos de compartición de contenidos ya existentes. Asi, adicionalmente a los libretos con los textos, fotografías exclusivas, firmas originales y demás ganchos, la edición deluxe se plantea como el acceso a un material creado o al menos supervisado por el artista en cuestión, pero al que no tendrían acceso quienes obtuvieran de manera más o menos alegal la edición estándar. Aunque a nadie le escapa que, en cuanto esa edición deluxe alcanza una tirada suficiente, aparece alguien que lo obtiene y lo comparte con sus allegados, y así hasta el infinito, con lo que el contenido de las ediciones deluxe deja por lo general de ser exclusivo incluso a las pocas horas de publicarse. Incluso aunque la edición deluxe sólo se haya publicado en un determinado país (hay excepciones entre artistas más o menos minoritarios, que pueden publicar ese contenido adicional en formatos poco frecuentes, y del que sí cuesta obtener los temas extra buscados).
Así que asumiendo que el motivo principal que justificaba la existencia de estas ediciones ha desaparecido, ¿por qué están yendo claramente a más? La respuesta en mi opinión hay que buscarla desde un punto de vista positivo, y ahí lo que sale beneficiado es la creatividad del artista. Porque a nadie le escapa que la capacidad máxima de un CD estándar es de 80 minutos, ni que lo habitual para un álbum de composiciones propias en el año 2015 oscila entre las ocho y las trece o catorce composiciones. Restricciones que pueden no encajar con el momento creativo del creador, o simplemente con el enfoque que desee darle a su obra. Las ediciones deluxe permiten entonces completar su propuesta con diversas aportaciones: remezclas de uno o más de los temas (de calidad habitualmente inferior y por lo general poco emparentadas con los originales), versiones en directo de temas de ese mismo álbum o de otros anteriores (habitualmente demasiado similares al original y no completamente auténticas, pues suelen estar remasterizadas con posterioridad en el estudio), o versiones acústicas/demos de uno o más de los temas del álbum (habitualmente más interesantes para conocer el embrión compositivo de los mismas antes de que los arreglos y la producción los vistieran que por un disfrute comparable al de las versiones definitivas).
Esos son los complementos menos interesantes, pero con suerte también nos podremos encontrar con otros mucho más llamativos: temas del artista en cuestión que hayan visto la luz en diversos entornos desde su anterior álbum y que resulta cómodo tener ahora centralizados (temas para videojuegos, bandas sonoras, fines benéficos...), temas grabados durante las mismas sesiones que el álbum pero que hayan formado o vayan a formar parte de los sencillos publicados a partir del mismo, o en el mejor de los casos temas de esas mismas sesiones que simplemente hayan quedado fuera de la selección definitiva (por alejarse de los parámetros del álbum, por exceso de minutaje, incluso por desentonar con estilo mayoritario del artista). Es en estos casos cuando las ediciones deluxe cobran su máxima expresión, y la razón por la que se han abierto hueco en el convulso panorama musical estos últimos años.
Con lo cual, conocedor de que el cometido de un buen porcentaje de los melómanos actuales es localizar la edición deluxe más completa posible, los artistas no escatiman en dichas entregas: ya vengo años reseñando álbumes en los que considero de manera natural la edición deluxe como la más distribuida, y evalúo los temas que la conforman con el mismo rigor que el resto. Porque quien más quien menos ya incluye al menos un par de temas adicionales en las mismas. Pero se están dando casos en que los obsequios van más allá: si antes los temas excedentes de una sesión de grabación de un álbum quedaban en los archivos de la compañía durante varios años hasta que con suerte veían la luz (caso por ejemplo de las "Lost sirens" de New Order, que se publicaron en 2013 pese a pertenecer a las sesiones de 2005), o eran presentados meses más tarde por el mismo artista (caso por ejemplo de las "More words and music" de Saint Etienne, diez temas de las sesiones de "Words and music" de 2012 que fueron publicadas como un álbum adicional casi un año después), ahora nos los podemos encontrar a la vez que el álbum original (por ejemplo en el "Smoke+mirrors" de Imagine Dragons que reseñé hace sólo unos días había cuatro temas nuevos y cuatro más ya publicados en otros entornos). Pero la tendencia es tan imparable que en el "Rebel heart" que Madonna acaba de publicar hace unos días, los catorce temas originales de la edición estándar se convierten en nada menos que veinticinco (remezclas aparte) en la edición deluxe más completa que se ha publicado. Lo que prueba que el tirón de las ediciones deluxe está provocando que, casi sin darnos cuenta, estemos volviendo a los "discos dobles" de los que ya nadie se acordaba. Lo que sin duda obligará a separar mejor el grano de la paja al receptor, pero al menos tiempo le permitirá disfrutar de pasajes que de otra forma podrían no haber visto la luz jamás, a menudo más personales y liberados. Así que gracias por existir, ediciones deluxe.
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