El disco que les traigo hoy es un caso singular. Porque teóricamente se trata del primer álbum de Pixie (nombre artístico de Elizabeth Sinead Hillesdon), una de las promesas de las Islas Británicas en estos últimos años. Pero en realidad quienes siguen este blog posiblemente recuerden que en 2022 ya reseñé "Dreams, Pains & Paper Planes", su debut en formato "largo". Y es que estamos ante uno de esos extraños recovecos de la industria musical, que bajo ciertos criterios no del todo claros ni homogéneos a veces considera discos de debut unos formatos, y otras veces otros. Por lo que en general prensa y crítica han saludado este "Million Dollar Baby" como el álbum de la debut de la inglesa, aunque para mí se trata del siempre difícil segundo álbum. Difícil ya que los ocho temas de "Dreams, Pains & Paper Planes" pusieron el listón muy alto, y ahora las diez canciones de esta nueva entrega se enfrentan al reto de mantener el listón.
Un reto del que les adelanto que Pixey sale ilesa, aunque con matices. Porque es cierto que el número de canciones con un nivel de calidad similar al de su predecesor es alto. Pero también aparecen los momentos menos relevantes. Algo por otra parte normal si tenemos en cuenta que el tiempo para preparar este segundo disco probablemente fue menor que el de su primera entrega. Más la presión añadida de estar a la altura de las expectativas, y ciertas ganas de explorar nuevos territorios. Aunque puede afirmarse que estilísticamente se ha mantenido en parámetros muy similares a los de su debut; algo en lo que no cabe duda de que habrá influido tanto su buen hacer con teclados y programaciones como la producción de Richard Turvey, su colaborador habitual. Un hecho que también tiene su parte menos buena, pues el sonido de las canciones sigue pecando de excesiva reverberación, lo que les confiere una presentación ampulosa y en ocasiones dificulta apreciar algunos detalles instrumentales.
El álbum lo abre "Man Power", que no ha sido escogido como sencillo, pero que sin duda es un trallazo para empezar por todo lo alto: medio tiempo de bajo sintetizado infeccioso, batería de ritmo marcado y unos teclados a lo "Are Friends Electric?" del legendario Gary Numan que avanzan una progresión armónica colorista, en acordes mayores. Sobre todo en ese excelente estribillo que mezcla notas arrastradas y fraseos rápidos con solvencia. Y que deja con ganas de más. Un anhelo que atiende "Million Dollar Baby", segundo sencillo además del tema que da título al álbum. De tempo más alto, sus estrofas espartanas (poco más que voz, bajo, batería y un sintetizador puntual) rayan a buen altura, aunque no tanto como otro estribillo de pop irresistible, complejo, y de letra picantona. Una parte nueva agradable pero etérea da paso a esa esperada repetición final en el que la consabida parada funciona a la perfección. Eso sí, una pena que el vertiginoso solo de guitarra no se perciba del todo por esa reverberación excesiva ya mencionada. "The Thrill Of It" mantiene el disco en un buen nivel: primer sencillo, su largo y sinfónico comienzo, en el que nos presenta su incendiario estribillo, hace prever lo mejor. El primer tramo de la estrofa baja un poco el nivel, pero en cuanto los acordes del estribillo aparecen en la segunda parte de la misma la cosa vuelve a mejorar. Por otra parte, el ritmo sincopado del tema le resta algo de pegada pero le aporta personalidad, una personalidad realzada porque Hillesdon renuncia a la segunda estrofa y la sustituye por un fraseo que recuerda a los de Karl Hyde, el líder de "Underworld". El tema es brillante aunque abusa un poco de estribillo, pero es que compositivamente no daba para más; quizá por eso no era el mejor candidato a figurar como tema estrella del álbum.
Con "Best Friend" el álbum ya sí baja claramente. Se trata de un medio tiempo expansivo y reposado, de original ritmo sincopado y teclados que expanden las notas de los acordes como si de orquestas de cuerda se tratara. Con lo cual adquiere una atmósfera ligérsica, incluso psicodélica mediante los originales teclados que protagonizan los tramos instrumentales tras los estribillos. Y que además de agradable, y de ganar con sucesivas escuchas, muestra por dónde puede ir la evolución de la inglesa. Pero que desde luego no puede decirse que funcione como pop contagioso. En esa mezcla de pop reposado y en busca de nuevos caminos se inscribe también "Damage", el quinto corte. Con una batería y un bajo muy originales, sus estrofas declamadas reflejan una evidente pérdida de creatividad respecto a sus melódicas antecesoras. Al igual que esa progresión armónica de los mismos cuatro acordes durante toda la extensión del mismo. Reflejos de una composición más pobre que otras, y que ni su excelente bajo pueden paliar. Si bien no se trata de una mala canción, y detalles como el teclado reproducido a la inversa de su parte nueva lo confirman. "Give a Little of Your Love" supone el tercer tema menor en una encadenación que sí resulta preocupante. Pixie nos propone nuevamente un medio tiempo, en esta caso de teclados sesenteros e influencias caribeñas. La melodía que canta es agradable pero muy simple, y esos coros a lo Swing Out Sister que la adornan no son suficientes para ocultarlo. Por lo que su elección como cuarto sencillo me parece todo un error. Afortunadamente el disco por fin levanta el álbum con la guitarrera "Love Like Heaven", ahora sí presidida por la luminosidad que Hillesdon suele conferir a sus mejores creaciones. Sobre la base de una buena composición, la batería es estupenda, y los coros "germánicos" sílaba a sílaba tan originales como eficaces para introducir un estribillo que, sin ser directo, va gustando un poco más con cada escucha. Es cierto que no hay parte nueva, pero su relativamente corta duración casi hace que ni nos demos cuenta.
El último tercio del álbum arranca con "Bring Back the Beat", tercer sencillo y para mí, el éxito más claro del álbum. Con la colaboración de Tom McFarland de Jungle, la sección de viento que lo preside desde el mismo comienzo nos retrotrae al desenfreno lúdico de mediados de los sesenta. Y curiosamente marida muy bien con las estrofas más electrónicas del disco, repletas de sintetizadores programados, y realzadas con una guitarra acelerada en su repetición. Pero es el estribillo el que nos provoca el subidón, tan redondo que cuesta creer que no estemos ante una versión. Una parte nueva que vuelve a frenar el tema y deja que poco a poco entren los distintos instrumentos (hasta una percusión acústica se puede escuchar) nos ayuda a disfrutar del tramo final de mi canción favorita del disco. "Oxygen", el penúltimo corte, mantiene el tempo alto, y deja que el ritmo lo lleve en esta ocasión una vertiginosa caja de ritmos que acompaña a la batería. Sus meritorias estrofas, contenidas, dan paso a un excelente estribillo, lleno de apoteosis tarareable y con un punto de rabia. Al que en esta ocasión acompaña la mejor parte nueva del disco, compuesta en otra tonalidad y saturada de excelentes versos. Todo ello en menos de tres minutos. Y el cierre lo pone "The War In My Mind", que renuncia a ser la balada del disco pero sí baja el tempo y nos ofrece una canción sorprendentemente sinfónica, con dos secciones de cuerda liderando partes instrumentales y arropando estrofas y estribillos. Los cuales encajan a la perfección pese al contraste entre la introspección de las primeras y las notas altas de los segundos, demostrando que Pixey no tendrá un torrente de voz, pero es una cantante solvente. Además, estamos ante el tema mejor producido de todo el disco, un derroche de instrumentos e ideas bien traídas en poco más de cuatro minutos. Y una excelente forma de rematar el álbum.
Siguiendo las tendencias actuales, "Million Dollar Baby" es un disco corto: treinta y cuatro minutos para los diez temas de rigor. Las primeras veces pueden parecer suficientes, pero conforme se le va cogiendo el punto a algunas canciones, y se van apreciando los numerosos detalles que encierra su instrumentación, sí que deja con ganas de más. Porque en el fondo encierra siete canciones de notable para arriba. Y las tres que bajan el listón no lo hacen tanto como para que tener que pulsar el forward. Aunque el hecho de que estén las tres encadenadas y en el tramo central del álbum es un riesgo para una artista que evidentemente se está intentando consolidar. En todo caso el balance de este "Million Dollar Baby" es favorable: pop ambicioso y fresco en su mayor parte, bien instrumentado y que suena actual a pesar de echar frecuentemente la vista al pasado en busca de inspiración. Creo que con este hito la carrera de Pixey está asegurada; sólo falta que pula algunos pequeños defectos, y que crítica y público se fijen más en ella. Talento tiene, sin duda.