El debut de Beady Eye hace casi 2 años y medio fue para muchos la crónica de un fracaso anunciado. Y es que para los que siguieron la trayectoria de la segunda época de Oasis (aquellos 3 álbumes en los que Noel Gallagher compartió las tareas creativas con Liam Gallagher, Andy Bell y Gem Archer) estaba claro que los temas firmados por algunos de los tres miembros de los actuales Beady Eye eran, con alguna honrosa excepción, los momentos más flojos de los mismos. Porque por mucho que a Noel le fascinara la idea de un supergrupo que le aliviera en su cada vez más intermitentes periodos creativos, la diferencia de talento era evidente.
Así que cuando Beady Eye publicaron en 2011 su álbum de debut ("Different Gear, Still Speeding"), hubo poco lugar para la sorpresa: mantenían el sonido retro de los últimos tiempos de Oasis pero poco más: muchos temas anodinos, alga canción un poco más inspirada sin llegar a ser un clásico ("Bring the Light") y una obsesión con Lennon y McCartney que rozaba niveles de plagio en "The roller" (una recreación agradable pero descarada del "Instant Karma" de Lennon). Bueno, eso y la siempre atrayente voz de Liam, que a pesar de los continuos abusos de casi 20 años aún sigue siendo un referente en el panorama internacional.
Aunque nunca lo reconocerían, probablemente Liam y compañía eran conscientes de que otra entrega al mismo nivel de su debut supondría el fin de la atención internacional masiva. Y durante el pasado 2012 se han dedicado a intentar ponerle remedio a esa situación a base de largas sesiones de grabación. El resultado fue publicado hace un par de semanas: un juego de palabras con el nombre de la banda que, en la edición de mayor difusión, consta nada menos que de 17 temas nuevos. Además, a diferencia de su predecesor, la gran mayoría de los temas no están firmados a título individual por ninguno de ellos, sino por los tres miembros. Lo que tal vez refleje que el proceso creativo ha sido más una suma de fuerzas que una recopilación de composiciones independientes, lo que sin duda se traduce en una mayor cohesión compositiva que su predecesor.
Así que aunque el resultado (debo aclararlo) no es un álbum excelente, sí es una mejora apreciable con respecto a su debut, presentando su candidatura a ser una de las sorpresas agradables de este 2013. Como lo refleja el primer corte y tema de presentación del disco: "Flick of the finger" es un tema muy enérgico, con unos acordes intensos, nada menos que dos baterías que se complementan y, sobre todo, una emocionante sección de viento, aportación del inteligente Dave Sitek, que es el encargado de producir con notable acierto el disco. Es cierto que no tiene un estribillo propiamente dicho, que la melodía es unos cuantos fraseos repetidos y que es un tema muy corto, pero la impresión es claramente positiva. Le siguen "Soul love", un tema discreto, y "Face the crowd", que sólo tiene de interesante la letra, pero cuando llegamos al cuarto corte (y primer sencillo adquirible en las tiendas) nos volvemos a llevar una sorpresa positiva: "Second bite of the apple" tiene, además de un título original, una instrumentación conseguida, y un toque soul en el estribillo y en la parte nueva muy bien realzado por una nueva sección de viento.
Los siguientes cortes vuelven al nivel discreto que cabría esperar en un principio, hasta "I'm just saying", séptimo tema y el más en línea con el sonido rockero, rápido y directo (incluso en versión acústica) de los primeros Oasis. Al que le sigue una psicodélica balada de melodía agradable, "Don't Brother Me", que a mi modo de ver se ve injustamente afeada por los 3 incomprensibles minutos instrumentales finales, en los que el mellotron acaba cansando. El siguiente tema digno de mención es "Start anew", undécimo corte y quizá el mejor candidato para convertirse en el siguiente sencillo: otro tema lento, con una estupenda progresión armónica y una melodía agradable realzada por una fantástica interpretación vocal de Liam.
Con el experimental "Dreaming Of Some Space" comienzan las canciones de la edición Deluxe. Que sorprendentemente mantienen el nivel medio de los primeros 11 cortes, e incluso tienen un par de momentos reseñables: el intimista "Back After The Break" que recuerda a los momentos más introspectivos del "Rubber soul" de los Beatles, y el tema que cierra el disco, "Evil Eye", un medio tiempo con un comienzo espacial que recuerda al "Let there be love" de Oasis pero deriva hacia otra melodía destacable coronada con un infeccioso estribillo que realzan unas originales segundas voces pretendidamente infantiles. Sin duda una buena forma de cerrar un disco que no será desde luego el mejor de este 2013, pero que por esfuerzo creativo y número de composiciones de buen nivel, no sólo merece una oportunidad, sino que es un serio aviso para que Noel no baje la guardia: esta vez sus ex-compañeros se han quedado cerca.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
martes, 25 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
Little Boots: Nocturnes (2013)
Como en mi anterior reseña de hace unas semanas, traigo a este blog a una de las artistas que más prometedoras parecían tras su subyugante álbum de debut en 2009: Victoria Hesketh, que es la cantante, instrumentista y compositora que se esconde tras el nombre artístico de Little Boots, demostró en "Hands" que, al margen de los despistados intentos de su discográfica por presentarla como la nueva Kylie Minogue, tenía suficiente talento e intuición musical como para entregar varios momentos de synthpop contemporáneo de muchos quilates. Desafortunadamente, la presión del segundo álbum parece que le pesó en demasía, y dejó pasar su momento tras muchos meses sin publicar nada, y cuando lo hizo fue a través de unos modestos mixtapes que aunque revelaron varias composiciones nuevas ("Shake", "Everynight I say a prayer", "Headphones") pasaron desapercibidos para el gran público.
Así que prácticamente 4 años después de su debut Little Boots regresa con un álbum... de sólo 10 canciones. Dos de las cuales ya habían sido desveladas en los mixtapes a los que aludía antes. ¿Demasiado poco para tanto tiempo en silencio? Probablemente sí, pero lo que cuenta es la calidad global de esos 10 temas. Y en mi humilde opinión el nivel medio es algo inferior al de su debut, y lo que es peor, no hay ningún tema que realmente enganche desde el primer momento. Tras muchas escuchas, creo que lo que más influye en esa impresión es la producción del álbum: mayoritariamente a cargo de Tim Goldsworthy, el cerebro detrás de UNKLE y Hercules & Love Affair, ha optado por reconvertir el pop electrónico que tan bien había armonizado Greg Kurstin en "Hands" en una suerte de deep house espartano, con muy pocas pistas y, sobre todo, una base rítmica y una percusión claramente deficientes. No comparto en absoluto ese desprecio por los ritmos y las frecuencias bajas, pero menos aún en el electro house, donde tan necesario es el enfoque a la pista de baile. De hecho, me parece un recurso muy pobre para buscar una pretendida originalidad, y lo que consigue en realidad es limitar innecesariamente el ámbito de influencia del disco, condenando a Victoria a la música indie, cuando su propuesta podría enganchar al gran público.
Así sucede desde el corte que abre el disco: "Motorway" es una melancólica progresión armónica y una melodía muy bonita, y la voz de Victoria la realza convenientemente. Pero naufraga como tema bailable, por su percusión minimalista y casi inaudible. Más o menos lo que le sucede a "Confusion", unas logradas estrofas sobre unos meritorios acordes, que tras una entrada que abusa de un bajo sincopado desemboca en un estribillo plagado de cacerolas electrónicas y varios minutos de efectos insulsos pero carentes de toda fuerza rítmica. Le sigue "Broken record", el sencillo de presentación del álbum, menos logrado compositivamente que los dos anteriores sin ser un mal tema, pero que vuelve a abusar de una programación blandita y "dam dam darams". El cuarto corte es el ya conocido "Shake", ahora sí con una percusión más contundente pero cuyas melodía, progresión armónica e instrumentaciones son las más flojas hasta ese momento del álbum.
Tras un tema insulso ("Beat beat") viene el mejor tramo del disco. Primero la ya conocida "Everynight I say a prayer" con unas estrofas ciertamente simplonas pero un bonito estribillo realzado por un piano electrónico más propio de los años gloriosos del house. Después viene "Crescendo", el tema más pop del disco y quizá más emparentado con su álbum de debut, con unos acordes y una melodía tan cristalinos que incluso ella sola puede defenderla perfectamente en directo. Y se remata con "Strangers", un tema con estructura y duración de maxi-single, que no está tan desnuda como los primeros cortes del disco y que va creciendo gradualmente, arrastrando al oyente por un viaje propio de una sesión nocturna que está a punto de dar paso al chill-out. Y se remata con "All for you", otra bonita melodía intimista, no del todo bien instrumentada en el disco pero que demuestra su calidad cuando ella la interpreta desnuda en directo.
El álbum se cierra con "Satellite", un tema más en la línea del MDNA de Madonna, lleno de reverberaciones, segundas voces y por qué no reconocerlo, resultón tras varias escuchas. Victoria incluso se permite el lujo de dejar fuera uno de los tres sencillos de sus mixtapes, "Headphones", que para mí era el más logrado de los tres, con ahora sí un bajo slap perceptible, una mejor sección rítmica que cualquiera de las del álbum, una melodía discotequera y una letra original. Y es que este hecho de dejar fuera el mejor sencillo de los tres refleja a la perfección lo que le ha sucedido a Little Boots: ha entregado un disco más que decente, pero menos redondo que su predecesor por su voluntad de encasillarse en un sonido que a mi modo de ver se le queda pequeño. Así que sólo me queda esperar que aprenda de sus errores: siga creando buenas canciones, no tarde tanto en publicarlas, y que las vista de un sonido menos marginal e uniforme, más o menos como hacen Saint Etienne: que suenan originales, indies, pero dentro de unos parámetros disfrutables para otras audiencias menos exquisitas. La creatividad de Victoria se lo merece.
Así que prácticamente 4 años después de su debut Little Boots regresa con un álbum... de sólo 10 canciones. Dos de las cuales ya habían sido desveladas en los mixtapes a los que aludía antes. ¿Demasiado poco para tanto tiempo en silencio? Probablemente sí, pero lo que cuenta es la calidad global de esos 10 temas. Y en mi humilde opinión el nivel medio es algo inferior al de su debut, y lo que es peor, no hay ningún tema que realmente enganche desde el primer momento. Tras muchas escuchas, creo que lo que más influye en esa impresión es la producción del álbum: mayoritariamente a cargo de Tim Goldsworthy, el cerebro detrás de UNKLE y Hercules & Love Affair, ha optado por reconvertir el pop electrónico que tan bien había armonizado Greg Kurstin en "Hands" en una suerte de deep house espartano, con muy pocas pistas y, sobre todo, una base rítmica y una percusión claramente deficientes. No comparto en absoluto ese desprecio por los ritmos y las frecuencias bajas, pero menos aún en el electro house, donde tan necesario es el enfoque a la pista de baile. De hecho, me parece un recurso muy pobre para buscar una pretendida originalidad, y lo que consigue en realidad es limitar innecesariamente el ámbito de influencia del disco, condenando a Victoria a la música indie, cuando su propuesta podría enganchar al gran público.
Así sucede desde el corte que abre el disco: "Motorway" es una melancólica progresión armónica y una melodía muy bonita, y la voz de Victoria la realza convenientemente. Pero naufraga como tema bailable, por su percusión minimalista y casi inaudible. Más o menos lo que le sucede a "Confusion", unas logradas estrofas sobre unos meritorios acordes, que tras una entrada que abusa de un bajo sincopado desemboca en un estribillo plagado de cacerolas electrónicas y varios minutos de efectos insulsos pero carentes de toda fuerza rítmica. Le sigue "Broken record", el sencillo de presentación del álbum, menos logrado compositivamente que los dos anteriores sin ser un mal tema, pero que vuelve a abusar de una programación blandita y "dam dam darams". El cuarto corte es el ya conocido "Shake", ahora sí con una percusión más contundente pero cuyas melodía, progresión armónica e instrumentaciones son las más flojas hasta ese momento del álbum.
Tras un tema insulso ("Beat beat") viene el mejor tramo del disco. Primero la ya conocida "Everynight I say a prayer" con unas estrofas ciertamente simplonas pero un bonito estribillo realzado por un piano electrónico más propio de los años gloriosos del house. Después viene "Crescendo", el tema más pop del disco y quizá más emparentado con su álbum de debut, con unos acordes y una melodía tan cristalinos que incluso ella sola puede defenderla perfectamente en directo. Y se remata con "Strangers", un tema con estructura y duración de maxi-single, que no está tan desnuda como los primeros cortes del disco y que va creciendo gradualmente, arrastrando al oyente por un viaje propio de una sesión nocturna que está a punto de dar paso al chill-out. Y se remata con "All for you", otra bonita melodía intimista, no del todo bien instrumentada en el disco pero que demuestra su calidad cuando ella la interpreta desnuda en directo.
El álbum se cierra con "Satellite", un tema más en la línea del MDNA de Madonna, lleno de reverberaciones, segundas voces y por qué no reconocerlo, resultón tras varias escuchas. Victoria incluso se permite el lujo de dejar fuera uno de los tres sencillos de sus mixtapes, "Headphones", que para mí era el más logrado de los tres, con ahora sí un bajo slap perceptible, una mejor sección rítmica que cualquiera de las del álbum, una melodía discotequera y una letra original. Y es que este hecho de dejar fuera el mejor sencillo de los tres refleja a la perfección lo que le ha sucedido a Little Boots: ha entregado un disco más que decente, pero menos redondo que su predecesor por su voluntad de encasillarse en un sonido que a mi modo de ver se le queda pequeño. Así que sólo me queda esperar que aprenda de sus errores: siga creando buenas canciones, no tarde tanto en publicarlas, y que las vista de un sonido menos marginal e uniforme, más o menos como hacen Saint Etienne: que suenan originales, indies, pero dentro de unos parámetros disfrutables para otras audiencias menos exquisitas. La creatividad de Victoria se lo merece.
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