jueves, 12 de septiembre de 2024

Kaleida - "In Arms" (2024)

El dúo germano-inglés Kaleida ha retornado este 2024 con su tercer álbum, "In Arms". Un álbum que, a decir de sus dos componentes (la vocalista Christina Wood y la teclista Cicely Goulder), estuvo a punto de no existir. Y es que tras la discreta repercusión de su segundo disco, el notable aunque un tanto irregular "Oddysey", ambas decidieron tácitamente que su carrera musical estaba llegando a su fin, y emprendieron vidas separadas (hasta el extremo de poner el Océano Atlántico de por medio). Pero hoy en día las posibilidades de creación a distancia son casi infinitas y así, intercambiando sin pretensiones demos y maquetas, han conseguido finalmente crear las diez canciones que conforman su tercera entrega. Un disco que incluso permite apreciar una evidente evolución en su sonido, sin por ello renunciar a su estilo sensible, intimista y un tanto devastado, pero más rico en su instrumentación y más elaborado en sus arreglos. Algo que podría haber sido una excelente noticia, pues seguramente si de algo pecaba hasta ahora su propuesta era de espartana y un tanto conservadora, pero que desgraciadamente se ve lastrada por su colección de composiciones menos inspirada hasta la fecha.

Una circunstancia que no era fácil predecir a la vista del tracklist de "In Arms" (10 canciones, 2 más que su predecesor, lo que en principio sugería un más elevado nivel creativo), y sobre todo, de los sencillos que lo anticiparon: "Hollow", "Seagull Nun" y "Stranger". Pero es que Wood y Goulder esta vez sí acertaron de pleno a la hora de escoger los temas estrella del disco, y esa terna sin duda constituye los tres momentos más recomendables del mismo. Lo malo es que el bajón de los otros siete temas de "In Arms" es evidente, por lo que (con los lógicos matices dependiendo de la canción), nos encontramos hasta el disco más flojo de su carrera.

Además de tratarse del mejor tema del álbum, y de su primer sencillo, "Hollow" es el corte que lo abre. Retoma la propuesta del dúo justo donde la dejó "Oddysey", en un saludable ejercicio de inspirado continuismo. Porque desde el mismo comienzo las voces tenebrosas de Wood, el oscuro acompañamiento de Goulder y la sencilla programación de la batería resultan absolutamente reconocibles. Pero la canción avanza y llama la atención que la programación se complica con hi-hats y redobles varios, aparecen más teclados y hasta un piano electrónico en un estribillo relativamente movido. Para la segunda estrofa se reservan la sorpresa de un muy elaborado, para tratarse de un tema de pop, arpegio de bajo. Y de postre, un largo y elaborado tramo instrumental. Con todo ello el dúo pone de manifiesto su intención (plenamente conseguida en este caso) de enriquecer su sonido. El problema, como decía antes, es que composiciones así no abundan: "Generation", el siguiente corte, insiste en esos ritmos programados sincopados heredados del hip-hop más tradicional que suponen toda una novedad. Pero la progresión armónica no tiene nada de especial, y la melodía vocal deja bastante indiferente, pues ni siquiera aprovecha las excelentes cualidades vocales de Wood. Los arreglos entre jazzísticos y siniestros que se dejan entrever conforme avanza el tema tampoco ayudan. Afortunadamente, con el tercer corte la ilusión por encontrarse ante un gran disco aumenta: "Seagull Nun", segundo sencillo, las devuelve a su singular estilo, tan tétrico como adictivo. El empleo combinado de una batería real y una progrmación que la complementa, un bajo slap en primer plano que repite machaconamente esa sencilla pero eficaz progresión armónica, y un tramo final en el que sin estridencias juegan con todos los elementos empleados, ayudan a realzar una composición notable. Pero la cosa se desinfla de nuevo en el siguiente tema: "Choices", con la colaboración del para mí desconocido Robot Koch. El dúo baja el tempo para intentar construir una balada desgarradora. Y aun cuando mantienen ese sonido más elaborado y la progresión armónica es válida, la melodía resulta hasta cargante de poco inspirada, por lo que las emociones brillan por su ausencia y sus tres minutos y medios se hacen incluso largos.

"Hansaplast" mejora un poco a su predecesora, y se asemeja en su resultado a lo que podría ser una canción estándar de sus dos temas anteriores. Si bien es cierto que, como sucede más a menudo de lo deseable, la devastación de Wood puede llegar a sonar impostada, y el tramo previo a la repetición final del estribillo es tremendamente monótono. Pero el estribillo es digno, y aunque la instrumentación incurre por vez primera en el disco en el defecto de resultar excesivamente escueta, a partir del segundo estribillo está más trabajada, incluyendo varias voces que le hacen los coros a Wood. Tiene que llegar "Stranger", sexto corte y tercer sencillo, para recordarnos el talento que encierra a veces el dúo. Porque desde el mismo comienzo ya nos cautivan con uno de esos estribillos tan melancólicos como infecciosos. Las estrofas empiezan más flojas, pero conforme avanzan las notas mejoran notablemente, y permiten a Wood exhibir toda su amplitud vocal. Además, los teclados de Goulder están bien escogidos y rellenan bien el espectro. La pega es que la percusión lastra en parte el resultado, pues el tema pedía a gritos un ritmo binario más continuado y contundente. En todo caso, un corte más brillante que "Kilda", el medio tiempo que lo sigue y en el que sí aciertan con esa percusión arrastrada que sostiene el tema, pero no del todo con una composición en la que el oficio predomina sobre la inspiración, y una instrumentación en la que, salvo lo ya programado, poco menos que se limitan a incorporar una especie de mellotron. A cambio, la letra es bonita (lástima de esa pronunciación no muy trabajada de Wood), y termina por suponer uno de los pocos momentos álgidos de los no escogidos como sencillos.

"Endless Youth" es probablemente el tema más luminoso de un disco previsiblemente oscuro. Y ésa es la razón por la que destaca, dado que en realidad, ni a nivel compositivo ni instrumental es nada especial, y encima le sobra minutaje. Por resaltar algo, mencionaré la forma en la que se complementan la batería y la percusión programada, tanto en estrofas como estribillos. "Hey Little Precious" es el último pasaje en el que podamos reconocer a las Kaleida que se han ganado un prestigio en el circuito alternativo. La instrumentación es razonablemente completa (aunque de nuevo falla el ritmo), pero las estrofas no están mal y desembocan con naturalidad en un estribillo largo pero eficaz. Y por una vez, la parte nueva introduce un estimulante cambio de tonalidad gracias a una progresión armónica francamente elaborada para su corta duración. Dado que el cierre lo pone, como no podía ser de otra manera, una balada ("Don´t Turn Me Out", con la colaboración de Other Lives), en la que, ahora sí, se entiende esa instrumentación austera y enfocada casi exclusivamente en la parte vocal, y que no se puede decir que peque de simplona, pero que simplemente no llega a generar emociones. Y que provoca, para más inri, que al terminar tengamos la impresión de que durante la escucha de "In Arms" hayamos podido pasar algo destacable por alto.

Porque salvar tres temas (cinco siendo generosos) de diez, y eso tras cuatro años de silencio, no se puede decir que sea un gran logro. Por mucho que los sencillos defiendan el álbum de la mejor manera posible. Tal vez la frialdad del método creativo haya influido en que la magia no haya surgido con la misma intensidad que cuando ambas compartían espacio creativo. Aunque obviamente Goulder haya mejorado su habilidad para arropar la notable voz de su compañera, y aunque se aprecie ese intento porque haya una evolución en una carrera que hasta ahora se había caracterizado por una personalidad musical muy marcada pero poco versátil. Así que no sé si ellas tendrán esta misma sensación de no haber llegado a donde esperaban y darán el proyecto por concluido, o se retarán a ellas mismas para entregar un cuarto álbum más acorde a lo que sabemos que son capaces de dar. Toca esperar.