Hace apenas un año que reseñé en este mismo blog "How you gonna stop it", el debut en formato álbum de los estadounidenses Mating Ritual, una de las bandas más interesantes que ha surgido por aquellas tierras en estos últimos años. Por eso fue para mí una sorpresa enterarme hace unos meses de que estaba a punto de ver la luz "Light myself on fire", su segundo álbum. Se ve que el carismático Ryan Marshall Lawhon, líder indiscutible de la banda, se había guardado en el cajón varios temas que no terminaban de encajar en el estilo general de su disco de debut, o tal vez que no quedó contento del todo con el resultado (o con la repercusión) del mismo. El caso es que ya podemos disfrutar de su segundo álbum, que aunque mantiene la personalidad del grupo refleja una clara vuelta de tuerca estilística, reduciendo el tono optimista de su debut, minimizando el número de baladas, acercándose a menudo a sonidos más electrónicos y al mismo tiempo dando rienda suelta a varios temas más rápidos y llenos de fuerza que cualquiera de su primer álbum.
A pesar de ser bastante corto (34 minutos y sólo 9 canciones, algo disculpable por su escaso periodo de gestación), se trata de un álbum con mucho nivel, y disfrutable prácticamente de principio a fin. Y es que Ryan ha tenido las ideas muy claras respecto a cómo orientar cada canción, y no hay hueco para lo previsible, ni tampoco para ejercicios experimentales de dudoso disfrute. Puestos a ponerle peros, la calidad del sonido es bastante deficiente para lo que suele ser habitual en 2018 (no sé si por la precariedad a la hora de grabar las canciones o por un voluntario ejercicio de estilo consistente en entregar un álbum "sucio" que nos retrotraiga a otras décadas). También se le puede objetar que echa mucho la vista atrás (aunque siempre sin llegar a plagiar sus obvias fuentes de inspiración). Y como en "How you gonna stop it", la peculiar voz de Lawhon (a veces en falsete, a veces doblada, siempre con una dicción discreta) no juega a favor del conjunto. Pero la capacidad de dar en la diana y de evocar emociones fuertes las ha conservado intactas.
Y eso que "Light Myself on Fire", el tema que lo abre y que da título al disco, no es probablemente su momento más inspirado. Un tema rápido, con aires new wave, un sonido realmente pobre y unas estrofas que siguen el punteo de la guitarra, pero también unos bonitos arpegios, un eficaz estribillo y sobre todo un meritorio tramo instrumental al final... que desgraciadamente cortan demasiado pronto, dejando la duración total del tema bien por debajo de los tres minutos. Pero el álbum ya sube el listón y lo mantiene prácticamente hasta el final: "U + Me Will Never Die" se apoya desde el comienzo en un ritmo contagioso, con un bajo slap y una batería compleja y realmente adecuada para la composición, y a pesar de la voz doblada de Lawhon y del falsete del estribillo, el conjunto es disfrutable, y sorprendente cuando añade un sintetizador prestado del trance y con el pitch a tope para los intervalos instrumentales. "Heaven's Lonely" puede, tras su original y sintético comienzo, parecer un tema más flojo que el anterior por sus estrofas más sencillas, pero el estribillo cae a plomo tras las voces distorsionadas y cautiva por su elegancia, y el riff de guitarra poderosamente distorsionada de los intervalos instrumentales hace el resto. "Low light" nos retrotrae a las mejores épocas de The Killers, cuando mezclaban energía con elegancia e instrumentos convencionales con guiños a las últimas tendencias, y la guitarra que da pie a su formidable estribillo nos recuerda poderosamente a los riffs de bajo de Peter Hook. Pero es que además la melodía de la segunda estrofa evoluciona respecto a la de la primera, la letra convence por la carga de desengaño que trasluce, el solo de guitarra es notable y encaja perfectamente en el conjunto, y las repeticiones del estribillo en plan intimista son un detallazo antes de la carga de adrenalina final.
"Stop Making Sense" mantiene el nivel a pesar de su acusada personalidad, algo así como el tema más étnico que han grabado nunca los californianos, con un giro claro hacia los instrumentos electrónicos (hasta el bajo está sintetizado, y sólo una guitarra acústica completa el conjunto) y un ritmo lento y pausado que sin embargo no da lugar a una balada sino a otro certero estribillo y a unos coros creados a partir del mismo que también encajan con la propuesta étnica. "Low Light" mantiene la inspiración y recupera las influencias de The Killers y Peter Hook, con otro estribillo infeccioso a la vez que lleno de rabia, otro interesante solo de guitarra y otra vez la repetición del estribillo prácticamente a capella antes del excelente crescendo final. "Splitting in Two" es el tema más decididamente sintético del álbum desde su original comienzo, con una excelente estructuración que desemboca en un estribillo que es prácticamente instrumental, sustentado por un precioso sintetizador a cargo de su hermano Taylor. Y que en su tramo final se convierte en un ominoso y cautivador ejercicio electrónico rematado con voces de ultratumba.
El último tercio de este notable álbum arranca con "Monster", que no sólo mantiene el nivel sino que es mi segundo tema favorito del mismo: un precioso tema de power pop cristalino que mezcla instrumentos tradicionales y adornos electrónicos y que me recuerda a los buenos tiempos de The Cure a finales de los ochenta, con una energía incontenible y un estribillo maravilloso (por ponerle algún pero, decir que la canción tal vez se "frena" demasiado en las estrofas). Pero mi tema preferido del álbum es sin duda "Lust + Commitment", el tema màs intimista del álbum. Una preciosa instrumentación electrónica y una melodía insuperable desde la primera nota de la estrofa hasta la última del estribillo, rematada por una letra que ayuda a que el conjunto ponga los pelos de punta de principio a fin. Y el broche lo pone "I Know so Much Less Than I Thought I Did", que tiene la pinta de tema escrito para llegar a nueve tema y poder pasar así del formato EP al formato álbum: una única frase, una superposición de sintetizadores y efectos que van creciendo y resultan evocadores y un final repentino.
Me da rabia que Mating Ritual estén pasando tan desapercibidos internacionalmente. Porque a pesar de la premura en publicar este segundo disco, a Ryan le sobra talento y es capaz de moverse por espacios muy amplios, como lo prueba este meritorio álbum que probablemente contiene el mayor número de temas brillantes en un álbum en lo que llevamos de este apático 2018. A ver si esta entrada contribuye mínimamente a darles a conocer, para que no tiren la toalla. El panorama musical necesita bandas así.
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