A comienzos de año el cuarteto de Liverpool, ya conocido por estos lares gracias a la reseña que en su momento realicé de "Never Going Under" (2023) retornó con el que es ya su sexto álbum de estudio: "Death And Love Pt. 1". Que como su título indica es la primera parte de un notable esfuerzo compositivo que les ha permitido reunir canciones suficientes para publicar dos álbumes, el segundo de los cuales (la Parte 2) está previsto para dentro de unos meses. Algo que pone de manifiesto lo seguros que se sienten de todo el material creado en los últimos dos años. Este desdoblamiento tiene como contrapartida que, si habitualmente sus discos solían ser cortos, éste lo es especialmente: apenas nueve canciones, que despachan en menos de media hora. Así que cuando me hice con él me planteé: si dan con la tecla, será un disco notable, porque no pueden permitirse temas de relleno; si no, se quedará casi en un EP.
Afortunadamente el balance es positivo y el disco se sostiene de principio a fin. Como casi siempre sucede, la clave es que parten de buenas composiciones, a lo que añaden que, tras más de una década en activo, su madurez estilística es innegable. Tanto que la producción y los arreglos son muy parecidos a los de su anterior entrega, lo que parece una búsqueda consciente dado el buen resultado que lograron. Si bien esta circunstancia le resta un punto de sorpresa a esta media hora de música en la que sigue siendo fácil reconocer las influencias de The Strokes, y The Arctic Monkeys entre otras bandas independientes del presente siglo.
El disco lo abre "American Dream", también su segundo sencillo. Un buen anticipo de lo que encierra el álbum, y al mismo tiempo la evidencia de que continúan en ese buen momento creativo al que me refería antes. Una melodía cristalina, guitarras distorsionadas que ponen el contrapunto en el estribillo, coros tarareables, una melodía que cambia significativamente en la segunda estrofa, y una historia sobre la visita de su cantante Kieran Shudall a Nueva York, con sus lugares y sus sensaciones. El único pero es su duración es excesivamente corta; la composición podía haber dado más de sí. "Like You Did Before", tercer sencillo, es incluso un tema más vertiginoso e infeccioso, pero esos toques de surf-rock que lo adornan de manera sutil le restan un punto de profundidad, por lo que se queda en un momento correcto pero no brillante en mi opinión. "We Made It", el primer sencillo en anticipar el disco, es también su tema estrella. Una buena elección indudablemente, pues aunque siguen apostando por un tempo elevado, cambian California por Irlanda como lugar de inspiración, y le confieren de esta manera un punto mesiánico propio de algunas de las bandas irlandesas más míticas; algo que le sienta fenomenal a una excelente composición. De la que quizá lo más destacable sean los intervalos instrumentales, presididos por una acerada guitarra tanto en los pasajes dedicados a arpegios como en su solo cerca del final. En todo caso las estrofas rayan a buen nivel, la trabajada parte nueva entronca perfectamente con ellas, y el disfrutable estribillo incluso juega a cambiar la progresión armónica en un momento dado, un detalle loable. El cuarto corte, "Le Bateau", insiste con el tempo alto y los rasgueos infecciosos, y lo redondea con otras estrofas que alteran apreciablemente entre ellas, un meritorio puente y un estribillo que a lo mejor peca de meloso en su melodía y su letra ("It's true, I only wanna be with you"), pero que en todo caso sirve de base para el rapidísimo arpegio con el que adornan su tramo final, y que mejora la impresión general.
"Hold It Steady" por fin baja las revoluciones y nos propone un medio tiempo de notas sorprendentemente bajas en las estrofas, aunque casi llama tanto la atención el volumen y la reverberación de la caja de la batería, muy poco habitual en su indie-rock. La melodía de las mismas es agradable y el estribillo en notas altas las corona con naturalidad, aunque resulte un punto previsible. De todas formas, la parte instrumental con sus mismos acordes y protagonismo para el teclado lo compensa. El extraño comienzo, casi sintético, de "Let's Leave Together", su cuarto sencillo, da paso a un teclado que es casi un silbido y que adornará también los estribillos. Las estrofas nos retrotraen a lo menos tecnificado del pop británico de los ochenta, pero son los estribillos los que me parecen más meritorios. "Blue Damselfly" es, ahora sí, la balada del álbum: como todas las canciones es un tema de sonoridad nítida, elaborada composición y correcta interpretación, si bien le perjudica un estribillo un tanto blando y el hecho de que, paradójicamente, es el único corte que supera los cuatro minutos, de los que podían haberse ahorrado alguno. El octavo corte, "Everything Changed", es mi tema preferido de aquellos que no han visto la luz en formato sencillo: comienza acústica y delicada sobre sendas guitarras, pero cuando entra su estribillo ya sacan su artillería de caja contundente y guitarras distorsionadas, y recuperan así una energía muy conveniente tras el pequeño bache del tema anterior. Y el cambio de progresión armónica en su intervalo instrumental le sienta de maravilla. El cierre lo pone otro tema vertiginoso desde su mismo comienzo: "Bad Guys Always Win" no es un pasaje excesivamente original, pero el cuarteto tira de oficio para crear e instrumentar una composición cuyo mayor mérito es la sorpresa que encierra su minuto final: sin previo aviso pegan un frenazo y cambian The Strokes por un medio tiempo casi pastoral, en el que la voz de Shudall y el teclado principal conviven en magnífica armonía. Y punto y final.
Dado su desarrollo sin tregua, serán necesarias unas cuantas escuchas para convencerse de que el álbum adolece de una colección de sencillos de tanto impacto como la de su disco anterior. Y eso probablemente explique el bajón comercial que ha experimentado en su país, donde ha quedado muy lejos del Top 15 que habían alcanzado todos sus discos anteriores. Visto lo visto, a lo mejor habría sido más inteligente seleccionar lo mejor de ambos "Death And Love" y confeccionar un disco un poco más largo y con todos los momentos estrella concentrados. Pero creo que las ventas no han sido ni son la principal preocupación del cuarteto, que ha preferido en este 2025 exhibir músculo como creador de canciones de pop-rock intemporales aunque desborden la extensión de un único álbum. Y ese pop-rock de calidad es algo que indudablemente han vuelto a conseguir. Así que perdonémosles los defectos de esta entrega, y quedémonos con su solvencia. Porque obivamente Circa Waves no cambiarán el panorama musical internacional, pero son un valor seguro.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 18 de mayo de 2025
jueves, 1 de mayo de 2025
Geowulf - "The Child" (2025)
El primer álbum publicado en 2025 que reseño en este humilde blog es "The Child", el tercero de la banda australiana Geowulf. Se trata de una vieja conocida por estos lares, puesto que ya reseñé en su momento sus dos primeros discos: "Great Big Blue" (2018) y "My Resignation" (2019). Aunque en realidad no debería hablar ya de banda, porque desde 2022 el hasta entonces dúo quedó reducido al proyecto en solitario de Star Kendrick, tras el abandono de su compañero Toma Banjanin. Esta circunstancia sin duda explica el retraso en que este tercer disco viera la luz, si bien tengo que indicar que entre medias la cantante ya mostró sus intenciones de dar continuidad a Geowulf con "Woman", su EP de 2023.
Para poder superar la marcha del otro cincuenta por ciento es clave que quien sigue adelante disponga de una buena colección de composiciones. Y luego acertar a la hora de instrumentarlas y producirlas. En el presente caso la cantante ha acertado de pleno al contar con el también australiano Geoffrey Roberts, tanto en la composición (la mayoría de las doce canciones las firman a medias) como en la producción. Hasta el extremo de que el disco no solamente enlaza musicalmente con sus predecesores, sino que probablemente sea el más brillante de los tres. Y es que en esta nueva entrega apenas aparece el que es el mayor riesgo de una propuesta como suya: la blandura de determinadas canciones, que puede hasta desembocar en cursilería. Afortunadamente lo que vertebra el disco son las composiciones, y como prácticamente todas poseen un nivel irreprochable, el resto es cuestión de conferirles la personalidad necesaria. Algo en lo que Kendrick y Roberts se han mostrado particularmente acertados. Y que no es nada fácil, pues cuando se huye de las posibilidades que ofrece la tecnología y se recurre al esquema básico de batería, guitarras eléctrica y acústica, bajo, teclados y voz, es fácil que unos temas terminen sonando muy similares a otros. Por fortuna, no es el caso de "The Child".
El disco lo abre "Dreaming", también su quinto sencillo: un tema de dream-pop acústico (al comienzo sólo con la voz y la guitarra de Kendrick, más adelante irán entrando algún teclado, una ligera percusión y hasta un bajo), agradable y melancólico, pero de duración corta y factura tal vez demasiado convencional, que no termina de reflejar todo lo bueno que encierra el disco. Algo que sí se empieza a intuir a partir del segundo corte, "Memory Serves Like Lightning", de más empaque, con una bonitas estrofas presididas por la cristalina voz de Kendrick, y un estribillo largo y elaborado punteado por un precioso teclado, y rematado por una extensa parte nueva. Elegida como cuarto sencillo, es una clara evidencia de que la australiana no tiene intención alguna de que éste sea el canto de cisne de su proyecto. Aunque para mí el primer temazo del disco es "Can't Read Your Mind". Recientemente publicada como ¡séptimo! sencillo, la luminosidad de su pop intemporal, la brillantez de sus estrofas, lo pegadizo de su estribillo, y detalles relativamente contemporáneos en la producción de Roberts como la percusión sincopada que la sostiene, o el synclavier que complementa la steel guitar y el mellotron, la convierten en un tema irreprochable para cualquiera al que cuatro minutos de pop le puedan poner todavía la carne de gallina. Incluso a pesar de que la progresión armónica es la misma todo el tiempo, o de los manidos "da da da" de su supuesta parte nueva. Pero si llegados a este momento pensamos que la australiana ya ha puesto lo mejor de su nuevo repertorio sobre la mesa, nos equivocaremos por completo. Porque el siguiente tema, "Stay Baby", también sexto sencillo, nos transporta de la alegría a la melancolía a través de otras excelentes estrofas. Y en un ejercicio muy poco habitual en estos tiempos, baja el tempo en el estribillo para adecuarlo a la plegaria de Kendrick a su amante (quién sabe si en realidad esto irá dirigido a su ex-compañero Banjanin). El excelente tramo instrumental final, con ese etéreo teclado presidiendo el conjunto, demuestra que la cantante no está obsesionada en ser la protagonista, y sabe dejar espacio para que los demás instrumentos puedan dar todo de sí.
El despliegue de grandes momentos no se detiene, pues el quinto corte resulta ser nada menos que "Dolly", el momentazo que adelantó el disco hace ya cerca de un año. De nuevo sobre la base de otra excelente progresión armónica, y apoyada en una instrumentación de factura clásica, la atención la acapara una melodía rica y variada en sus estrofas, pero que aún se luce más en su fantástico estribllo. El preciso teclado de los tramos instrumentales, los doloridos fraseos de Kendrick antes de la repetición final del estribillo, la forma como Roberts dobla las guitarras acústicas por cada canal... Todos son detalles de buen gusto. Hasta que llegamos a "Angry" no nos topamos con la primera canción del disco que no ha visto (por ahora) la luz como tema independiente. Sin embargo, vuelve a tratarse de un tema de gran nivel. Más oscura que sus compañeras, arranca directamente con la voz de Kendrick sobre una guitarra acústica y el bajo desgranando las notas de otra melodía compleja, que empieza a subir de una manera tan natural que apenas nos daremos cuenta. Roberts va sabiamente añadiendo instrumentos al conjunto, como una percusión sin estridencias al comienzo de la segunda estrofa, o los sencillos rasgueos de una guitarra un poco más adelante. Quizá el único pero sea que la misma progresión armónica durante más de cuatro minutos, por bonita que sea la melodía y por bien llevada que esté la instrumentación, puede volverse un poco monótona al final. El comienzo de "Beer To Bed (Time To Kill)" puede parecer un poco más flojo por esa sensación de estar matando el tiempo que evocan su original letra y sus estrofas. Pero una vez más la australiana demuestra el gran momento compositivo por el que han atravesado Roberts y ella, y nos fascina con otro estribillo irresistible. Una parte nueva en notas muy altas, y nada fácil de armonizar con el resto de la canción, mejora la impresión del tema a pesar de esa languidez de sus estrofas. Pero es que el siguiente momento, "Unsay It All", vuelve a ser notable hasta en el título. Pese a que arranca con un teclado con novedades como voces post-procesadas y la batería más contundente del disco, entronca con total naturalidad en la propuesta musical de "The Child", y nos vuelve a cautivar con otra gran composición. La sencillez con la que la guitarra eléctrica complementa las voces de Kendrick, y el puntilloso teclado en el estribillo, vuelven a mostrar que a menudo no son necesarios grandes alardes para emocionar. Y un último acierto es dejar que la parte nueva sea instrumental, presidida por un punteo de su guitarra eléctrica principal.
Así, sin darnos un respiro, el disco alcanza su último tercio. Para el cual aún ha reservado un par de balas en la recámara. La primera de ellas es "Something Good", la primera balada del disco, y en su momento, también su segundo sencillo. Un piano relativamente simple, una excelente progresión armónica, la dulzura de Kendrick desgranando una melodía de notas complejas, todo contribuye al resultado... Muy poco a poco van entrando otros instrumentos, como el bajo en la segunda estrofa, o los sencillos coros que repiten la sugestiva frase de su estribillo en el tramo final; lo justo para que la magia no decaiga. Y la segunda bala es "Nightmare", tercer sencillo y ahora mismo mi pasaje favorito del álbum (aunque en su momento he tenido otros). De nuevo un medio tiempo de ambientación clásica, bonita melodía y excelente interpretación vocal, lo que realmente me cautiva es la forma como ya a la mitad de la estrofa los giros que va realizando la melodía van anticipando su sensacional estribillo. Tanto, que parece que éste se resiste a llegar. Pero cuando lo hace, nos derrite con su vulnerabilidad ("I keep waking Up... and you're gone, I keep waking up... I don't know how to sleep alone"). Eso sí, podrían haberse recreado más en su tramo final; a cambio, Kendrick y Roberts consiguen que den ganas de escucharla de nuevo en cuanto termina. "Hungry For My Heart" es el primer momento en el que casi podemos afirmar que bajan un poco el listón. Otra balada, esta vez con un comienzo en el que tan sólo escuchamos la voz de Kendrick sobre un teclado sintético que lleva los acordes, cuando al final del primer estribillo entren los redobles de la batería tendremos dudas de si realmente se trata de un tema menor. Porque quizá sea el tema en el que más brillante es la producción: más idelante Roberts irá parando el ritmo, introduciendo unos originales coros al final, arropando los compases finales con la mayor profusión de teclados de todo el álbum... Total, que cuando nos encontramos con "The Child", la canción que da título al disco además de cerrarlo, de golpe caeremos en la cuenta de que ya lo hemos recorrido en su totalidad. Y que del posible bajón por la marcha de Banjanin no ha habido ni rastro. Aunque sí que me parece que no es el mejor momento del disco para darle título, ni para ponerle colofón: otro tema de pop melancólico, esta vez con una batería programada como principal novedad, es el primero en el que podemos tener la impresión de que se repiten algunos trucos ya escuchados. Y aunque resulta agradable, ni las estrofas ni el estribillo lucen como los de la mayoría de sus compañeras.
En todo caso, este ligero desliz en el cierre no debe afectar a la muy favorable impresión global que deja el álbum. Es cierto que para estar en 2025 su sonido puede pecar de excesivamente clásico. Y que si tampoco la imagen de Kendrick intenta potenciar su vertiente explícita, su feminidad, su agresividad, pues es normal que una propuesta así pase desapercibida para el gran público. Pero el mero hecho de haber podido publicar siete sencillos de sus doce composiciones es ya una evidencia del nivel medio de sus canciones. Y es que hay varios momentos que nada tienen que envidiar a "Don't Talk About You", la maravilla que hasta ahora era su tema de cabecera. Y encima Kendrick lo logra manteniéndose fiel a su particular universo musical. Así que para todos los que valoramos las canciones por encima de cualquier otra consideración en el mundillo pop, la publicación de un disco así es una gran noticia. Eso sí, desconozco las expectativas que tendría puestas Kendrick en él. Espero que no fueran demasiado altas, y que por lo tanto, el limitado reconocimiento que ha alcanzado sea lo suficientemente motivador para plantearse una continuación dentro de unos años. Porque el plano panorama musical actual necesita buenas dosis de emociones como las que ella es capaz de generar.
Para poder superar la marcha del otro cincuenta por ciento es clave que quien sigue adelante disponga de una buena colección de composiciones. Y luego acertar a la hora de instrumentarlas y producirlas. En el presente caso la cantante ha acertado de pleno al contar con el también australiano Geoffrey Roberts, tanto en la composición (la mayoría de las doce canciones las firman a medias) como en la producción. Hasta el extremo de que el disco no solamente enlaza musicalmente con sus predecesores, sino que probablemente sea el más brillante de los tres. Y es que en esta nueva entrega apenas aparece el que es el mayor riesgo de una propuesta como suya: la blandura de determinadas canciones, que puede hasta desembocar en cursilería. Afortunadamente lo que vertebra el disco son las composiciones, y como prácticamente todas poseen un nivel irreprochable, el resto es cuestión de conferirles la personalidad necesaria. Algo en lo que Kendrick y Roberts se han mostrado particularmente acertados. Y que no es nada fácil, pues cuando se huye de las posibilidades que ofrece la tecnología y se recurre al esquema básico de batería, guitarras eléctrica y acústica, bajo, teclados y voz, es fácil que unos temas terminen sonando muy similares a otros. Por fortuna, no es el caso de "The Child".
El disco lo abre "Dreaming", también su quinto sencillo: un tema de dream-pop acústico (al comienzo sólo con la voz y la guitarra de Kendrick, más adelante irán entrando algún teclado, una ligera percusión y hasta un bajo), agradable y melancólico, pero de duración corta y factura tal vez demasiado convencional, que no termina de reflejar todo lo bueno que encierra el disco. Algo que sí se empieza a intuir a partir del segundo corte, "Memory Serves Like Lightning", de más empaque, con una bonitas estrofas presididas por la cristalina voz de Kendrick, y un estribillo largo y elaborado punteado por un precioso teclado, y rematado por una extensa parte nueva. Elegida como cuarto sencillo, es una clara evidencia de que la australiana no tiene intención alguna de que éste sea el canto de cisne de su proyecto. Aunque para mí el primer temazo del disco es "Can't Read Your Mind". Recientemente publicada como ¡séptimo! sencillo, la luminosidad de su pop intemporal, la brillantez de sus estrofas, lo pegadizo de su estribillo, y detalles relativamente contemporáneos en la producción de Roberts como la percusión sincopada que la sostiene, o el synclavier que complementa la steel guitar y el mellotron, la convierten en un tema irreprochable para cualquiera al que cuatro minutos de pop le puedan poner todavía la carne de gallina. Incluso a pesar de que la progresión armónica es la misma todo el tiempo, o de los manidos "da da da" de su supuesta parte nueva. Pero si llegados a este momento pensamos que la australiana ya ha puesto lo mejor de su nuevo repertorio sobre la mesa, nos equivocaremos por completo. Porque el siguiente tema, "Stay Baby", también sexto sencillo, nos transporta de la alegría a la melancolía a través de otras excelentes estrofas. Y en un ejercicio muy poco habitual en estos tiempos, baja el tempo en el estribillo para adecuarlo a la plegaria de Kendrick a su amante (quién sabe si en realidad esto irá dirigido a su ex-compañero Banjanin). El excelente tramo instrumental final, con ese etéreo teclado presidiendo el conjunto, demuestra que la cantante no está obsesionada en ser la protagonista, y sabe dejar espacio para que los demás instrumentos puedan dar todo de sí.
El despliegue de grandes momentos no se detiene, pues el quinto corte resulta ser nada menos que "Dolly", el momentazo que adelantó el disco hace ya cerca de un año. De nuevo sobre la base de otra excelente progresión armónica, y apoyada en una instrumentación de factura clásica, la atención la acapara una melodía rica y variada en sus estrofas, pero que aún se luce más en su fantástico estribllo. El preciso teclado de los tramos instrumentales, los doloridos fraseos de Kendrick antes de la repetición final del estribillo, la forma como Roberts dobla las guitarras acústicas por cada canal... Todos son detalles de buen gusto. Hasta que llegamos a "Angry" no nos topamos con la primera canción del disco que no ha visto (por ahora) la luz como tema independiente. Sin embargo, vuelve a tratarse de un tema de gran nivel. Más oscura que sus compañeras, arranca directamente con la voz de Kendrick sobre una guitarra acústica y el bajo desgranando las notas de otra melodía compleja, que empieza a subir de una manera tan natural que apenas nos daremos cuenta. Roberts va sabiamente añadiendo instrumentos al conjunto, como una percusión sin estridencias al comienzo de la segunda estrofa, o los sencillos rasgueos de una guitarra un poco más adelante. Quizá el único pero sea que la misma progresión armónica durante más de cuatro minutos, por bonita que sea la melodía y por bien llevada que esté la instrumentación, puede volverse un poco monótona al final. El comienzo de "Beer To Bed (Time To Kill)" puede parecer un poco más flojo por esa sensación de estar matando el tiempo que evocan su original letra y sus estrofas. Pero una vez más la australiana demuestra el gran momento compositivo por el que han atravesado Roberts y ella, y nos fascina con otro estribillo irresistible. Una parte nueva en notas muy altas, y nada fácil de armonizar con el resto de la canción, mejora la impresión del tema a pesar de esa languidez de sus estrofas. Pero es que el siguiente momento, "Unsay It All", vuelve a ser notable hasta en el título. Pese a que arranca con un teclado con novedades como voces post-procesadas y la batería más contundente del disco, entronca con total naturalidad en la propuesta musical de "The Child", y nos vuelve a cautivar con otra gran composición. La sencillez con la que la guitarra eléctrica complementa las voces de Kendrick, y el puntilloso teclado en el estribillo, vuelven a mostrar que a menudo no son necesarios grandes alardes para emocionar. Y un último acierto es dejar que la parte nueva sea instrumental, presidida por un punteo de su guitarra eléctrica principal.
Así, sin darnos un respiro, el disco alcanza su último tercio. Para el cual aún ha reservado un par de balas en la recámara. La primera de ellas es "Something Good", la primera balada del disco, y en su momento, también su segundo sencillo. Un piano relativamente simple, una excelente progresión armónica, la dulzura de Kendrick desgranando una melodía de notas complejas, todo contribuye al resultado... Muy poco a poco van entrando otros instrumentos, como el bajo en la segunda estrofa, o los sencillos coros que repiten la sugestiva frase de su estribillo en el tramo final; lo justo para que la magia no decaiga. Y la segunda bala es "Nightmare", tercer sencillo y ahora mismo mi pasaje favorito del álbum (aunque en su momento he tenido otros). De nuevo un medio tiempo de ambientación clásica, bonita melodía y excelente interpretación vocal, lo que realmente me cautiva es la forma como ya a la mitad de la estrofa los giros que va realizando la melodía van anticipando su sensacional estribillo. Tanto, que parece que éste se resiste a llegar. Pero cuando lo hace, nos derrite con su vulnerabilidad ("I keep waking Up... and you're gone, I keep waking up... I don't know how to sleep alone"). Eso sí, podrían haberse recreado más en su tramo final; a cambio, Kendrick y Roberts consiguen que den ganas de escucharla de nuevo en cuanto termina. "Hungry For My Heart" es el primer momento en el que casi podemos afirmar que bajan un poco el listón. Otra balada, esta vez con un comienzo en el que tan sólo escuchamos la voz de Kendrick sobre un teclado sintético que lleva los acordes, cuando al final del primer estribillo entren los redobles de la batería tendremos dudas de si realmente se trata de un tema menor. Porque quizá sea el tema en el que más brillante es la producción: más idelante Roberts irá parando el ritmo, introduciendo unos originales coros al final, arropando los compases finales con la mayor profusión de teclados de todo el álbum... Total, que cuando nos encontramos con "The Child", la canción que da título al disco además de cerrarlo, de golpe caeremos en la cuenta de que ya lo hemos recorrido en su totalidad. Y que del posible bajón por la marcha de Banjanin no ha habido ni rastro. Aunque sí que me parece que no es el mejor momento del disco para darle título, ni para ponerle colofón: otro tema de pop melancólico, esta vez con una batería programada como principal novedad, es el primero en el que podemos tener la impresión de que se repiten algunos trucos ya escuchados. Y aunque resulta agradable, ni las estrofas ni el estribillo lucen como los de la mayoría de sus compañeras.
En todo caso, este ligero desliz en el cierre no debe afectar a la muy favorable impresión global que deja el álbum. Es cierto que para estar en 2025 su sonido puede pecar de excesivamente clásico. Y que si tampoco la imagen de Kendrick intenta potenciar su vertiente explícita, su feminidad, su agresividad, pues es normal que una propuesta así pase desapercibida para el gran público. Pero el mero hecho de haber podido publicar siete sencillos de sus doce composiciones es ya una evidencia del nivel medio de sus canciones. Y es que hay varios momentos que nada tienen que envidiar a "Don't Talk About You", la maravilla que hasta ahora era su tema de cabecera. Y encima Kendrick lo logra manteniéndose fiel a su particular universo musical. Así que para todos los que valoramos las canciones por encima de cualquier otra consideración en el mundillo pop, la publicación de un disco así es una gran noticia. Eso sí, desconozco las expectativas que tendría puestas Kendrick en él. Espero que no fueran demasiado altas, y que por lo tanto, el limitado reconocimiento que ha alcanzado sea lo suficientemente motivador para plantearse una continuación dentro de unos años. Porque el plano panorama musical actual necesita buenas dosis de emociones como las que ella es capaz de generar.
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