El segundo álbum del dúo neoyorkino Holy Ghost! lo ha devuelto a la primera plana de la actualidad tras un par de años de silencio. Se trata de un álbum con unas coordenadas muy claras: el synthpop de los años 80. Alex Frankel (voz, teclados, piano) y Nick Millhiser (teclados, guitarras) parecen tener muy claro a qué quieren sonar, y no hacen ningún esfuerzo por sonar actuales: todo el álbum está interpretado con instrumentos de aquella época, y no hay auto-tunes, ni percusiones de última generación, ni nada que los emparente con las últimas tendencias de las radiofórmulas. Una decisión arriesgada, pero que dota al álbum de una coherencia estilística innegable.
El álbum lo presentó "Dumb Disco Ideas" (segundo corte del álbum y el tema más largo del mismo, más de 8 minutos). En mi opinión es uno de los temas que más se aleja del estilo del resto del disco, y encima es uno de sus cortes más flojos, espartano, de lenta evolución, con una progresión armónica apenas esbozada hasta los minutos finales, y sólo un tramo final algo más ameno, a raíz del vocoder y el repetitivo "Put it off, and wait". Afortunadamente no es un buen exponente del álbum (me atrevería a decir que soy hay otro tema igual de flojo, "Dance a little closer", cuarto corte del álbum y también en parámetros similares). Vayamos con lo bueno.
La diversión comienza con "Okay", el tema que abre el álbum y segundo sencillo del disco. Para mí define mucho mejor el contenido del álbum, aparte de ser una de las dos joyas del mismo. Tanto, que se quedó por muy poco fuera de mi lista de las 20 mejores canciones internacionales de 2013. Por supuesto suena al italo disco de mediados de los 80 (incluidos los "oooh, oooh" al final), pero su sonido casi a demo, su acertada base de teclados, un estribillo contagioso, la más que correcta interpretación de Alex y sobre todo un tramo final en el que la parte nueva se mezcla con una preciosa guitarra hacen que el tema crezca y crezca con cada escucha. Tras los ocho minutos ya reseñados, el tercer corte ("Changing of the guard") navega por las mismas aguas que "Okay", y aunque en un escalón inferior, también proporciona una bonita proporción armónica, unas estrofas cautivadoras y un sintetizador trotón que hará las delicias de los nostálgicos.
Una vez superado el escollo de "Dance a little closer", el resto del álbum transita entre lo correcto y lo inspirado. Lo correcto lo conforman "It must be the weather", un medio tiempo bastante largo y anodino hasta que va creciendo en los minutos finales con sus logrados intervalos instrumentales, "For Edgar", un interludio instrumental y "Bridge and tunnel", que recupera las secciones de cuerda y otros detalles del funky disco de los primeros 80. Y lo inspirado, "I wanna be your hand", un medio tiempo cercano, con un brillante estribillo propio de la época y un bonito equilibrio entre el synclavier y la guitarra acústica, "Don´t look down", un tema optimista (y no sólo por la letra), con una melodía cristalina y distintos teclados llenando el espacio, al que sólo le falla que los cambios en la progresión armónica tarden demasiado en llegar (¡más de tres minutos!), e "In the red", que sería la tercera joya del álbum si no fuera porque apenas dura dos minutos: una balada que recuerda el "I'll remember" de Madonna aunque con unos teclados de mucho más talento interpretativo, y que nos deja con ganas de más.
Porque la segunda joya del álbum es el tema que lo cierra. Estratégicamente situado al final del mismo, "Cheap shots" engaña con un comienzo aparentemente robótico, que se prolonga por más de un minuto y medio en lo que parece ser otro interludio instrumental... hasta que Alex de pronto empieza a cantar una melodía oscura, emocionante, deudora (todo hay que decirlo) de los temas más oscuros de New Order, que desemboca en un estribillo fascinante sobre lo que nos pueden hacer nuestros amigos. Y tras él, otra estrofa con nuevos instrumentos, otro segundo estribillo doble con una formidable producción, un precioso solo de guitarra que acaba repitiendo las mismas notas de la parte nueva, y un final tan repentino como el comienzo... En suma, todo un cántico a la esperanza: todavía existen artistas capaces de emocionarnos con ideas que pensábamos ya formaban parte del pasado. Y una excelente manera de terminar el álbum para darnos la (falsa) impresión de que los once temas no han sido igual de maravillosos. No es para tanto, pero sí que hay razones suficientes para considerarlo un álbum recomendable y merecedor de una difusión mucho mayor que la que por desgracia ha tenido.