miércoles, 23 de diciembre de 2015

The Crystal Method: "The Crystal Method" (2014)

Antes de comenzar esta entrada, me disculpo por estar reseñando a finales de 2015 un álbum que vio la luz a principios de 2014 en un blog que principalmente intenta revisar la actualidad musical. Como he resaltado en varias ocasiones soy sólo un aficionado apasionado a la música popular contemporánea, y aunque sigo con regularidad algún que otro programa de radio, varias webs musicales, otros tantos blogs, alguna playlist de streaming e incluso alguna revista musical, el panorama musical actual es tan variopinto y complejo que cabe la posibilidad de que se me escapen lanzamientos de artistas que sigo y aprecio, y no me tope con ellos hasta muchos meses más tarde. Eso es lo que me ha sucedido con "The Crystal Method", el último álbum del dúo estadounidense del mismo nombre. Que sorprendentemente para mí ha pasado desapercibido en todos los canales que como digo tengo establecidos para mantenerme al día musicalmente. Y digo sorprendentemente porque se trata de una banda consolidada en la música electrónica, con más de 20 años de carrera y montones de temas esparcidos por los más diversos medios (desde películas hasta videojuegos). Quizá porque el dúo formado por los estadounidenses Scott Kirkland y Ken D. Jordan ha estado siempre a la sombra de los tótems del subgénero del big beat al que mayoritariamente pertenecen, los británicos The Chemical Brothers y The Prodigy. Pero aunque esas dos formaciones han publicado precisamente nuevos álbumes en 2015, sus entregas han resultado en mi opinión sensiblemente inferiores a las de sus vecinos del otro lado del Atlántico (el "Born in the echoes" de los primeros los muestra secos de ideas y abusando de los temas monocordes, siendo su colaboración con Beck el único momento destacable, y el "The day is my enemy" de los segundos aporta el tema del mismo título, seguramente su mejor sencillo en lo que llevamos de siglo, pero el álbum repite su archiconocida fórmula una y otra vez hasta resultar desesperante). Por lo que para todos aquellos que disfrutan con el indie-dance y el breakbeat no dudo en recomendar "The Crystal Method" antes que cualquiera de los dos.

Este "The Crystal Method" es el quinto álbum de estudio con nuevas composiciones del dúo. Un álbum de creación y publicación tortuosa, a causa de la enfermedad y posterior cirugía cerebral a la que fue sometido Scott Kirkland. Afortunadamente, tras una larga gestación y superados los problemas de salud este recomendable álbum vio la luz a comienzos de 2014. La principal virtud del álbum es que sortea con inteligencia y talento el principal lastre del big beat (y en general de buena parte de la música electrónica que se publica en las últimas décadas): lo restrictivo del formato. A nadie escapa que la electrónica, tanto la orientada a la pista de baile como la orientada a la habitación del aficionado, se ha labrado su seña de identidad huyendo de la estructura de la canción pop clásica, maximizando el ritmo y minimizando la progresión armónica y la melodía. Lo cual es efectivo y asumible... hasta un cierto punto. Porque las posibilidades creativas de los instrumentos de percusión son mucho menores que las de aquellos que pueden reproducir notas musicales. Y el abuso de ritmos sin notas que los sustenten (por originales y elaborados que estén), acaba casi siempre resultando monótono. Quizá conocedores de esto, o quizá porque sus conocimientos musicales les permiten crear ritmos chirriantes sin desatender completamente armonías y melodías, "The Crystal method" contiene la dosis necesaria de musicalidad para que el álbum resulte mucho más rico y ameno. Pero sin defraudar a quienes buscan la estridencia más efectiva.

El álbum se abre con su primer sencillo, "Emulator", uno de sus mejores momentos y un excelente reflejo de lo que señalaba antes. Porque efectivamente tenemos la dosis esperable de un ritmo binario brutal, con un bombo y sobre todo una caja potentísimos, y sintetizadores que chirrían a diestro y siniestro. Pero justo cuando parece que el tema se va a quedar en eso, Kirkland y Jordan alteran la hasta entonces progresión monocorde con la sucesión justa de compases para lograr subir el resultado a otra cota. Y para, tras el previsible intervalo para coger fuerzas, explotar con toda su energía. Le sigue "Over it", segundo sencillo, un medio tiempo con la participación vocal de Dia Frampton. Que hace que el tema deje de ser esencialmente instrumental para convertirse en una especie de pop enervante, y efectivo, con una sorprendente sección de cuerda sintetizada, que sin llegar a la altura de "Emulator" queda en un muy buen nivel. El tercer corte, "Sling The Decks", nuevamente instrumental, aunque parece que tiene a Peter Hook al bajo durante su comienzo, podría ser la sintonía de la nueva entrega de "Guitar hero", si bien luego convive con el habitual despliegue de pitches que suben y bajan hasta conseguir acertadamente su propósito de enardecer al oyente.

El tramo intermedio del álbum es el menos brillante, aunque se deje oír. "Storm The Castle" baja un poco el listón y es la primera canción en la que el dúo da la impresión de estar explotando conscientemente su "fórmula", aunque sigue teniendo un ritmo vertiginoso, una contundencia incontestable y tampoco rehúye una breve progresión armónica cerca del final. "110 To The 101" es un medio tiempo instrumental y obsesivo con la suficiente musicalidad para no resultar monótono, pero sin nada que realmente enganche. "Jupiter Shift" logra trasladar esa atmósfera espacial a la que alude el título y recuerda a mejores tiempos de The Chemical Brothers, pero vuelve a tener un punto anodino que no le favorece. E incuestionablemente mejor es "Dosimeter", que juega con el oyente con su principio machacón a lo Underworld, para pasado el primer minuto frenar el ritmo y convertirlo en un medio tiempo con una sencilla pero eficaz progresión armónica y sintetizadores chirriantes que se cuelan por todas partes para deleite del oyente (aunque volver a acelerar el ritmo cerca del final me parece un recurso poco acertado).

El octavo tema, "Grace", es para mí el momento álgido del disco. Nuevamente se trata de un tema con su sello personal en la instrumentación, pero que no renuncia a una estructura de tema pop-soul "convencional", con la estelar intervención vocal (hay que ver cómo ha mejorado su capacidad interpretativa esta chica con los años) de LeAnn Rimes. La progresión armónica es excelente, salvo en los tramos en que LeAnn repite aquello de "Isn't that what we love for?", demasiado desnudos y un tanto alejado de la tensa atmósfera del resto del tema. Pero en especial el prometedor comienzo el intervalo instrumental en el que el tema hace una pausa para la explosión final enganchan por completo al melómano. El siguiente corte, "Difference", es otro momento recomendable y lo más parecido al trash metal que le recuerdo al dúo (algo en lo que influye poderosamente la intervención vocal de Franky Perez). Un tema con una guitarra tremenda, que se arrastra por momentos y que aturde en otros. Y con el mérito de que su rock duro no colisiona con la reconocible personalidad de The Crystal Method en la instrumentación, lo que confirma su talento como músicos. Tras un breve interludio ("Metro"), el álbum se cierra con "After hours", el cuarto corte con una intervención vocal completa (la para mi desconocida Afrobeta): una canción menos inspirada, con reminiscencias árabes y toques psicodélicos a lo Aphex Twin, que deja un tanto indiferente como cierre del álbum.

Por versatilidad musical, capacidad para hacer convivir el big beat con acordes y melodías, duración de las composiciones, contemporaneidad de su sonido y número de temas recomendables, "The Crystal Method" me parece el álbum de música electrónica más completo de las últimas temporadas (sin llegar a ser un álbum excepcional). Una pena que haya pasado prácticamente desapercibido a nivel internacional. Así que spero que al menos esta entrada le gane algún adepto.

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