El que hoy les traigo es el primer álbum que reseño por aquí del dúo londinense IDER. Aunque debo adelantarles que no se trata de unas desconocidas ni para mí ni para este humilde blog. Y es que el debut de Megan Markwick y Lily Somerville en formato álbum ("Emotional Education", allá por 2019), aun cuando a mí me pasó desapercibido, les granjeó el interés de la crítica y unas altas expectativas en el panorama alternativo gracias a notables canciones como "Mirror" o "Brown Sugar". Unas expectativas que, por desgracia, no fueron corroboradas en su segunda entrega, "Shame" (2021), tal vez por la premura a la hora de ser concebido y publicado: sólo contenía ocho cortes, y aunque había un par de canciones fantásticas, como la infecciosa "CBB to B Sad", que formó parte de mi lista de mejores canciones de 2021, la mayoría de sus temas eran poco más que relleno. Tan pobre fue su repercusión que incluso llegué a dudar de la continuidad del dúo. Pero tal vez este bajón fue el acicate que ha motivado el salto de calidad alcanzado por este "Late to the World". Un disco que, de manera reveladora, ha tardado el doble de tiempo que su predecesor en ser concebido, y en el que parece que los cuatro años se han invertido no tanto en revisar la personalidad musical del dúo como en asegurarse de que poseían el número suficiente de buenas canciones. Algo que, sin duda, han conseguido.
Porque de las doce composiciones que lo conforman, una decena mira de tú a tú a los mejores momentos de sus dos entregas anteriores. Y eso es mucho decir. Gracias a esos mimbres creativos tan poderosos, el resto es dejar hacer a Somerville y Markwick para que desplieguen sus sencillas programaciones, sus teclados originales e infecciosos, sus mordaces guitarras y, sobre todo, esos fantásticos juegos vocales en los que sus melodías se entrecruzan y se complementan sin necesidad de exhibirse, llevando sus interpretaciones a una dimensión que pocas bandas con dos vocalistas son capaces de alcanzar. Todo ello, por supuesto, sin dejar de lado esas letras que parecen casi extraídas de sus diarios personales, y que tocan temas universales como el desamor, la soledad o la ilusión pero desde el feminismo bien entendido de la segunda década del siglo XXI. Y con un evidente afán de primar el conjunto sobre uno o dos temas estrella; que rectificar es de sabias.
Con buen criterio, el álbum lo abre "Late to the World", el tema que le da título. Porque ya desde el principio nos adentra en las que serán las señas de identidad de estos doce cortes: arreglos electrónicos nada estridentes sobre los que desarrollar unas inspiradas melodías a dos voces que vehiculan unas letras cínicas, infecciosas y siempre inteligentes. En este caso, además, le añaden la sorpresa de las guitarras distorsionadas al final del segundo estribillo, y una batería contundente, de ritmo sincopado, al comienzo de la segunda estrofa, y más convencional conforme va avanzando. El saludable contraste entre los coros angelicales de su tramo final, los estruendosos platillos de la batería y los pedales superpuestos de la guitarra pone la guinda a un temazo de pop-rock de gran personalidad que fue escogido hace unos meses como cuarto sencillo. Le sigue "Attachment Theory", el sexto sencillo, más melódico y que deja entrever la sensibilidad a dos voces femeninas de sus admiradas Fleetwood Mac. Al igual que la anterior, tanto estrofas como estribillos llaman la atención por largos y elaborados. Y el tempo alto no es óbice para que lo enriquezcan con su conocida pátina de sensibilidad melancólica, reforzada por unos teclados de sonoridad industrial que ponen el acertado contrapunto. "Unlearn", tercer corte y segundo sencillo, tal vez sea el momento más prescindible del disco. Se entiende lo que pretenden con él, un tema de rítmica hip-hop e interpretación vocal más agresiva que melódica. En ese sentido el tema funciona, pues resulta francamente reconocible, y su letra descarnada ("You call it love, I call it trauma bonding...") encaja perfectamente con la música, pero solamente el puente posee la musicalidad que las caracteriza, por lo que al final resulta un islote a contracorriente en un álbum que por lo demás discurre con una fluidez incontestable. Afortunadamente, el siguiente corte, "Girl", que por cierto fue elegido como el primer sencillo para anticipar el disco hace ya un año, con su tempo alto, su bombo en primer plano y esos teclados gélidos sobre los que Somerville declama primero y canta después suponen un saludable ejercicio de llevar la música de baile a su terreno, como si de unas Underworld femeninas se tratara. La sorpresa del cambio de tonalidad conforme comienzan las repeticiones finales del estribillo es una nueva evidencia de que esta vez sí que han dedicado el tiempo necesario a rematar sus composiciones, y el resultado lo agradece.
Con "Know How It Hurts", seleccionada como quinto sencillo a finales del año pasado, el dúo entrega el que seguramente sea uno de los mejores momentos de su carrera: un tema de pop rápido y con la sensibilidad a flor de piel, que entra poco a poco con su melodía de notas bajas, casi susurradas, pero que va creciendo hasta llegar a un luminoso estribillo de letra paradójicamente desabrida ("You don't have to hide it, I know how it hurts") que remata un fantástico tramo instrumental en el que el arpegio de guitarra de Somerville es tan brillante que cuesta creer que no se trate de una versión de, por ejemplo, New Order. Si a eso le añadimos una estupenda parte nueva en otra tonalidad a la que, sin embargo, la continuidad en el loop de sintetizador le permite enlazar con el resto del tema, se entenderá mejor la bondad de lo producido. Aunque aún falta un nuevo cambio de progresión armónica cuando entra un sintetizador más justo antes del cierre. Otro hecho que evidencia las ganas del dúo por reflotar su carrera con temas ágiles y sonoridad contundente es que no es hasta el sexto corte que aparece la primera balada del disco: "Hard Enough to Let You Go". Una balada que, por otra parte, raya a gran altura, porque mantienen su sensibilidad con una melodía de tonos bajos y una sonoridad envolvente hasta que aparecen, primero, la batería programada de sonoridad hip-hop, y luego, las segundas voces que facilitan la transición de lo que resulta ser solamente el primer estribillo a un segundo estribillo que pone los pelos de punta con su dolorosa sinceridad. Otra gran parte nueva y los teclados reverberados mezclados con el volumen justo para que no adquieran demasiado protagonismo rematan el resultado, en un ejercicio que ilustra cómo puede crearse una gran balada en el año 2025. "Zero", el séptimo corte, vuelve a apostar por los teclados arrítimicos y con un punto chirriante de "Unlearn", pero el conjunto es un poco más melódico. No tanto en unas estrofas originales aunque un tanto difíciles de digerir, sino en un estribillo que sí es propio de las mejores IDER. Un teclado que intenta aportar un punto melódico a su segunda estrofa y más juegos de voces (ese machacón "Where we go we only go nowhere" repetido hasta el final) son lo más destacado de un pasaje que no desentona pero que tampoco destaca. Algo que sí aplica al que ahora mismo es mi tema favorito del disco: "You Don't Know How to Drive", en su momento escogido como tercer sencillo, es una absoluta maravilla de pop intemporal que arranca irresistible con un duelo perfecto entre la guitarra eléctrica y el sintetizador principal, uno por cada canal, y que en seguida da paso a una letra de temática road movie pero reconvertida en una acerada crítica a una relación sentimental tormentosa. Ya en el puente el juego de voces raya a gran nivel, pero es en un maravilloso estribillo, todo un ejercicio de condensación de melodía y notas en tan sólo dieciséis compases, donde se aprecia mejor la calidad de la canción. Sin olvidarnos de una de las letras más contradictorias y a la vez descarnadas de los últimos años ("I wanna fuck you up in the middle of a bar, Wanna lose my cool tell everyone who you are, Drag your name and take it too far, yeah slag you off all over town"). La repetición final del estribillo con la guitarra acústica llevando los acordes en primer plano es el acierto final de un tema espléndido.
Llegados a este punto podría parecer que lo mejor del disco ya ha quedado atrás, pues ya hemos escuchado prácticamente todos sus sencillos, pero en los últimos cortes aún hay momentos de gran nivel. Como "Quiet Violence", la segunda balada del disco. Proporcionalmente más convencional que "Hard Enough to Let You Go", aunque por supuesto seguimos encontrando teclados juguetones, programaciones de batería seguidas y eficaces, el juego de dos voces en el estribillo y ese concepto extraño pero frecuente en muchas parejas de la "violencia tranquila" que tan bien presentan. La batería real que entra en la segunda estrofa complementa con contundencia la emotividad ya presente, y la casi imperceptible guitarra que entra en el segundo estribillo, un mayor poder evocador. Como logro final, la parte nueva cambia casi de manera imperceptible los acordes de la progresión armónica en una nueva demostración de creatividad desbordante. "Good Fight", como ya anticipa su sugestivo título, es el tema más desenfadado del disco: un medio tiempo de ritmo sincopado que, con otra letra mordaz, revela los entresijos de una pareja que parece disfrutar discutiendo. Agradable y bien enlazada con el resto de temas del disco, no me parece de sus pasajes más brillantes. Algo que no se puede decir de "Killing The Game", nada menos que el séptimo sencillo extraído hace tan sólo unas cuantas semanas. Quizá lo más brillante es la manera en la que consiguen conjugar un tempo tan alto con una melodía que es más propia de un tema lento. Aunque una vez que la batería programada de la primera estrofa es complementada en el estribillo por otra batería real, el tema se decanta por el impacto antes que por la delicadeza. De nuevo las excelentes segundas voces de los estribillos y el teclado que adorna el tramo instrumental que precede a otra excelente parte nueva con cambio de tonalidad consiguen que la canción crezca hasta el final. Y el cierre lo pone la tercera balada del disco, "Encore", la de corte más clásico de las tres, y la de letra más desgarradora, una confesión que pone la piel de gallina. Y que habla de una suerte de bis final para seguir dando continuidad a una relación ya longeva, recurriendo para ello a otra atmósfera envolvente y a otro certero ejercicio a la hora de armonizar y complementar las distintas partes que la conforman. Hasta llegar a esa confesión final que martillea nuestro cerebro: "I keep on choosing, I choose you". Ni que decir tiene que me parece una forma muy acertada de cerrar un despligue tan personal, humano y brillante.
Porque los (ahora sí) cuarenta y un minutos que dura este tercer largo dejan claro que el dúo británico ha sabido revertir una tendencia creativa claramente descendente y la han llevado hasta cotas de excelencia que, desde mi punto de vista, no ha alcanzado ningún otro disco que se ha publicado en lo que llevamos de año. Es cierto que su repercusión ha seguido siendo muy minoritaria. Y entiendo que su coqueteo con el lesbianismo (no confirmado por ninguna de ellas), su aspecto descuidado, y una propuesta completamente al margen del pop premasticado que predomina en estos tiempos no ayudan a que su propuesta despegue. Pero si juzgamos el número de sus visualizaciones en Youtube, quiero pensar que para lo que ellas parecen esperar en respuesta a su propuesta deberían ser suficientes para que no tiren la toalla. Y es que sería una pena que un disco del que han podido extraer nada menos que siete sencillos (y aún podrían rascar otros dos o tres) y que encierra unas letras fantásticas y unos juegos de voces excepcionales e infrecuentes en estos tiempos de pistas grabadas una y otra vez por casi cualquier cantante desaparecieran del panorama musical. Así que espero que esta apasionada reseña contribuya a sacarlas del anonimato para por los menos unos cuantos melómanos en español. Y contribuyamos así a que su propuesta continúe. Se lo merecen.