domingo, 27 de octubre de 2013

Portugal. The Man: Evil Friends (2013)

El de Portugal. The Man es un caso digno de estudio. El quinteto de Alaska comenzó su andadura en 2006 con maneras claramente amateurs en un pequeñísimo sello, y ante la nula repercusión de su primer álbum ("Waiter: "You Vultures!""), optaron por una vía un tanto stajanovista: seguir componiendo y publicando como si fuera el planeta musical y no ellos los que estuvieran equivocados al no reparar en su talento. Así, siguieron a un frenético e inusual ritmo de álbum por año, ganando poco a poco más repercusión, hasta que en 2011 por fin consiguieron cierta notoriedad internacional con su sexto álbum, "In the Mountain in the Cloud", el primero en una discográfica de cierta entidad y con el que yo los conocí. Tras él, les llegó el momento de demostrar que tantos años de creatividad oculta no les había agotado y que estaban listos para demostrar que había llegado su momento; ésa era la expectativa cuando anunciaron a comienzos de año la publicación de "Evil Friends". Afortunadamente, para los que siempre creímos ver en ellos una de las mayores promesas del panorama musical internacional, han sabido no sólo responder a las mismas, sino superarlas con creces. Tanto, que para mí no es que sea ya sin duda el mejor álbum que ha visto la luz este año, sin indudablemente el más brillante en lo que llevamos de década. Aparte de que comercialmente también les ha supuesto un antes y un después (por vez primera se han colado entre los 30 más vendidos en EEUU).

Por supuesto, semejante éxito se basa en unas composiciones plenas de creatividad, como enseguida iré reseñando. Pero es evidente el acierto a la hora de elegir como productor a Danger Mouse: el cerebro detrás de Gnarls Barkley muestra cómo es posible respetar las señas de identidad de un grupo ya de por sí ecléctico, y sacarles el máximo partido con un sonido contemporáneo, colorido, en el que los sintetizadores en particular rayan a gran altura. Aunque puestos a ponerle algún pero, creo que podía haber intentado que sonara un poco más nítido (parece más una grabación analógica), así como haber maximizado el volumen de las partes menos instrumentadas, pues a veces es obligado subir y bajar varias veces en una misma canción para disfrutarla al máximo.

El álbum consta de 12 temas pero dura sólo 48 minutos, lo que refleja que la mayoría de las canciones no están alargadas innecesariamente. Eso ya es por sí algo favorable, pero lo realmente fascinante es que por primera vez en muchos años, no hay ninguno que desmerezca al resto: pueden reproducirse unos cuantos en modo aleatorio, que la escucha siempre será un disfrute. Se abre con "Plastic soldiers", un estupendo reflejo de lo que nos vamos a encontrar, pues en realidad se trata de tres temas claramente independientes (una balada acústica, un tema de pop tenebroso y un himno psicodélico al final) enlazados mediante una interesante letra común en uno solo. Le sigue "Creep in a t-shirt", que aunque bebe de la misma progresión armónica principal que ya usaron entre otros Pet Shop Boys en "In the night" o Fine Young Cannibals en "I'm not satisfied", suena completamente suya, con esa voz en falsete de John Gourley, el carismático lider de la banda, y una energía rockera que se ve complementada por una letra más propia de una canción protesta.

La lección continúa con "Evil friends", tema que da título al álbum y primer sencillo, otra canción que en realidad abarca dos composiciones diferentes aunque con un (excelente) estribillo compartido: el primer tramo lento, construido sobre un melancólico piano, y el segundo un trallazo rockero sobre una estupenda progresión armónica de cuatro acordes. Mejor es, si cabe, "Modern Jesus", cuarto sencillo, un medio tiempo acústico con un sorprendente teclado principal, una formidable letra sobre la que es la auténtica religión del siglo XXI en muchas partes del mundo y un estribillo sinfónico que Coldplay hubieran deseado firmar. Al mismo nivel se sitúa el siguiente corte, "Hip hop kids", puro rock del siglo XXI con una progresión armónica que recuerda por su rabia a los mejores momentos del grunge.

"Atomic man", siguiente tema y tercer sencillo, recuerda a los buenos tiempos de Oasis, cuando su rock aún era más inspirado que retro, con muchos detalles enriquecedores como la voz distorsionada de John y un final que va frenando gradualmente al tiempo que el piano va cobrando protagonismo. "Sea of air" fue durante algunas semanas mi candidato a tema de relleno del disco, aunque acabé rindiéndome a su pop psicodélico y acústico, a su arpegio de guitarra que mezcla tonalidades diferentes, de una manera tan lograda que parece incluso una interpretación del propio John Lennon. "Waves", octavo corte, es una fantástica balada de pop progresivo, melancólica e intimista, que va creciendo hasta culminar en el mejor solo de guitarra del disco, y en la que Danger Mouse da una clase magistral sobre cómo concluir un tema (de hecho, podría haber servido como final del álbum).

Increíblemente, el último tramo del disco sigue al mismo nivel: "Holly roller" es el tema más psicodélicamente sesentero del álbum, un brillante medio tiempo con abundantes adornos tecnológicos estratégicamente ocultos, y toques soul en su tramo final. "Someday believers" es otro tema muy en la línea de Noel Gallagher, con un sección de cuerda sintetizada y un sensacional estribillo que desemboca en un sensacional segundo estribillo cuando John entona aquello de "everyday...". "Purple yellow red & blue", segundo sencillo y penúltimo corte, empieza con una parte coral psicodélica que no anticipa el excelente medio tiempo que resulta ser, con toques jazzy en las estrofas, un ritmo medianamente bailable, y un sensacional tramo final. Y "Smile", el tema que cierra el álbum, es un precioso tema de letra y atmósfera intimistas (silbido incluido), que va haciéndose cada vez más tenebroso gracias a un potente bombo y un colchón de sintetizadores... para aliviarnos en sus dos últimos minutos con un mensaje luminoso, un auténtico himno.

Tan intensa es la experiencia que cuando la escucha termina el primer impulso es volver a escuchar el álbum una y otra vez, tanto por su calidad como por lo elaborado de sus canciones. Así, cada nueva escucha revela detalles nuevos, como el uso extendido en la letra casi todos los temas de los dos conceptos que dan título al álbum ("evil" y "friend"), los múltiples registros de la voz de Gourley, el talento de Kyle O'Quin a los teclados, la habilidad para conseguir un sonido "clásico" a pesar de tantos detalles tecnológicos... En suma, un auténtico regalo para los melómanos más exigentes. Así que tanto si Vd. seguidor habitual de este blog como si ha aterrizado en esta reseña por casualidad, no lo dude y hágase con "Evil friends": seguro que le entusiasmará.

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